Amarcord Mundial

España y la mala digestión de los campeones de Europa en Inglaterra 66

La selección era un equipo gemelo al que había ganado el título en el 64, pero su suerte quedó echada desde el debut ante Argentina

Inglaterra se proclamó campeona del mundo en su casa
Inglaterra se proclamó campeona del mundo en su casaAp.La Razón

En los despiadados Mundiales de los años sesenta, no había margen para el error. Con dieciséis participantes y medio elenco a la calle tras la fase de grupos, el menor tropiezo mandaba a casa al más pintado a las primeras de cambio. Le pasó en Inglaterra 66 a dos de los tres bicampeones en liza, Brasil e Italia, humillados antes de los cuartos por los hermanos menores portugueses y la exótica Corea del Norte. Y le pasó al campeón de Europa vigente, España, que no pudo honrar su título de 1964 porque su suerte quedó echada desde el debut contra Argentina.

No resultó sencillo el camino de la selección nacional hasta su cuna («El fútbol vuelve a casa» fue el lema elegido por la organización inglesa). La defección de Siria de las clasificatorias dejó el pase en un doble enfrentamiento, sin diferencia de goles, contra Irlanda: derrota en Dublín (1-0), revancha en el Sánchez-Pizjuán (4-1) y partido de desempate en París, ante más de 35.000 espectadores que atestaban Colombes, donde un gol de Armando Ufarte casi al final –afortunado, en «semifallo», según las crónicas– selló el pasaporte a los de José Villalonga.

El respetado técnico cordobés, que se retiraría de los banquillos tras el fracaso en el Mundial, conformó un grupo casi gemelo al que se había proclamado campeón de Europa dos años antes, si bien el tiempo transcurrido había avejentado a los jugadores más importantes: Paco Gento y el trío de «italianos», el juventino Luis del Sol y los interistas Joaquín Peiró y Luis Suárez, superaban la treintena, una edad que en la época marcaba la línea de la senectud. De hecho, los cuatro desaparecieron en el partido decisivo, y a la postre fatal, contra Alemania de una alineación en la que era decisiva la fuerza aportada por dos debutantes, José Martínez, alias «Pirri», y Paco Fernández, aka «Gallego».

Estos jóvenes llegados de ambas orillas del Estrecho, un ceutí y un gaditano de Puerto Real, encarnaban la nueva generación de la «furia», seña de identidad de una España consciente de que buena parte de su suerte en Inglaterra se decidía en el primer partido, contra Argentina en Birmingham. Luis Artime, un finísimo delantero que fue leyenda en River Plate, Palmeiras y Nacional de Montevideo, adelantó a la albiceleste para desencanto de los millones de aficionados que seguían el partido en directo por televisión. Era el primer Mundial que se retransmitía y la Piel de Toro rugió cuando Pirri, puro músculo, metió en la portería el balón y al portero Antonio Roma, que tuvo la imprudencia de saltar con él. Pero Artime desequilibró enseguida el partido y dejó a España en muy mala situación para la continuación del torneo.

Las cuentas estaban claras: dos victorias contra Suiza y Alemania o para casa. Los helvéticos eran la cenicienta del grupo, como se habían encargado de demostrar los alemanes al endosarles un 5-0, pero se adelantaron en la primera mitad. España jugó horrible, aunque salvó los muebles gracias a una jugada personal de Sanchís, que condujo desde el lateral derecho para empatar, y a un remate de Amancio a centro de Gento, en la única jugada potable del cántabro en todo el Mundial (2-1).

Con el once rejuvenecido frente a Alemania, el partido de la eliminación fue el que ofreció una mejor cara de la selección, que se adelantó mediante Fusté. Los germanos, futuros subcampeones, aprovecharon un error de Sanchís en un saque de banda para empatar con un gol de Emmerich, cuyo disparo sin ángulo debió atajar Iríbar. A España no le valía el empate y por eso asedió a su rival en la segunda mitad, pero no encontró el camino del gol y fue sentenciada por Uwe Seeler, el mito del Hamburgo, en un contragolpe a pocos minutos para el final del encuentro.