Málaga C.F.
El Málaga, otro grande
Alcanza los cuartos de final por primera vez en su historia. El Oporto jugó casi toda la segunda parte con diez
En Málaga, con la clasificación para los cuartos de final por primera vez en su historia, sigue la fiesta. El equipo de Pellegrini superó al Oporto, gracias a los goles de Isco y Santa Cruz, y se coló entre los ocho mejores de Europa.
Como era previsible y como había anunciado su entrenador, Vitor Pereira, el Oporto, con un gol de ventaja del partido de ida, salió dispuesto a morder y a no dejar trenzar dos pases seguidos a los jugadores locales. Con marcajes férreos sobre Joaquín e Isco y una presión absoluta sobre el hombre que llevaba el balón, el encuentro se asemejaba al jugado en la ida. El Oporto presionaba y el Málaga trataba de jugar en largo, pero ni es su fútbol ni cogía los rechaces ni veía el balón, que sólo volaba por el aire. Pellegrini había optado por Iturra en lugar de Camacho buscando más fortaleza y más garra en el centro del campo. Arriba, la sorpresa fue Saviola en lugar de Santa Cruz. Es decir, más movilidad y apertura de huecos para que los laterales pudieran entrar por las bandas y Joaquín y Baptista rompieran por el centro sin marcas. La estrategia no le estaba dando mucho resultado al Málaga, al que le costaba un mundo llegar al área Eso sí, en las contadas ocasiones que lo consiguió creó mucho peligro. Sobre todo por el lado izquierdo con las subidas y galopadas de Antunes, quien lo intentó desde treinta metros y obligó a Helton a sacar un puño para desviar el balón a córner. Pasaban los minutos y no se veía una clara ocasión. Mucho juego aéreo, tiros lejanos del Oporto, sin peligro, y muchas faltas e interrupciones que Rizzoli no sabía atajar. Saviola abrió el marcador, pero de forma incomprensible Rizzoli anuló el tanto por una inexistente falta de Baptista, objeto de penalti, al meta visitante.
Hasta que apareció el genio de Benalmádena, Isco, para cazar un balón al borde del área, levantar la cabeza, mirar a Helton, algo adelantado, y colocarlo de forma magistral cerca de la escuadra de la meta portuguesa. Es lo que tienen las figuras: parece que no están, se pasan la mitad del tiempo sin hacer nada y, cuando es el momento clave, aparecen y resuelven los partidos. Y está claro que Isco, el «Golden Boy» europeo, es, con 21 años, una estrella.
La segunda mitad arrancó con un cambio importante en el conjunto portugués. Moutinho, que había sido duda hasta el final, dejó su puesto a una de las figuras visitantes, James Rodríguez. Sin su eje en el centro del campo, el hombre sobre el que gravita todo el juego portugués, el Oporto se quedó huérfano en la creación, pero ganó en fuerza y en ataque. Sin embargo, los intangibles en el mundo del fútbol están al orden del día. Pocos minutos después se produjo la jugada clave, la expulsión por doble amarilla del lateral Defour. Con una tarjeta, rompió una contra peligrosa de Joaquín y dejó a su equipo en inferioridad. El Oporto se quedó noqueado. Desde ese momento, el Málaga se hizo con el control del juego y con el balón. El conjunto portugués estaba «tocado», pero no caía.
El Málaga demostraba mucha cabeza. Jugó con tranquilidad, con parsimonia. Pellegrini pidió la víspera que no hubiera ansiedad ni precipitación y sus jugadores le entendieron a la perfección. Sin nervios, con cabeza, moviendo la pelota, el fútbol se hizo protagonista. Era el momento de Isco y de Joaquín, de los más técnicos, bien escoltados por Iturra y Toulalan. Y así llegaron las ocasiones. Isco la mandó fuera muy forzado, Saviola, que se vació, también la tuvo, pero sin acierto. Hasta que apareció Santa Cruz para poner de cabeza el balón en la red. Era el segundo gol, el de la clasificación, el del éxtasis. En Málaga sigue la fiesta.
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