Golf
Jon Rahm, qué suerte que seas español
El golf, en España, le interesa a cuatro pirados. Ahora, mientras el de Barrika ronde los primeros puestos del ranking, surgirá un pequeño ejército de expertos de baratillo.
¿Alguien habría imaginado la existencia de una disciplina deportiva de masas que, para el común de los españoles, fuese menos interesante que la Fórmula Uno? Exacto: el golf, un juego que literalmente vuelve locos a los anglosajones y del que aquí nos acordamos cuando uno de sus practicantes reúne dos requisitos: ser un fenómeno y poseer un DNI con la bandera rojigualda. Estas características solo las han aunado los ciudadanos Severiano Ballesteros y Jon Rahm, incluso antes de ganar en Augusta, al contrario que otros excepcionales golfistas como los también ganadores del Masters Chema Olazábal y Sergio García, más un puñado de meritorios habitantes de los grandes circuitos profesionales, presentes o pretéritos, que no cuentan con el reconocimiento que merece su estatus. ¿Por qué? Porque el golf, aquí, le interesa a cuatro pirados. Ahora, mientras el de Barrika ronde los primeros puestos del ranking, surgirá un pequeño ejército de expertos de baratillo.
La dimensión global de Seve, con su legendaria columna semanal en «The Times» como timbre glorioso de popularidad, no puede explicarse a través solo de su palmarés; que es enorme, pero mayor fue el impacto del cántabro en la historia del golf. Y con Jon Rahm, desde sus tiempos de universitario prodigio, ocurre algo parecido. Antes de su coronación en el estado de Georgia, y antes incluso de conquistar su primer «major» en el verano de 2021, todo el pequeño universo de la pelotita blanca esperaba su advenimiento como el de un Mesías. Phil Mickelson, ganador de seis grandes y el hombre que le dio la posibilidad de jugar en The National por primera vez, lo definió con tanto laconismo como elocuencia cuando todavía era amateur: «Está señalado por los dioses».
Precisamente ese «Señalado por los dioses» es el título del libro (TenGolf Books) que publicaron en 2020 David Durán y Alejandro Rodríguez, los periodistas que mejor lo conocen y que cuentan cómo el entrenador de Jon en Arizona State, Tim Mickelson, construyó una fecunda relación entre su hermano Phil y el joven vizcaíno, obsesionado con emular las hazañas de Ballesteros casi desde la cuna, pues su primer contacto con el golf se remonta a la Ryder Cup que Seve organizó en Valderrama. Allí estuvo la familia Rahm con el futuro campeón, que aún no había cumplido tres años… y que con doce ya se dejaba las pestañas buscando en youtube los vídeos de su ídolo. Javier, el hijo del mito cántabro, le agradecía en una carta abierta la dedicatoria a su padre recién ceñida la chaqueta verde: «Qué suerte que seas español».
Español y detentor ya de un récord de Europa, pues Jon Rahm se convirtió ayer en el primer jugador de esta orilla del Atlántico en ganar los dos grandes torneos estadounidenses, el US Open y el Masters, y expresó su propósito de ser también el primero en conseguir los cuatro galardones del Grand Slam, hazaña que solo han logrado cuatro estadounidenses y el sudafricano Gary Player. Son retos mayúsculos que solo están al alcance de quien no juega contra los campos ni contra los rivales porque su ambición tiene más que ver con la historia que con los triunfos concretos. Si a sus compatriotas les interesase el golf, emparentaría enseguida con los Indurain o los Nadal. Pero resulta que no.
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