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Tabárez, el maestro, jardinero y entrenador de Uruguay

Óscar Tabárez / Efe
Óscar Tabárez / Efelarazon

«Así como llegué a cosas que ni hubiese soñado, el camino podía haber sido otro y no me hubiera convertido en un frustrado. Se puede hacer otra vida, con otros valores y consideración de la sociedad. Cuando fui entrenador y me llevó a esto, me halaga mucho y me ha dado muchas cosas, pero también seguí pensando en ser la misma persona, involucrándome en la sociedad y con una escala de valores que respetar y en hacer más que en decir», contaba Óscar Tabárez, el entrenador uruguayo, en una entrevista en la emisora DelSol. A sus 71 años, después de 12 al mando de la selección uruguaya, se juega hoy, en su cuarto Mundial, su pase a los cuartos de final contra la Portugal de Cristiano. Ésta es su segunda etapa, después de haber estado como técnico en el Mundial de Italia de 1990 y haber pasado por Boca, por el Oviedo o por el Milan, entre otros.

Y pese a que el día que volvió a su hogar e hizo el camino hasta su escuela descubrió que es mejor no regresar al pasado, cuando en 2006 le llamaron para coger otra vez la selección no dudó. Volvió, pero no pidió dinero o poder ni utilizó palabras para fomentar la identidad o encender las pasiones. No. Llegó con un plan: «Proyecto de Institucionalización de los Procesos de Selecciones Nacionales y de la Formación de sus futbolistas», era su idea. Quería cambiarlo todo y transformar el fútbol uruguayo de abajo a arriba.

Porque Tabárez sabe que es en los niños donde empieza todo. Hasta mediados de los ochenta fue futbolista y maestro o entrenador y maestro. Pero cuando se tuvo que decidir, optó por el fútbol. «El acceder a la educación, tener la enseñanza secundaria, hace mejores a los futbolistas», dice.
Tiene un discurso razonado, pausado, un discurso de persona que ha vivido y que ha pensado sobre lo que ha vivido. Él dice que gran parte de las reflexiones se le ocurren cuando pasea por su jardín, pero debido a su neuropatía crónica, que le impide andar con facilidad y que hace que se le vea siempre con un bastón, ya no puede ocuparse de él como hacía antes. Ahora dirige a sus jardineros, como lo hace también con los futbolistas. «A veces hay que podar, hay que quitar el árbol torcido que entorpece. Hay que poner las plantas en el lugar adecuado, hay las que son de sol o de sombra...»