Atlético de Madrid

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Cuando el niño ya era Torres

Abraham García, su técnico en juveniles, e Iñaki Sáez reconocen en el jugador de hoy al chaval de ayer

Cuando el niño ya era Torres
Cuando el niño ya era Torreslarazon

Abraham García, su técnico en juveniles, e Iñaki Sáez reconocen en el jugador de hoy al chaval de ayer

«El secreto, muchas veces, cuando te llegan estos diamantes es no estropearlos», asegura Abraham García, el entrenador de Fernando Torres en los juveniles del Atlético. Abraham, que también dirigió a Gabi y a Koke de los que mañana estarán en la final, se quita importancia, pero el «Niño» siempre lo recuerda como uno de sus maestros junto a Luis Aragonés y Rafa Benítez.

Abraham reconoce en el futbolista de ahora las cualidades que ya estaban en el niño de entonces. «Tiene los valores que, ahora que tengo hijos, me gustaría que tuvieran mis hijos», dice. «Cuando viene al club, es un niño, pero un niño precoz. Enseguida se ve que hay algo detrás y lo que hay detrás es su familia», añade. La familia Torres acudía cada partido a ver a su niño, que no tardaría mucho en ser el de todos los atléticos. «Siempre estaban allí, acompañándolo».

Fernando era un chico tímido, callado, pero con personalidad. No le importaba jugar con chavales mayores que él, si había que levantar la voz para pedir la pelota, él la levantaba. «Es una persona muy reservada, pero sabe muy bien cuáles son sus cualidades y sabe muy bien lo que quiere. Su personalidad es su mejor aval, aparte del fútbol», afirma Abraham. «He tenido la suerte de entrenar a muchos jugadores, pero Fernando Torres y Raúl González son los dos jugadores que he visto con más personalidad. En lo que comunican, en cómo lo comunican, en cómo son capaces de rebajar la euforia, de incidir donde hay que incidir, de recordar que todo lo que se ha conseguido no sirve para nada si no se consigue el objetivo final», explica.

«Se van modelando las personalidades, pero nuestro carácter es el que es», afirma el último técnico que tuvo Torres antes de irrumpir en la élite. Lo mismo sucede con el fútbol. Hay cosas que se pueden aprender, pero otras son innatas. Como la velocidad de Fernando. «Para jugar en la élite necesitas un talento y ese talento es lo que tienes que explotar. Los hay que lo tienen físicamente y otros técnicamente, como Guti. Si no hubiera sido tan exquisito, no hubiera podido jugar al fútbol. Y ese potencial es el que tienes que exprimir. Yo le decía que potenciara lo suyo», recuerda Abraham.

La velocidad fue también lo primero en que se fijó Iñaki Sáez, su entrenador en la selección sub’19 y el hombre que le hizo debutar en la absoluta. «Era un chaval que llamaba la atención por la velocidad, era muy rápido para jugar muy bien a la contra», analiza. La velocidad no se aprende. Fernando la tenía, pero le ha añadido más cosas. «En esta fase final de la temporada, que ha sido buenísima, se han visto sus cualidades, pero además es más completo», afirma Sáez. «Ha mejorado mucho a nivel táctico. Cuando conoces el juego economizas esfuerzos y te mueves mejor. El único día que se ha movido demasiado le han expulsado por acelerarse [contra el Barcelona en la Liga de Campeones]», dice Abraham García. «Él ahora mismo conoce el juego a las mil maravillas. Se mueve cuando se tiene que mover y las interacciones con los compañeros las hace muchísimo mejor. Cada vez se mueve menos y mejor y el fútbol de élite es eso, no gastar mucha energía sino gastarla cuando la necesitas», afirma. «Ahora se da el tiempo necesario para acabar la jugada. Antes se precipitaba por su propia velocidad, por hacerlo todo rápido. Tiene esa pausa que antes no tenía», añade Iñaki Sáez.

Abraham lo perdió pronto de vista. Fernando fue campeón de Europa con la sub’16 y se perdió la Copa de Campeones de juveniles. El Atlético había ganado la Liga y tuvo que enfrentarse a las eliminatorias sin su mejor jugador. Torres regresó para la final. «Algunos periodistas discutían si tenía que jugar. Pero cómo no iba a jugar», reconoce su entonces técnico. Jugó y el Atlético perdió la final contra Osasuna. Después llegó la llamada de Cantarero para el primer equipo, el debut en Segunda y la carrera de Fernando ya nunca se detuvo. Pero le quedaba la espina de no haber ganado todo con los juveniles. «Al año siguiente ganamos y en la cena de campeones fue uno más», recuerda Abraham.

«En el momento en que todo esto le viene encima, se pone una coraza que es obligatoria porque, si no, lo pierdes todo: los papeles, el dinero y la identidad. Se puso una buena protección», asegura García. Y, sobre todo, no se dio importancia. Tampoco se la da ahora. «El día de su presentación, su niño le preguntaba por qué había tanta gente. Y Fernando le decía que no sabía», añade. Él sólo quería que sus hijos disfrutaran de un momento que será eterno. «No creaba ningún problema. Es muy importante ver con quién se juntan los chicos cuando vienen a la selección de diferentes equipos», cuenta Iñaki. «Y él se juntaba con Iniesta. Eso dice mucho, porque son dos ejemplos a seguir».