Opinión
La Eurocopa, Naranjito y Littbarski
Oigo Littbarski y me pongo mechas rubias; oigo Boniek y me salen rizos y qué me dicen de Pfaff, Citronio o Clementina...
Ahora que los niños tienen un cuerpo de vacaciones que no se puede aguantar estoy por ponerles para desayunar o en la merienda un capítulo de Naranjito. Así, a pelo. Que cambien a Bob Esponja y Calamardo por Citronio y Clementina. Luego les explico que eso fue el enganche de su padre al fútbol de selecciones y la mirada más amable será un «pero qué le pasa a este hoy». Fracasé en la introducción a Maradona –«ese era un tramposo»– y a ver cómo les vendo lo de Luis Enrique y sus chicos sin mencionar lo de la última semana.
El arranque de una Eurocopa o de un Mundial era un día grande. Igual que tu madre apuntaba los cumpleaños en el calendario de la cocina tú tenías en la cabeza la fecha del arranque del torneo de turno. Ahora oigo Littbarski y me pongo mechas rubias; oigo Boniek y me salen rizos; oigo Platini y no pienso en un corrupto; oigo Altobelli, Cabrini o Tardelli y pienso que palmamos seguro y díganme si hubo algún portero que sonara mejor que Jean Marie Pfaff.
No ganábamos, pero lo pasábamos mejor que si lo hiciéramos. YouTube eran unos álbumes tamaño XXL por los que matabas. El fútbol de selecciones es que te traten de loco por dejarlo todo para ver un Finlandia-Dinamarca. Y si es a las 15:00 mejor. Los grandes campeonatos son momentos de tragar fútbol a deshora. El hincha sueña con correr por el pasillo de su casa gritando «Me lo merezco, me lo merezco». Como Míchel golpeándose el pecho al galope y levantando el dedo índice.
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