Tour de Francia

Ciclismo

Landa dinamita el Tour

Mikel Landa, con Pinot detrás en la última ascensión del día
Mikel Landa, con Pinot detrás en la última ascensión del díalarazon

Este Tour de Francia tan bonito, tan vibrante y tan emocionante, tan abierto y tan de incógnita tiene de especial eso, que cada día es una historia nueva. Esa sucesión de etapas con puertos, para arriba, para abajo y siempre con la misma tónica, el mismo dibujo de un equipo machacón marcando el ritmo con seis o siete corredores dominantes protegiendo a su líder, haciendo de la carrera un lento devenir ya no existe. Se ha borrado del mapa. En este Tour a quien ayer se le daba por muerto o ferozmente criticado, al día siguiente resurge de las cenizas y transforma toda esa derrota en odio y rabia, en acicate para la motivación. Eso le sucedió al Movistar, herido en el orgullo y el alma el sábado con su errónea táctica foco de todos los malos comentarios. Los telefónicos salieron a romper el Tour y lo consiguieron.

Lo hicieron porque entre sus filas tienen al ciclista más poderoso en lo que a la lucha, la pelea hasta la muerte y el coraje se refiere una vez que Alberto Contador lleva más de un año retirado. Y no es otro que Mikel Landa. Al alavés, la llegada de ayer le traía buenos recuerdos. Hace dos años, cuando corría con el Sky a las órdenes inquebrantables de Chris Froome, en una etapa con final como éste, de Foix, Alberto Contador atacó por instinto natural, el que siempre tuvo, y arrastró con él a Landa, que entonces era gregario del keniano. Juntos abrieron camino y Contador se dedicó a envenenar la bulliciosa mente de Landa. «Venga, vamos, pásame al relevo Mikel, ¡puedes ponerte líder del Tour y yo gano la etapa! Sólo quiero eso», le repetía. «¡Puedes ponerte líder!».

La tentación pedaleaba a su lado. Pero Mikel quiso ser fiel hasta el final. No lo hizo, por el bien de su jefe, y acabó perdiendo el podio de París por un segundo frente a Bardet en la agónica crono de Marsella. El Tour volvía a ese Foix con el que Landa dejó una cuenta pendiente. Y salió con la mente reforzada gracias a sus piernas y a un equipo completamente entregado a él. Bueno, casi. En la etapa más bella en lo que va de Tour, Nairo Quintana cumplió de salida su palabra de derrotado en el Tourmalet prometiendo pleitesía a Landa y Valverde y se metió en la fuga numerosa que marcó el ritmo de la carrera hasta el Muro de Peguere. Por allí también andaban Soler y Amador. Eran la avanzadilla. Cuando llegó el momento clave, a 40 kilómetros de meta, Landa se levantó de la bicicleta y se puso a bailar.Soler y Amador se descolgaron en su auxilio, tiraron de él hasta meterle en el grupo cabecero donde seguía Quintana. «Han hecho un trabajazo», les alabó después.

En las primeras rampas de la última subida, Landa ya estaba delante. Pero para entonces, Simon Yates ya había volado, primero con Geschke y después en solitario a por el triunfo de etapa, su segundo en este Tour. Cuando Landa llegó a ese grupo no lo dudó. Quiso más. Pero eso ya tuvo que hacerlo solo. Quintana ni siquiera giró el cuello para mirarle. Landa no lo pensó dos veces ni le pidió nada, se fue solo a por el triunfo de etapa. No quería marcharse de los Pirineos, delante de su gente sin darles una alegría. «Me ha tocado hacer toda la subida solo y ahí creo que Yates ha tenido margen para regular. Es una pena que Nairo no me haya podido ayudar, un par de kilómetros me hubiesen venido bien pero ha hecho todo lo que ha podido y no se le puede pedir más», decía.

Era día para valientes. Como Thibaut Pinot. Su Groupama-FDJ volvió a apretar el ritmo y a ahogar a Alaphilippe y a un Ineos que cada vez muestra más sus debilidades. Ninguno de los dos, ni el amarillo ni el equipo inglés pudieron sostener su ataque, salvaje, se fue a por Landa cuando ni Buchmann, la sorpresa, ni Bernal, desfondado pudieron seguir su ritmo. Para entonces, Alaphilippe y Thomas ya claudicaban, ponían el ritmo que podían y rezaban para salvar la jornada. Lo consiguieron los dos, salieron vivos aunque temblando de los Pirineos frente a un Pinot que cada vez es más grande. Antes de la montaña perdía 3’22’’ con Alaphilippe. Ahora tan solo cede 1’50’’. «Loulou» sobrevivió y salvó los muebles, pero sufrió más que nunca, igual que Thomas. El Tour y la garra de Mikel Landa han destapado sus debilidades.