Papel
«Pobre de mí», se acaba el Mundial
En esta Copa del Mundo hemos visto selecciones caducas, como Argentina, otras que deben reformarse, como la alemana, y muchas con un futuro prometedor
En esta Copa del Mundo hemos visto selecciones caducas, como Argentina, otras que deben reformarse, como la alemana, y muchas con un futuro prometedor.
«Pobre de mí», entonaron anoche en Pamplona los miles de pamploneses y visitantes que se han pasado ocho días a lo grande –toros, encierros, música, baile, peñas, etc– y «pobre de mí» cantaremos hoy cuando el argentino Pitana ponga el punto y final a un Mundial que comenzó hace un mes porque Rusia no es Navarra y estos rusos tiran la casa por la ventana a la hora de hacer eventos. No son ellos. Es la FIFA la que nos organiza la fiesta del fútbol con 64 partidos –prórrogas sin incluir– para los amantes de un deporte que inventaron los ingleses y que concita pasiones. ¿Duda alguien de que la presidenta croata Kolinda Grabar-Kitarovic se va a sentar en el palco con la camiseta ajedrezada de su país? No. Estamos convencidos de que así aparecerá ante Infantino, el amo del fútbol, y Macron, más comedido y, por lo que se ve, menos forofo. Y de que en París o Zagreb la gente se va a echar a la calle para celebrar el título. Ya se sabe que el fútbol es la «cosa más importante de las menos importantes», frase muy acertada de Valdano.
Por eso cuando entonemos hoy el «pobre de mí» será mejor pensar en el futuro que en volver la vista atrás. La mirada al pasado nos trae malos recuerdos desde el día que Rubiales se levantó como un basilisco («Persona furiosa de carácter agrio», según la RAE) y fulminó a Lopetegui, astuto, pícaro y disimulado, o sea, taimado (RAE) por aceptar la propuesta del «ser superior». (Butragueño, dixit) que preside el Real Madrid.
Vendrán tiempos mejores si Luis Enrique se centra en la Selección, pasa de sus detractores y se dedica a trabajar, a encontrar la mezcla perfecta entre el tiquitaca y la presión, como ya hizo en el Barça. Si es así, le haremos un monumento en la escalerona de la playa de San Lorenzo, en su Gijón natal. Seleccionadores, selecciones, equipos, pero en este día triste de la despedida mundialista habrá que mencionar a los que no se visten de corto, a los que siguen el Mundial con otro fin. Y ese razonable equipo es el nuestro. El de LA RAZÓN, que ha vivido la fiesta con el mono de trabajo puesto y que ha contribuido, o al menos lo ha intentado, a hacer estas páginas amenas. Son los amantes del BAR (Ainhoa, Blanca, Uli, Roberto, Gonzalo, Javier y Emiliano) que le han dado a la tecla de la imaginación para contarnos sus impresiones. Y luego están los más sesudos, los de afilada pluma como María José Navarro, Valdeón, Rivasés, Martín o José Aguado. Julián Redondo se bajó del caballo, pero es uno de los nuestros. Como Mariano, Fran, José Manuel y Domingo, el de los viajes relámpago. A todos ellos, gracias, y nos vemos en Qatar dentro de cuatro años. «Pobre de mí».
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