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Despedida

El último baile de Pau Gasol, Valverde y Chuso García Bragado

Los Juegos son el colofón para varios históricos de la Edad de Oro del deporte español

Pau Gasol, en uno de los partidos de preparación
Pau Gasol, en uno de los partidos de preparaciónAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Las grandes figuras de la Edad de Oro del deporte español están en la cuenta atrás. Algunos como Rafa Nadal han tenido que renunciar a los Juegos para no poner en peligro su futuro a corto plazo. Otros llegan a Tokio en busca de un broche glorioso a sus carreras. Son deportistas que siguen en la élite en torno a los 40 años, una edad que hace tiempo era sinónimo de llevar años retirado. La lista de veteranos es también la de ilustres aspirantes a medalla como Pau Gasol, Alejandro Valverde, Dani López Pinedo, Raúl Entrerríos, Laia Palau o Sandra Sánchez. El caso de Jesús Ángel García Bragado es único. Con 51 años va a participar en sus octavos Juegos Olímpicos. No ha fallado desde Barcelona’92. Hace cinco años en Río fue diploma en los 50 kilómetros marcha y la ovación que recibió del resto de la expedición española a su llegada a la Villa todavía se recuerda como uno de los momentos más conmovedores de los anteriores Juegos. Buena parte de los más de 300 deportistas españoles que competirán en Tokio no habían nacido cuando García Bragado accedía al estadio de Montjuic en Barcelona.

Hay para quien los Juegos suponen un punto y final con sus respectivas selecciones dentro una trayectoria para enmarcar. Laia Palau es el ejemplo perfecto. Cerca de los 42 años y con 12 medallas en 18 campeonatos considera que ha llegado el momento de dar el relevo, aunque eso será en la selección porque tiene un año más de contrato con su club, el Spar Girona.

A Raúl Entrerríos, los Juegos en 2021 le «obligaron» a posponer su retirada. Antes de encargarse de las secciones inferiores de balonmano en el Barça persigue una medalla con un grupo que aspira al máximo. Para Alejandro Valverde, otro de la generación del 80, es la cuenta pendiente 17 años después de su estreno olímpico en Atenas. Ha ganado todas las carreras de un día imaginables, pero tiene pendiente el podio en unos Juegos.

Para Sandra Sánchez la gran oportunidad de su vida llega camino de los 40, aunque para ella lo de la edad la lleva marcando toda su vida. Que si empezó tarde, que si a estas alturas... es la mejor karateca del mundo y una de las más claras opciones de oro de la expedición española en una disciplina que se despedirá en Tokio. De despedidas no quiere saber nada Dani López Pinedo. El portero titular de la selección de waterpolo tampoco cumplirá los 40. Ha ganado medallas en Europeos y Mundiales. Persigue un metal olímpico después de renovar por dos años con el Atlético Barceloneta.

El ahora o nunca de Pau

El 24 de marzo de 2020, la fecha en la que se aplazaron los Juegos, Pau Gasol llevaba un año y dos semanas sin disputar un partido oficial. El desastre de la pandemia cambió la planificación para un hipotético retorno del mejor jugador español de la historia. El aplazamiento de la cita en Tokio se convirtió en un motivo más, el más importante, para seguir peleando por el regreso y por una retirada «disfrutando del baloncesto». Y en eso está Pau. De momento disfrutando.

La lesión que le tuvo más de dos años sin jugar es pasado para un hombre que el 6 de julio cumplió 41 años. El gran objetivo de su regreso, la disputa de sus quintos Juegos Olímpicos, está muy cerca de consumarse. Para eso fichó por el Barça en marzo, regresó a las canchas el 9 de abril ante el Bayern en la Euroliga y fue recuperando sensaciones. «Tal vez no soy el mismo que hace unos años, pero sigo siendo un jugador especial. No tengo la chispa y la juventud de antes, pero sí las ganas y la ambición», afirmó en su regreso a Barcelona. Su importancia creciente en el equipo azulgrana, el título de campeón de la Liga Endesa y la vuelta a la selección son la recompensa «a las muchas dudas y a los muchos palos» que ha sufrido desde que cayó lesionado.

El actual Pau Gasol aporta tanto dentro como fuera de la cancha, según asegura Sergio Scariolo y confirmó Jasikevicius tras ganar la ACB. En pista ya ha demostrado, tanto en el Barça como en la selección, que sus 10-15 minutos dan un plus al equipo saliendo desde el banquillo.

Pau no ha faltado a unos Juegos desde que debutara en Atenas 2004. Y eso que pudo hacerlo cuatro años antes. Lolo Sainz, el seleccionador en Sídney 2000, reclutó a sus amigos Raúl López y Juan Carlos Navarro para aquellos Juegos y luego reconoció que debía haber incluido a Pau en la lista de doce elegidos. Sólo en aquel estreno en Atenas se quedó sin medalla. Después de un torneo perfecto, el cruce de cuartos ante Estados Unidos –siempre USA como verdugo– aplazó cuatro años su primer metal olímpico. En Pekín ganó la plata en una final memorable; en Londres repitió metal en otra final para la historia ante sus colegas de la NBA y en Río sumó un bronce después de caer en semifinales otra vez ante los yanquis. En el grupo que ha viajado a Tokio hay un clima de ahora o nunca del que es más partícipe que nadie el propio Pau.

Él podría no ser la única despedida de la selección de baloncesto en Tokio. El núcleo duro de los campeones del mundo en China hace dos años también pueden tener los días contados en la selección. Los Ricky Rubio, Marc Gasol, Rudy Fernández, Sergi Llull... el último baile de muchos.

La medalla que le falta a Valverde

«No me gusta la presión de las medallas», dice Alejandro Valverde, como si no estuviera acostumbrado a pelear por ellas desde hace 18 años, desde que fue segundo en el Mundial de 2003, el de su debut, por detrás de Igor Astarloa. Como si no fuera el ciclista que más medallas ha conseguido en la historia de los Mundiales. Siete trofeos tiene, el último, el ansiado oro que consiguió en Innsbruck en 2018.

Pero los Juegos son otra cosa, una competición en la que Alejandro nunca ha tenido buenos resultados. Era el líder del equipo en aquellos Juegos de Pekín en los que Samuel Sánchez se convirtió en el ciclista de oro cuando todo el mundo miraba a Valverde y a Freire. Ahora el murciano busca ese oro en la que debía ser la temporada de su despedida, como hizo Vinokourov en 2012. Ganó el oro olímpico y se retiró el kazajo, pero Valverde se resiste. Cada vez está más cerca de continuar una temporada más, un año que espera que le sirva para lucir el metal dorado como hizo con el arcoíris que sólo disfrutó un año, pero que parecía hecho para él. «No es una carrera de pueblo», advierte. «Son los Juegos Olímpicos», añade, «y vamos a darlo todo y todos, pero no quiero más presión de la debida». Son ya 41 años los que ha cumplido Alejandro y, aunque el año pasado pareció haber perdido la capacidad de competir con los más jóvenes que parecen dispuestos a arrasarlo todo, esta temporada ya ha demostrado que sigue en condiciones de plantarles cara. El confinamiento se hizo más difícil de recuperar para un hombre de 40 años que para criaturas que acaban de cumplir los 20. Pero Alejandro es especial y está dispuesto a todo. Los Juegos Olímpicos ya eran su gran objetivo para el curso pasado y han vuelto a serlo en éste. Su preparación ha girado en torno a la posibilidad de colgarse el oro en Tokio, unos Juegos que parece que no cumplen años como le sucede al propio Alejandro y que siguen teniendo el apellido 2020. Estaba dispuesto, incluso a abandonar el Tour en la última semana, volver a casa después del último día de descanso. Sin embargo, Valverde es incapaz de renunciar a una competición y, aunque en algunos momentos se ha guardado, ha vuelto a competir con los mejores. Sabe el seleccionador, Pascual Momparler, que es imposible frenarle, y se conforma con que no se haya desgastado de más en esos últimos días que le sobraban a su libro de ruta en la carrera francesa. El equipo vuelve a girar en torno a él. El jefe es Valverde, aunque, admite Momparler, todos pueden aprovechar su oportunidad.

Será su quinta participación en unos Juegos. Su mejor puesto es el decimotercero que consiguió en 2008. Ahora espera que haya llegado su momento de dar el salto. El último gran salto.

Y dura, y dura... los octavos Juegos de Chuso

«No, no, no», exclama Jesús Ángel García Bragado. «Ni París ni nada». Y se ríe. No es la primera vez que dice algo así y después ha reculado, pero ahora es la definitiva: los 50 kilómetros marcha de Tokio 2020 serán la última competición de su carrera deportiva. Estamos ante un atleta magnífico que va a convertirse en único. Con 51 años, los de la capital de Japón serán sus octavos Juegos. Nadie ha llegado tan lejos. Ha pasado por Barcelona, Atlanta, Sídney, Atenas, Pekín, Londres y Río. Agota sólo escribirlo. «Es que es muy complicado. Empecé muy jovencito en el 92 y ahora voy a acabar muy mayorcito en 2021. La gran dificultad primero es que te respeten las lesiones, o que te dejen continuar siendo competitivo y entrenando a un buen nivel, y después que las obligaciones que tengas en la vida te permitan seguir entrenando», cuenta. Pensó que el final del camino iba a ser en Brasil, pero fue siguiendo y motivándose, por ejemplo, con que su prueba desaparecerá del programa olímpico. Será la última, y él quiere estar allí. Ni siquiera se le ha hecho largo el año extra de preparación por la pandemia, aunque sí ha tenido que alterar sus planes, porque pensaba retirarse en 2020 y centrarse en su profesión, la podología, a nivel formativo, pero ha tenido que combinarlo con el entrenamiento, y no ha tenido tiempo para dedicar a ambas cosas como hubiera querido. Ha aprovechado el año para pulirse. Sus dos caderas están operadas y la izquierda le da «guerra» de vez en cuando. Tiene que infiltrarse con factores de crecimiento. El último fue el 15 de julio y dice que ya casi «ni se enteró». «El invierno ha sido más limitante por la cadera, pero en verano, con el caloret y estas cosas... Además, con el entrenamiento vas afinando, pierdes esos 3 o 4 kilos y la articulación lo agradece. No me puedo quejar», desvela. «Incluso me hubiera venido bien tener unas semanas más en agosto, un aplazamiento, que se hubieran hecho más para el otoño, aunque tampoco tendría mucho sentido porque esto de la pandemia no va a terminar en octubre», reconoce. A sus 51 años tiene ganas de batallar y hubiera preferido que la marcha se disputara en Tokio, no en Sapporo, donde la han llevado porque las condiciones climatológicas son más suaves. Pero si sale un día duro de calor y humedad no renuncia a nada con esa estrategia de ir de menos a más. «Si tuviera opción de medalla, me dejo la vida. Pero siendo realista, intentaré estar entre los 10 primeros», desvela. Después, «por fin vacaciones sin pensar en no perder la forma y eso». Y en 2024... «Si voy a París lo más probable será como espectador, que está a cinco horas en tren de Barcelona. Ojalá pudiera hacerlo con alguna responsabilidad con un atleta, de entrenador».