Ciclismo
Golpe de mando de Thomas
La medida de cómo ha sido una etapa de montaña está en las caras de los ciclistas que cruzan la meta. Las jadeantes, como la de Enric Mas, 33 segundos perdidos en este primer final en alto del Tour de Francia. Las tambaleantes como la de Alaphilippe, que ni sujetándose siquiera a la valla lateral encontró el equilibrio y necesitó de la ayuda del personal del Tour después de haberse dejado hasta el último aliento por mantener un maillot amarillo. Se le terminó escapando por seis segundos de bonificación intermedia a favor de Giulio Ciccone, el chaval que pasó en la meta de una cara de rabia, primero, por perder la etapa a la de incredulidad por saberse, después, líder del Tour a sus 24 años.
Luego están las caras decepcionadas, como la de Bardet, que se dejó más de un minuto largo con Geraint Thomas y llegó ahogado, asfixiado y tan derrotado como Nibali, que entró pocos segundos antes que el francés. Está también la cara de galés de Geraint Thomas, que no dice nada pero lo dice todo. Hierático en el gesto después de haberse desatado en la carretera de tierra que el Tour guardaba como sorpresa para la llegada a la Planche des Belles Filles de este año, un final inaudito y espectacular, con sello de la Vuelta a España a la que tanta personalidad le ha dado Javier Guillén.
A Thomas le gustó el polvo seco que bajo el sol que lucía sobre los Vosgos se levantó a su paso y quiso ser parte de esa tormenta de arena. Se adentró en ella cuando en los últimos metros Alaphilippe se creció tanto que el corazón le mandó atacar como solo él sabe, fuerte y decidido. Pero no le sirvió de nada, ni para mantener siquiera el liderato del Tour. Esa estela siguió Geraint Thomas, la huella de las ruedas de «Loulou» entre la polvareda para dar su primer golpe de autoridad. Aquí estoy yo.
Por si acaso a alguien se le había olvidado que él, campeón vigente, es y debe seguir siendo la referencia, no solo de su equipo Ineos sino de todos los rivales que se atrevan a vencerle. Thomas arrancó y llegó a meta así, hierático. Sin los jadeos de Enric Mas, ni la decepción de Bardet o la asfixia de Nibali y rascando segundos a todos. Dos a Pinot y a Alaphilippe, 7 a Nairo Quintana, nueve a Fuglsang, Landa, Bernal y Richie Porte y 14 a Adam Yates. Un pequeño botín en el camino hacia el reluciente y amarillo tesoro que quiere renovar en París.
«Cuando Alaphilippe ha arrancado a 800 metros he tenido la confianza de dejarle ir, tomarme mi tiempo y después arrancar para cogerle. Ya en el final iba soplando pero he estado sólido. Decente». Y tanto. A Thomas le ha bastado la primera llegada en alto del Tour para demostrar por qué es el líder de este Ineos en el que todo el mundo giraba las miradas hacia Egan Bernal. También sacó de punto al colombiano que tan invencible parecía en las montañas. No de momento. Y eso que este Ineos, al menos el de ayer no asusta tanto como aquel temible Sky que hasta el año pasado convirtió el Tour en un desfile de hombres de negro.
Poels, su gregario más fiable cedió por el empuje y la garra que el Movistar le puso a la etapa. Los de Unzue encendieron la mecha. Primero como equipo, con Soler, Amador y el arcoíris de un brillante y entregado Valverde para echar abajo la escapada que resolvió Theuns (Bahrain) y dio a Ciccone el amarillo. Después, a 4 kilómetros de la meta fue el turno de Mikel Landa con uno de esos ataques con los que el alavés, y solo él, levanta del sillón a la afición. Puso en jaque a todos y desarboló al Ineos en el que ya solo quedaban Kwiatkowski, Bernal y Thomas. Terminaron atrapando a Mikel Landa pero, lo mejor, fue constatar que «las sensaciones son buenas y me hacen ser optimista». A él y a todos en este Tour tan abierto, sí, pero que al que Thomas ya le ha dado su primer golpe de mando. Por si a alguno se había olvidado.
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