Champions League

F. C. Barcelona

El Barça, ciego en Lyon (0-0)

Fue muy superior al Olympique, pero no supo marcar. El castigo es que una eliminatoria que pudo sentenciar ahora está abierta

Messi busca un golpeo picado que se fue por encima del larguero. / Foto: Reuters
Messi busca un golpeo picado que se fue por encima del larguero. / Foto: Reuterslarazon

Fue muy superior al Olympique, pero no supo marcar. El castigo es que una eliminatoria que pudo sentenciar ahora está abierta.

No pudo el Barcelona, incrédulo con lo que estaba sucediendo. Si últimamente le ha faltado juego y no lo ha necesitado para llegar al gol, contra el Olympique de Lyon, no es que lo bordara, pero sí hizo un partido bueno, en el que sometió a su rival, en el que remató 25 veces y fue muy superior, pero no encontró la portería contraria de ninguna manera. Un pecado grande, más en Europa, porque el 0-0 es peligroso: cualquier empate con goles en el Camp Nou le sirve al conjunto francés para llegar a cuartos.

En el lado positivo está que es difícil que se repita algo así. No tardó el Olympique de Lyon en mostrar lo que es: peligroso en ataque, con dos disparos ante los que tuvo que responder Ter Stegen, con rebote al larguero incluido en el segundo, de Terrier; y desconcertante por momentos en la fase defensiva. Las pérdidas en zona de peligro de los franceses fueron demasiadas, pero el Barcelona no supo castigarlas. Era frecuente ver a Messi correr libre, pero equivocarse en el pase; o que Dembélé tuviera campo por delante, para terminar estrellándose contra el portero Lopes con regalos inocentes en forma de disparo. O que aparecieran tres delanteros contra dos defensores y siempre eligieran mal cómo concretar la acción. Era cuestión de ajustar el pase unos centímetros. Si lo lograban, un futbolista se iba a quedar solo irremediablemente contra el meta... Pero no lo lograban. A los 23 segundos de empezar ya chutó demasiado cruzado Dembélé y ya respondió Aouar en el otro lado, detenido por Ter Stegen. La locura parecía instalada en Lyon, con más oportunidades del Barça, pero nada sucedía en el marcador. Poco a poco se fueron serenando los ánimos y el equipo de Valverde tuvo más control. El Olympique echaba de menos las subidas de Mendy por la izquierda y la inspiración de Depay. Ndombele lo sostenía en el centro del campo.

El respiro tras el descanso no cambió demasiado. Menos alocado el Lyon, más metido atrás, más contragolpeador; y con el mando del balón el Barcelona, jugando en campo contrario la mayoría del tiempo, pero igual de cegado ante la portería. Es complicado recordar un encuentro en el que Messi, por ejemplo, estuviera tan suelto y tan impreciso en la zona caliente del campo. Atrapaba la pelota, se giraba, pero no acertaba. Se la daba a Jordi Alba, pero no le volvía como tantas otras veces cuando acude a la zona a la que el lateral le manda la pelota de memoria. Las conducciones de Dembélé le llevaban a un callejón sin salida y el gafe de Luis Suárez a domicilio sumó otro capítulo, pues el uruguayo las tenía de casi todos los colores, pero no resolvía. Lleva desde 2015 sin marcar como visitante en Europa. Imponía su juego el equipo español, era superior, muy superior incluso, y logró también cortar el peligro del Lyon en ataque. Ter Stegen desapareció, pero el tanto seguía sin llegar. Ni de cerca ni de lejos, ni con el pie ni con la cabeza. La desesperación era el gran enemigo del Barça. Hasta Messi pareció aburrirse. Lo intentaba, pero su lenguaje gestual era: quiero y no puedo.

Valverde recurrió a Coutinho para ver si se reivindicaba en un día tan señalado. Se ofreció y participó el brasileño, que también lo intentó desde fuera del área, para hacer que Lopes se luciera. Pero si no era el portero, era la falta de puntería o era Denayer, que firmó una noche fantástica metiendo la bota en el último instante en varias ocasiones. Busquets también chutó desde la distancia y Messi disfrutó de una segunda falta en el sitio que más le gusta. La mandó contra la barrera, le volvió el rebote y ya chutó fuerte, en un claro gesto de frustración. La presencia de Arturo Vidal tampoco supuso ninguna diferencia. Los jugadores abandonaron el campo mirándose, sin creerse que el marcador fuera 0-0.