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Su Majestad Messi tiraniza la Liga

El Sevilla se adelantó dos veces y las dos empató el argentino, que luego hizo el tercero. Al final del encuentro, Suárez metió el cuarto

Messi tras anotar el segundo de los tres goles que metió ayer al Sevilla
Messi tras anotar el segundo de los tres goles que metió ayer al Sevillalarazon

La Liga ha muerto, viva la Liga. Y viva también, sobre todo, Leo Messi, el futbolista que más ha contribuido a convertir el campeonato español en una referencia mundial. En mayo, el capitán del Barcelona habrá ganado su décimo título liguero en quince campañas, una dinastía que ayer redondeó con su enésima actuación estupefaciente. Frente a un Sevilla feroz, que se encomendó a su guarida del Sánchez-Pizjuán para completar una formidable primera parte, Messi devastó las esperanzas de remontaba de sus perseguidores madrileños con tres golazos, a cual más bello, y el remate de asistencia a Luis Suárez que fue pura magia.

Pablo Machín encaró la visita del Barcelona en una situación muy parecida a la que vivía cuando recibió al Real Madrid al comienzo de la temporada: discutido por una mala racha y necesitado de cambiar el dibujo porque las lesiones le están diezmando la plantilla, el técnico soriano tocó, más que unas teclas, una sonata de piano. Ayer, como entonces, sometió al poderoso enemigo con un 45 minutos de vértigo y goles, con la diferencia de que los madridistas apenas opusieron el talentillo sietemesino de su chavalería (Asensio, Lucas y compañeros mártires), mientras que los culés poseen al Gran Cañón Berta del fútbol mundial. En el duelo a una bala de las eliminatorias, es posible competir. En la carrera de largo aliento que son las 38 jornadas de Liga, no hay rivalidad posible. La celebérrima fórmula de «hubo una parte para cada equipo» es imperecedera, un recurso eterno para cronistas de toda época y condición. Aplicable, por supuesto, al partido de ayer en Sevilla, donde los locales armaron una línea de cuatro centrales -con Mercado y Wöber de improvisados laterales- para lanzar por los costados a Promes y Navas, sus dos flechas más veloces. Ellos estuvieron en el inicio y la culminación del primer gol, anotado por el capitán sevillista tras un robo del holandés y una conducción frenética de Ben Yedder, que trasladó el balón de un frente al otro del ataque. El plan de Machín se cumplía a la perfección, con la salvedad de que no pasaron ni cinco minutos y ya había empatado Messi, quien remató el centro de Rakitic con una volea estratosférica a la escuadra. No desmayó el Sevilla, consciente de que la estadística casi descuenta el gol del astro cada vez que se enfrenta con su víctima predilecta, y se lanzó a por el segundo tanto, que pudo llegar en dos aproximaciones peligrosas de Ben Yedder y Promes pero que fue anotado por Mercado de certero derechazo a pase de Sarabia. Faltaba muy poco para el descanso y pocos sevillistas lamentaron el cabezazo franco que Kjaer tuvo para anotar el 3-1. La hora del rechinar de dientes sería al regreso del camerino.Antes de que, al cuarto de hora, Machín tuviese que agotar los cambios a causa de tres lesionados más en un plantel que se debate entre el gafe y la escasísima calidad física, ya se intuía que los segundos 45 minutos serían «molto longos». Con Dembelé como segundo delantero, Messi era libre para moverse a su antojo a la espalda de los mediocentros sevillistas y desde ahí continuó con su recital a medida que los cambios obligaban al adversario a trastocar su esquema hasta convertirlo en un galimatías ininteligible.Era cuestión de tiempo que llegase el empate de Messi, mediante un sedoso derechazo al tragaluz, la culminación de la remontada por parte de Messi, con una picadita sutil tras un tiro bloqueado a Aleñá, y el gol de la tranquilidad de Suárez pero achacable en gran medida a Messi, que lo habilitó con un toque de prestidigitador, sin dejar caer el balón tras controlarlo con el pecho. Pues todavía discuten algunos recalcitrantes...