Manchester
Modric, el último gran héroe
El toque del genio; por Lucas Haurie
Nadie podrá negar que el golazo de Modric le lleva a encontrar con nombres de la historia madridista que sentaron cátedra en Mánchester.
A John Kennedy Toole le bastó una novela, «La conjura de los necios», que escribió antes de cumplir los 25 y fue publicada póstumamente después de su suicidio, para emparentar con los más grandes literatos norteamericanos: Fitzgerald, Poe, Henry Miller... Ya puede Paul Auster pasarse seis décadas trufando sus historias de elevadas referencias a la poesía provenzal o vender Jonathan Franzen cien millones de copias de sus entretenidos tochazos, que jamás alcanzarán la excelencia de un solo párrafo de Toole. Sobre gustos, ya se sabe. Habrá quien prefiera contemplar el trabajo de una cuadrilla de pintores de brocha gorda blanqueando un rascacielos antes que una miniatura de Vermeer, del mismo modo que el paleto madrileñí se enardece cuando José Tomás se revuelca con un bicho de media tonelada pero permanece insensible a las verónicas de Morante, en las que el toro aún no ha terminado de pasar media hora después de la cita. Es decir, que no todos los paladares aprecian el toque del genio.
Extravagancias perceptivas aparte, nadie podrá negar que el golazo de Luka Modric en Old Trafford lo lleva a entroncar con nombres de la historia madridista que sentaron cátedra en tan prestigioso escenario: Fernando Redondo, Ronaldo I «el gordito», y en ese plan. Además, no fue un lucimiento estéril, sino un zapatazo inverosímil que rescató a su equipo de una eliminación segura, pues hasta ese momento, ninguna prueba de vida había ofrecido en Manchester un Madrid cadavérico y sólo parcialmente reanimado por la ayuda que le prestó el árbitro. Si la décima Copa de Europa viaja al Bernabéu, llevará el nombre de este croata. A despecho de las esforzadas carreras de Arbeloa, Khedira y demás callejones.
Ave de paso; por María José Navarro
Protagonizará otro culebrón como el de Kaká, esto es una retahíla de resurrecciones que ríase usted de la que protagonizó Lázaro, oiga.
Vds, que ya saben cómo funciona esto del periodismo deportivo en estos años oscuros de tertulias, gritos, bufandas y forofeo, no estarán ya sorprendidos de la que se ha montado con Luka Modric. Tras su golazo en Old Trafford y una temporada en blanco (doble), ahora es pilar fundamental de su equipo, croata del año y candidato a los Globos de Oro por mejor actor de película de terror sin maquillaje.
Hace unos días Modric era un petardo y un nuevo fracaso de la política de fichajes de su club, que paga kikos a precio de percebe gallego. Lamentablemente, hasta aquí ya casi todo es usual, por no decir normal. La realidad es que Modric llegó del Tottenham con la vitola de jugador de clase y visión, pero increíblemente irregular, como puede atestiguar cualquier aficionado que siga mínimamente la Premier. Nadie que viera al Tottenham (al que llegó por cierto de la mano de Juande Ramos, ese estilista) podría dudar de la calidad del jugador croata, pero arquearía mucho las cejas leyendo las odas hagiográficas que le dedicó la prensa palmera cuando llegó a su actual club. Nadie que siga la Premier se sorprendería tampoco por sus largas ausencias y su poco peso en el vestuario de su equipo de ahora, ese mismo en el que a partir de su gol de Manchester se dibuja como formado en torno a su liviana figura de gorrión común. O mucho nos equivocamos o con Modric se nos viene encima otro culebrón como el de Kaká, esto es, una retahíla de resurrecciones que ríase Vd de la que protagonizó Lázaro, oiga. Intentarán convencernos de que Luka Modric es el mejor del mundo mundial y hasta de que podría ser top model. Al tiempo.
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