Giro de Italia
¿La hora de Mikel Landa?
Cuando un equipo tiene tres corredores entre los cinco primeros de una gran vuelta por etapas, hay dos opciones: o son tan fuertes e incontestables que el resto del pelotón puede marcharse a casa o el caos se avecina. Eso es lo que pasa en el Astana. O lo que le puede pasar. Hace algo más de un año, Vinokourov, el dueño del equipo kazajo, envió un email al líder de la formación, Nibali. En la misiva, le recordaba su discreto inicio de temporada, muy poco propio de una estrella de un caché tan alto como la cuenta bancaria que Vino estaba engordando, y le advertía de su descontento con su rendimiento. Ponte las pilas, vino a decirle. Dos meses después, Nibali se convertía en Campeón Italiano y ganaba el Tour.
El pasado martes, toda la expedición del Astana en el Giro recibió un correo de su jefe. En realidad iba para Fabio Aru pero Vinokourov decidió ponerlo en copia para el resto de corredores y auxiliares. Los felicitaba por el Giro que están haciendo. Les decía que estaba orgulloso de su líder y del trabajo de sus compañeros. Poco ha tardado en gafarlos.
Fabio Aru tiene 24 años, dos como profesional. Éste, 2015, es su primero como líder después de su maravillosa irrupción en el Giro del pasado año, donde ganó una etapa y fue tercero; y de la Vuelta, en la que acabó quinto y se llevó dos triunfos parciales. Ayer, en Monte Berico, pecó su juventud. En el diccionario del ciclismo, al lado de la prohibición de auxiliar a un ciclista que no sea de tu propio equipo –que a Porte ya nunca jamás se le olvidará–, están escritas las normas que ningún ciclista puede saltarse en los días de lluvia. No olvidarse nunca de comer. Diluviaba camino de Monte Berico. Los cuerpos se inflan como globos. Todo instinto que no sea el de supervivencia, el de llegar a la meta lo antes posible, se olvida. También el de comer. Error.
Eso le pasó a Aru. «No comí lo suficiente durante la etapa y me ha faltado azúcar en los últimos kilómetros». Vacío. Su rostro entrando en meta, a 11 segundos del flamante Gilbert, el ganador, era el de un cadáver. Desencajado, jadeando, a Aru enseguida le contaron que había un castigo más: Contador había sido segundo. Seis segundos de bonificación. 14 de látigo para abrir más aún la general a favor del madrileño, a 17 ya.
El debate está servido. Ante la debilidad mostrada en las dos últimas jornadas por Aru, la pregunta es: ¿debe Astana sacrificar al italiano en favor de Mikel Landa? Siendo la baza patria y el orgullo de todo el país, parece improbable, pero lo cierto es que al sardo parece que le empiezan a fallar las fuerzas cuando la montaña de verdad ni siquiera ha llegado. Landa, tercero, parece tener toda la chispa que a Aru le falta, aunque su inexperiencia, tanto en carrera portando la vitola de líder como fuera de ella, soportando la presión, es mayor que la de Fabio Aru.
El joven alavés viene repitiendo desde el inicio del Giro que sus objetivos eran claros: «Yo estoy aquí para trabajar para Aru». Pero, viéndose fuerte en las primeras montañas, a su discurso añadió la intención de «acabar entre los diez primeros y luchar por algún triunfo de etapa». Quizá haya llegado la hora en la que el equipo kazajo tenga que darle vía libre antes de sucumbir en el caos que puede suponer el derrumbamiento total de Aru. Serán las agujas del reloj las que hablen por sí solas mañana con la crono de Valdobbiadene. O los emails de Vinokourov.
Contador: «Estamos corriendo con inteligencia»
Alberto Contador regaló por primera vez en este Giro su característica imagen del disparo desde el podium cuando recogió la maglia rosa, la 15º de su carrera, con lo que iguala a Manuel Fuente, «el Tarangu». Sonriente y relajado, el madrileño es consciente de la fuerza y el poderío que le están haciendo dominar este Giro que muy mal se tiene que poner para que se le escape. «Estamos corriendo con inteligencia», se refería a los seis segundo de bonificación que cazó en Monte Berico al ser segundo. «He tenido buenas piernas».
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