Gimnasia
El bronce sanador y con mensaje de Simone Biles
“Esta medalla es más dulce que los oros de Río. Somos humanos y no un simple entrenamiento”, reclamó la gimnasta estadounidense tras ser tercera en barra de equilibrio
Es muy difícil ser Simone Biles. Cada pequeño movimiento que hace, incluso sólo para quitarse la mascarilla, desata una ráfaga de flashes. Leer y escuchar todo el rato que estás en Tokio para hacer historia y poner tu nombre al lado de los mitos más enormes pesa y a la estadounidense le pesó tanto que tuvo que abandonar.
Su triunfo esta vez ha sido reconocer su debilidad. Humanizarse también es ganar y lo es también volver a tiempo para competir antes de que todo se acabe y marcharse con una sonrisa y un sabor dulce en la boca. Su bronce en barra es una medalla sanadora, de esas que curan y que en el gimnasio Ariake celebró todo el mundo, incluso sus rivales. Y hasta el presidente del Comité Olímpico Internacional, que allí estaba y bajó desde la grada para rendir honores a Biles. «Estoy muy orgullosa de mí misma, por estar aquí después de lo que he pasado», reconocía la protagonista ya relajada una vez terminada su participación. «Ha sido una semana muy larga y también han sido cinco años muy largos. No esperaba conseguir una medalla. Sólo quería salir y hacerlo por mí, y eso es lo que he hecho. Este bronce es más especial que las medallas de Río. Lo apreciaré durante mucho tiempo», añadía cerrando una historia en Tokio que no se esperaba así.
Se suponía que llegaba estos Juegos a colgarse seis medallas olímpicas y convertirse en la atleta femenina más laureada de la historia en cualquier deporte. Pero hace una semana dijo basta por problemas de estabilidad emocional. Una crisis de ansiedad, que la decidió a poner su salud por delante del deporte, como cuando alguien decide no infiltrarse más un tobillo maltrecho para poder caminar normal cuando se retire.
Como la estrella que es, su decisión se convirtió inmediatamente en la noticia de los Juegos, la que se recordará cuando dentro de mucho tiempo se haga un resumen de lo que sucedió. Los mareos que sufría en las piruetas más arriesgadas la anularon y todos estos días ha estado entrenando en privado buscando una señal que le permitiese volver.
Y fue el último día, en la barra de equilibrios, donde no es tan dominadora pero no hay que hacer piruetas infernales. No es que no fuera favorita al oro, es que ni siquiera los expertos la colocaban con muchas opciones de medalla. Pero alcanzó ese bronce que ya es un tesoro para ella, que con 24 años puede pensar en dentro de tres en París para hacer historia como la más ganadora de siempre. Los cuatro oros de Río no le supieron tan bien como la pequeña recompensa que consiguió ayer.
«Definitivamente este bronce es mucho más dulce», confesaba abandonando el gimnasio casi levitando. Su ejercicio no fue tan perfecto como el de las dos chinas de 16 y 18 años, que se llevaron el oro y la plata. Guan Chenchen ganó con 14,633 puntos, seguida de su compañera Tang Xijing, con 14,233. Biles firmó 14,000, aunque incluso para ella era lo de menos. Lo que quedaba era el gesto de valentía. «Somos humanos, no un simple entretenimiento», reclamaba. Lo que significaba la medalla era superar los miedos y esos fantasmas que no se ven pero son peligrosos. La abrazaron sus compañeras y también las rivales mientras los flashes seguían disparándose.
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