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Tokio 2020

De la bomba suicida de sus padres al horror de la guerra: tres impactantes historias paralímpicas

Lejos de las medallas y de los récords, estos juegos nos dejan historias inspiradoras que representan, sin lugar a dudas, el verdadero espíritu olímpico

Abbas Karimi, Haven Sheperd e Ibrahim Al Hussein
Abbas Karimi, Haven Sheperd e Ibrahim Al HusseinAgenciasLa Razon

Los Juegos Paralímpicos de Tokio encaran su semana final hasta el próximo 5 de septiembre cuando la llama se apagará definitivamente. Lejos de las medallas y de los récords, estos juegos nos dejan historias inspiradoras que representan, sin lugar a dudas, el verdadero espíritu olímpico. Guerras, enfermedades, abusos... nada ni nadie pudo acabar con el sueño de unos atletas que se han convertido en todo un ejemplo. Estas son tres de las historias más conmovedoras:

Abbas Karimi

Abbas Karimi es el único deportista afgano de las Paralimpiadas de Tokio. El nadador, que escapó de su país a los 16 años, no defiende la bandera de su país, pues forma parte del equipo de refugiados pero pudo ver con emoción como su tierra estaba representada en la ceremonia inaugural.

Nació sin brazos y tuvo una infancia difícil por su discapacidad en Kabul, una circunstancia le llevó a practicar, a partir de los doce años, el kickboxing, una disciplina que le sirvió para tratar de hacerse fuerte e intentar defenderse en el colegio de todas las humillaciones a las que se vio sometido. En un país en el que la discapacidad es una condena, sufrió discriminación y acoso psicológico (bullying) no solo por su discapacidad, sino también por su identidad. Sin embargo fue en la natación donde encontró un refugio. Su hermano construyó una piscina de 25 metros para la comunidad cerca de su casa, en Kabul.

En 2013, Abbas tuvo que huir del país debido a las persecuciones que atentaban contra su grupo étnico. Primero a Irán, con varios incidentes durante la travesía, y después Turquía, donde permaneció en diferentes campos de refugiados para menores y empezó a competir en natación. En 2015, Mike Ivers, un ex entrenador de lucha libre, lo vio en un vídeo a través de las redes sociales e hizo todo lo posible por llevarlo a Estados Unidos, que aceptó su entrada en el país tras la mediación en las largas gestiones del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU.

Desde entonces, Abbas ha ganado ocho medallas, incluida la medalla de plata que obtuvo en el Campeonato Mundial de Natación Adaptada de 2017 en la Ciudad de México. Su historia comenzaba a escribirse con la nueva vida que empezaba a tener en América. Entrenando seis días a la semana en el Complejo Acuático de Carter, en Fort Lauderdale (Florida), su constancia, trabajo y fuerza de voluntad le han llevado a cumplir su sueño de participar en el mayor escaparate del deporte paralímpico.

Forma parte del Equipo Paralímpico de Refugiados del Comité Paralímpico Internacional (CPI) pero su objetivo es llevar esperanza a millones de personas desplazadas en el mundo. “Creo en mí mismo, pero nada de lo que hago es para mí. He llegado muy lejos y, como colaborador de ACNUR, me esfuerzo para representar a todas las personas refugiadas y desplazadas en el mundo” afirma.

Desde que se marchó de Afganistán a los 16 años solo ha vuelto una vez. “Volví en 2019 once días para estar con mi madre porque mi padre había fallecido. Lloré mucho”, asegura Karimi, que aún recuerda las palabras que su progenitor le dijo antes de fallecer relacionándolas con sus éxitos en la piscina: “Sabía cuando naciste que ibas a ser algo especial, entre todos mis hijos tus eres el único que puso mi nombre en la cima del mundo”.

Con el paso de los años, Abbas Karimi tiene su filosofía clara. “Cuando muera quiero que la gente sepa que Abbas Karimi, que nació sin brazos, nunca abandonó sus sueños y sus metas”...

Ibrahim Al Hussein

Este joven atleta de alto rendimiento originario de Siria perdió una de sus piernas mientras le salvaba la vida a uno de sus amigos, quien dentro de este contexto de guerra, había sido herido por un francotirador. Y aunque el sueño del nadador de convertirse en un atleta olímpico parecía truncado en ese momento, al final logró reponerse y hoy participa los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, representando a la delegación de refugiados por segunda ocasión consecutiva.

“Fue muy duro, es difícil explicarlo con palabras. No era vida. No podíamos movernos por la ciudad, no podíamos salir de la ciudad, no teníamos electricidad ni agua, no nos llegaba comida... Todos los días había algún bombardeo cerca nuestro, era aterrador”, relató el nadador en una charla previa al arranque de los Juegos, sobre los años que vivió en medio de la guerra civil de su país, la cual estalló en 2011. “Tampoco podía entrenarme, porque no teníamos permitido salir de nuestras casas. Fue el comienzo de los años más duros en Siria”, agregó el deportista, haciendo referencia a su sueño de conseguir la gloria olímpica, algo que desde niño había estado en su mente, pues quería seguir los pasos de su padre, quien también fue un atleta que participó en las olimpiadas.

En ese clima de crisis político-social, uno de sus amigos fue herido por un francotirador que amenazaba con matarlo. Fue en ese momento cuando la vida de Ibrahim cambió para siempre, pues en un acto de completa humanidad, y sabiendo que su propia vida corría peligro, el joven nadador decidió salvar a su amigo. “Me gritaba: ‘ayúdame, ayúdame’. Nunca olvidaré esos momentos en los que lo estaba viendo morir frente a mí mientras me pedía auxilio. Sabía que si iba podían dispararme, pero decidí hacerlo porque nunca me habría perdonado dejarlo morir en medio de la calle”, relató.

Fue así que acudió a donde estaba su amigo para darle los primeros auxilios, cuando una bomba estalló cerca de él, destrozándole la pierna derecha. Los siguientes tres meses Ibrahim los pasó en una silla de ruedas, abatido y deprimido, creía que el fin de sus sueños había llegado. Sin embargo, algo en él despertó sus ganas de salir de la situación en la que estaba, por lo que de inmediato buscó la forma de salir de su país en busca de una atención médica adecuada y así poder seguir con su vida lejos de la guerra. Fue así que llegó a Turquía, en donde deambuló de ciudad en ciudad hasta llegar a Estambul, donde finalmente pudieron atenderlo y consiguió una pierna protésica, la cual fue de poca ayuda, pues se desarmaba al rato de caminar. Poco después decidió embarcarse a la isla griega de Samos, donde pasó 16 días en un campo de refugiados. Con ayuda de otras personas que se encontraban en ese lugar, logró llegar a Atenas donde finalmente consiguió la ayuda que necesitaba.

Retomó la natación y de hecho pudo entrenarse en la alberca olímpica de Atenas 2004. Fue así que poco a poco fue ganando reconocimiento, a tal punto que en Río 2016 logró ser el abanderado de la delegación de refugiados y hoy participa en Tokio 2020.

Haven Sheperd

El drama familiar tocó su puerta cuando apenas contaba con 14 meses de edad. Haven Shepherd, atleta paralímpica que compite en Tokio 2020, sobrevivió a la explosión de una bomba que sus padres se ataron a sus cuerpos, con ella en brazos, en Vietnam.

Milagrosamente, la bebé sobrevivió a la explosión, aunque tuvieron que amputarle ambas piernas por las heridas que sufrió. Meses después fue adoptada por Shelly y Rob Shepherd y llevada a Estados Unidos, adonde creció con sus seis hermanos adoptivos en Carthage, Missuri.

Ahora, “La niña milagro”, como le dicen a Shepherd, compite en Tokio en las pruebas de 100 metros dorso y 200 metros combinado individual para “ser yo misma y divertirme”, dice.

A pesar de las dificultades, Shepherd es optimista y valora la vida al lado de su familia adoptiva. “Sólo perdí las piernas, pude haber perdido la vida”, dice y sostiene que no le guarda rencor a sus padres porque “fue una experiencia que no la viví, no la recuerdo”.

Esta atleta paralímpica, que ha debutado en unos juegos Paralímpicos, es, además, competidora de CrossFit y modelo para importantes marcar internacionales, como Tommy Hilfiger.

“Cuando trabajé para Tommy Hilfiger me di cuenta que el cuerpo perfecto no existe; solo un puñado de personas tienen este tipo de cuerpo y este estilo de vida. Si miras a tu alrededor, todos tenemos pequeños golpes y moratones y todos somos imperfectos. Me encanta mi oportunidad de demostrar que cualquiera puede hacer literalmente lo que quiera”, afirmó en una entrevista para el Comité Paralímpico Internacional.