MVP

Mundial de Qatar 2022, Argentina - Francia: El paseo triunfal de Messi

El “10″, cuando su carrera se está acercando a su fin, conquista el título que le faltaba, con el que soñaba, el que le hizo llorar, y lo hizo caminando por el césped y golpeando en cada arrancada

Leo Messi es el futbolista que camina por el césped, pero entre paseo y paseo no está sólo descansando. Está pensando: por aquí puedo hacer daño, ¿o quizá por allá? Arranco ahora, o ¿dejo pasar esta jugada? Sin contar los porteros y los que apenas salieron unos minutos, en la final del Mundial de Qatar volvió a ser el futbolista que menos kilómetros recorrió, pero en su caso más que la cantidad se tiene que medir la calidad de las carreras. La última parecía que era para la gloria, para marcar un gol muy poco suyo: con la pierna derecha, de oportunista dentro del área para rebañar un rechace tras el tiro de Lautaro Martínez. Nada de fantasía en esa acción: era estar ahí, y estuvo. Siempre ha jugado así, caminando gran parte del partido, con el ordenador que hay en su cabeza funcionando, y muchas veces se le ha echado en cara: normalmente es uno menos para defender y cuando su equipo pierde eso es una losa. Aunque las críticas le llegan más desde fuera que de los propios compañeros, que son los que corren por él y reconocen que lo hacen encantados, que ningún problema, al revés, que es un honor. Todos corren por ellos, pero también por Messi y eso no es fácil de conseguir en un vestuario. El paseo del “10″ en Qatar ha terminado siendo triunfal después del sufrimiento de un encuentro que tuvieron que ganar tres veces a Francia, para conseguir la competición que más deseaba, la que tantos disgustos le ha dado y la que le hizo llorar de nuevo, pero esta vez de alegría.

La final fue un reflejo de lo que ha venido siendo su actuación en todo el campeonato: acciones casi selectivas con la intención de que sean decisivas, para hace daño de verdad con una precisión quirúrgica. Su jugada más icónica en Qatar ha sido el regate a Gvardiol en las semfinales contra Croacia: le habían señalado como el central del Mundial y Leo se deshizo de él arrancando, parando, volviendo a arrancar y girando. No era momento de andar ahí. De los cuartos queda su pase imposible para el 1-0. En la final tuvo que volver a tirar un penalti (le han pitado a Argentina cinco a favor en todo el torneo) y esta vez no optó por el lanzamiento de seguridad fuerte y cruzado, apostó por esperar hasta que Lloris se venció a un lado. No sería la última vez que lo haría. Pero antes de la tanda pasó mucho.

De la Argentina de Maradona, a la Argentina de Messi

La descarga de Messi al primer toque propició la contra que armaron perfectamente Mac Allister, Julián Álvarez y Di María. Son tres de los escuderos que tiene. En realidad, todo el equipo lo es: si la Argentina de 1986 no tenía sentido sin Maradona, esta no lo tiene sin Messi, que es el centro de todo, el que da explicación a lo que hacen el resto de jugadores que visten como él. Y cuando le llega el balón toca activarse, buscar el pase, lo inesperado, y si no sale, a caminar y a seguir pensando para cuando llegue la nueva oportunidad. Uno de sus paseo fue para mal, porque se confió y Coman le robó el balón y eso propició la jugada que Mbappé convertiría en el 2-2. De nuevo, como contra Países Bajos, se temía lo peor, pero Argentina logró rehacerse, también del golpe de ver que el 3-2 tampoco era suficiente. En la prórroga, con la energía que le quedaba, sí presionó más Messi.

Adiós a “pecho frío”

A Leo le quedaba un último paseo. El que va del centro del campo para tomar el balón y colocarlo en el punto de penalti en la tanda. Lanzó el primero, y sin correr, andando, se dirigió a la pelota para con una caricia mandarla a la red. Después Dibu Martínez hizo su trabajo desde los once metros e hizo que esta historia se pueda contar por encima de la de la resistencia de Mbappé. Leo ya es campeón del mundo, pero además se convirtió en el futbolista que más partidos ha disputado en la historia de esta competición (26, superando a Matthaus) y en el primero que consigue marcar al menos un gol en todas las eliminatorias directas: marcó a Australia en los octavos el 1-0, a Países Bajos el 2-0, de penalti; a Croacia el 1-0, desde los once metros; como en la final ante Francia, partido en el que sumó un doblete con su tanto en la prórroga. Fue nombrado el MVP del torneo y esta vez lo recibió con una sonrisa. En 2014 también recibió ese premio y apenas lo podía creer. Perdió la final. Esta vez, al pasar al lado de la Copa, la besó.

Leo ya consiguió ganarse el cariño de los argentinos hace tiempo, aunque le costó: “pecho frío” le decían al principio porque apenas le vieron, sólo veían que en el Barcelona triunfaba y que con la selección se estrellaba. Ahora, con el Mundial en su poder, ya es un Dios que brilla al menos tanto como Maradona en la Albiceleste.