Río de Janeiro

Las amenazas para Río

El Zika, la seguridad o el estado de las aguas han marcado las vísperas de la competición. El dopaje de Estado de Rusia se convirtió en el gran desafío para el COI

Las labores de fumigación han sido habituales en la sede de los Juegos / Efe
Las labores de fumigación han sido habituales en la sede de los Juegos / Efelarazon

El Zika, la seguridad o el estado de las aguas han marcado las vísperas de la competición. El dopaje de Estado de Rusia se convirtió en el gran desafío para el COI

Se llegará. Como siempre, aunque esta vez quizá más a contrarreloj que nunca, mañana dará comienzo a tiempo, con la ceremonia inaugural, la gran cita del deporte universal y Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, podrá decir aquello de: «Declaro inaugurados los Juegos de la XXXI Olimpiada». Siempre hay ruido alrededor de un evento así, pero esta vez se ha multiplicado. En Pekín 2008 el problema era la contaminación y con un cohete lanzado al cielo, llovió y se hizo la luz. En Londres hace cuatro años se habló de que los Juegos costaron cuatro veces más de lo previsto y en Río ha habido un poco de todo.

El 2 de octubre de 2009, en Copenhague, la ciudad brasileña se impuso en la última votación a Madrid, y en las restantes a Chicago y Tokio, y fue elegida sede. El mapa que mostró el entonces presidente Lula da Silva fue definitivo: en él se mostraban todas las sedes en la historia de los Juegos Olímpicos y había una parte completamente vacía: Suramérica. Jugaron muy bien esa baza y serán los primeros Juegos que se disputen allí, aunque la situación ha cambiado y mucho en estos siete años. Brasil era un país con mucha proyección en aquel momento y ahora está devorado por la crisis y tiene que hacer frente a unos Juegos dos años después de haber sido sede del Mundial de fútbol que volvió a ganar Alemania. Lula, el «padre» de los Juegos, está señalado por la corrupción y Dilma Rousseff, la «madre», fue suspendida como presidenta hace dos meses y medio por idénticos motivos. Ninguno de los dos estarán presentes en la ceremonia inaugural.

Para que se llegara a tiempo a los Juegos ha hecho falta una inyección extra de 520 millones por parte del COI y se ha tenido que contratar a última hora a decenas de trabajadores para terminar algunas instalaciones, como la polémica Villa Olímpica, a la que España llegó y se encontró algunos desperfectos, no muchos, después del trabajo sin descanso de Cayetano Cornet, el jefe de la expedición nacional, pues hasta un día antes había baños inundados y mucho más.

En el mismo aeropuerto y cerca del Parque Olímpico hay pancartas en señal de protesta por la corrupción. El denso tráfico, que se veía como la amenaza que no tenía solución también se hace notar. Hay colas de personas para casi todo en los días previos a la inauguración, aunque seguro que según avancen las jornadas y la rutina se vaya imponiendo, el funcionamiento será mejor. Pero los grandes temas de fondo de los Juegos de Río han sido otros: del Zika a la seguridad, pasando por el «informe McLaren», el dopaje de Estado de Rusia, que le estalló al COI a última hora en la cara y que seguirá trayendo cola. También la suciedad de la mundialmente conocida Bahía de Guanabara. Por otro lado, son los primeros Juegos en los que un equipo de diez refugiados dará voz con sus carreras, sus brazadas y sus llaves de judo a los que sufren como ellos. Y serán, claro, los Juegos de Bolt y de Phelps, otra vez. Hasta que llegue el momento de los deportistas, Río puede presumir de poco más que de batir el récord de contratiempos antes de una cita olímpica.

Terrorismo

Una ciudad tomada

Casi 90.000 agentes tienen Río blindada ante un posible atentado y la inseguridad que marca el día a día en la sede de los Juegos

La seguridad siempre es un asunto preocupante en eventos así. En los Juegos de Londres, hace cuatro años, cada autobús que entraba en el Parqué Olímpico era revisado por miembros del Ejército en su interior y los bajos en busca de cualquier tipo de artefacto. En Río se suma la inseguridad interna a la externa, que en realidad amenaza casi a cualquier país, como se ha visto recientemente en Francia o Alemania. Para minimizar riesgos, hasta 88.000 agentes, muchos del Ejército, otros policías incluso con el refuerzo de policías retirados, están siendo los encargados de la vigilancia. Alguno recibe al visitante en el mismo aeropuerto con un arma visiblemente pesada, un bote de gas y cara de pocos amigos mientras pasea. Después se le une un compañero. Por el cielo de vez en cuando pasa un helicóptero militar que lo graba todo (hay tres) y en los alrededores del Parque Olímpico hay policías a pie, en moto, en coche... Es la zona de mayor concentración, aunque algunos deportistas aseguren que más que seguridad lo que les produce es miedo.

La detención semanas antes de los Juegos de varias personas que, supuestamente, querían cometer un atentado yihadista hizo que se abrieran todavía más los ojos. Un joven que lleva viviendo casi dos años allí reconoce que «no es la ciudad más segura, pero tampoco es tanto como se dice». «No hay que hacer ostentación y se deben utilizar los taxis lo más posible», explica. En la lista de recomendaciones del COE está no ir con el pasaporte original o no resistirse en caso de ser atracado. La vigilancia en las fronteras también se ha multiplicado. El secuestro de la suegra de Bernie Ecclestone, el patrón de la Fórmula-1, ha sido el último incidente más sonado, pero terminó en final feliz pues fue liberada y detenidos dos hombres.

Dopaje

El «informe McLaren»

El dopaje de Estado ruso ha sido el momento más crítico para el movimiento olímpico en muchos años

El escándalo de Rusia y su dopaje de Estado, destapado por el conocido como «Informe McLaren», ha dejado tocado al COI a escasos días de que los Juegos comenzaran. ¿Casualidad? El caso es que después de mucha tensión, el COI decretó que fueran las Federaciones Internacionales quienes decidieran sobre el futuro de los deportistas. No estarán todos, pero sí habrá muchos rusos. Eso sí, la Federación de Atletismo, en plena pelea por limpiar su imagen con la llegada de Sebastian Coe a la presidencia, no se cortó en dejar fuera a una atleta como Isinbayeva, que estaba destinada a ser una de las protagonistas de Río. El COI adoptó esa medida después de que la Agencia Mundial Antidopaje le hubiera pedido la suspensión de toda la delegación rusa en Río. Ahora las dos instituciones están en guerra.

El «Informe McLaren» denunciaba una trama casi policíaca: por la noche, con linternas, a través de un agujero, se cambiaban muestras que iban a dar positivo por otras nuevas. Hasta los servicios de inteligencia estaban presuntamente implicados. Acusa al Estado ruso de fomentar el dopaje y de haber tapado 312 de 577 positivos, los de los deportistas con más prestigio y posibilidades. El caso es que la palabra «tramposo» ha vuelto a la primera fila, como ya sucediera en Atenas 2004 con el «Caso Balco» o en los posteriores Juegos con el dopaje tecnológico o el genético. En Río se tiene previsto hacer unas 6.000 pruebas antidopaje, unas mil más que en Londres. En medio de la polémica con Rusia también se suspendió al laboratorio antidopaje de Río y estuvo bajo vigilancia una semana antes de volver a reacreditarse.

Zika

El virus no es protagonista

El Zika es ahora un problema menor, aunque las renuncias en el golf, el tenis o la selección «yanqui» de baloncesto apunten lo contrario

Los temores de Pau Gasol dieron la voz de alarma en España y el Zika pasó a ser el centro de atención de los Juegos de Río. No fue palabrería lo suyo, ya que habló hasta de congelarse el esperma por el riesgo para los fetos en caso de que la madre tenga ese virus, pero no ha llegado tan lejos como para no ir a la competición. De hecho, ningún español lo ha hecho, pero muchos otros deportistas –muchas estrellas incluidas– sí han dado marcha atrás y han renunciado a los Juegos. El golf ha sido el deporte más afectado, con la baja de hasta seis «top 10». También el tenis se ha dejado en el camino a algunos de los mejores, tanto en el circuito masculino como femenino, y la NBA a superestrellas, que quizá hayan utilizado como excusa al dichoso mosquito para no acudir a una cita que a muchos de ellos no les motiva tanto, y menos cuando ya tienen el oro.

Algún coche queda fumigando los edificios y las villas, como prevención, lo que no quiere decir que el Zika sea hoy por hoy un problemón para los Juegos; lo que tampoco quiere decir que no se pueda contraer. Es invierno y las temperaturas bajan –aunque sean altas– y eso perjudica al «bicho». La gente se mueve por la calle en pantalón corto sin problema y en alguna de las instalaciones de los Juegos sí huele a repelente por alguien que se haya echado. Es más, la organización regala uno a los medios acreditados. También se ven muchas pulseras anti mosquitos. Los efectos de este virus en no embarazadas no son extraordinarios: menos que una gripe, fiebre, manchas en la piel. Y esos síntomas sólo los tienen uno de cada cuatro afectados. Sobra información para prevenirlo. En España se han dado 193 casos y ahí estaba una de las grandes preocupaciones: los Juegos los ven en vivo miles de personas, que podrían contraerlo y llevarlo a sus países.