Fútbol
Isco, el reincidente
Cuatro meses después de fichar por el Sevilla, el jugador malagueño rescinde su contrato mientras cunde la certeza de que es del todo irrecuperable para la alta competición
La relación, breve y nada provechosa, del Sevilla e Isco estaba mal parida desde el principio y sólo podía acabar mal. El futbolista malagueño aterrizó en el Sánchez-Pizjuán mediado agosto con un solo valedor, Julen Lopetegui, pero resulta que el crédito del entrenador vasco en el club estaba del todo agotado, así que una vez destituido, como estaba cantado, el ex madridista se encontró braceando solo en un mar de desconfianza. Sus actitudes vitales incompatibles con el deporte de élite, demostradas en el Real Madrid desde hace casi un lustro, hicieron el resto.
Las sospechas de Monchi sobre el fichaje que con tanta insistencia le reclamó Lopetegui se plasmaron en un contrato corto, dos temporadas, y de emolumentos muy supeditados a los logros colectivos e individuales. Como nada cabe esperar ya del Sevilla más allá de que pelee con desesperación por la permanencia, la rescisión oficializada no ha sido onerosa. Además, la buena relación del club con el universo Jorge Mendes –una de cuyas estrellas declinantes es Isco– ha engrasado la conversación con el intermediario portugués.
El detonante de la marcha de Isco ha sido un incidente ocurrido hace un par de semanas, tras la vuelta a los entrenamientos del plantel que ahora dirige Jorge Sampaoli pasadas las breves vacaciones mundialistas. Isco se reincorporó al trabajo con hechuras de picador y estos kilos sobrantes llamaron la atención de Monchi, que lo conminó a redoblar esfuerzos para ponerse en forma: «Yo estoy aquí porque me quería Lopetegui, tú no me querías», le espetó el malagueño y el director deportivo reaccionó con vehemencia hasta el punto de que hay quien afirma que llegaron a las manos, extremo que no está confirmado. Lo cierto es que, desde ese día, Isco empezó a aducir fantasmales dolores para saltarse las sesiones y los amistosos programados, hasta que ayer, un comunicado puso fin al fiasco: 19 partidos, un gol y esa quinta tarjeta buscada con descaro para no jugar el derbi contra el Betis que terminó de abrir los ojos a los sevillistas más ingenuos.
La versión de Isco contemplada en el Sánchez-Pizjuán no difiere demasiado de la ofrecida en el Real Madrid desde el otoño de 2018, es decir, un futbolista preñado de clase empeñado en sabotear su propia carrera con una indolencia desesperante. Sus cuatro o cinco primeras apariciones con la camiseta sevillista permitieron albergar alguna esperanza o tal vez eran las ganas que tenía todo el mundo de verlo resucitar. A partir del parón de selecciones de finales de septiembre, su rendimiento cayó en picado hasta convertirse en uno de los lastres que tiran hacia Segunda División del hasta hace poco poderoso Sevilla.
La salida de Isco no es la única, ni mucho menos, que Monchi pretende operar en este inicio de mercado invernal. Sampaoli ha reclamado cinco refuerzos –y pocos parecen en vista del ruinoso estado del plantel– y para hacerles hueco urge resolver los contratos de otros pesos muertos, como Januzaj y Papu Gómez o revocar con el Niza la cesión hasta final de temporada de Dolberg, que negocia su fichaje por el Hoffenheim alemán. Además, las lesiones de larga duración de los mundialistas Delaney y Alex Telles podrían ser una bendición disfrazada para Monchi, ya que el cuantioso seguro que FIFA pagará por sus meses de baja le puede permitir dejarlos sin ficha sin apenas coste y con justificación médica. Además, se aceptan ofertas por los mejores activos de la plantilla.
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