Motociclismo

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Triunfo sin gloria

La Razón
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Duele escribirlo, por aquello de la nacionalidad, pero Jorge Lorenzo no merecía ser campeón del mundo así, entre silbidos y contubernios de bandera. Sin una batalla final en la pista, sin rivales que le metiesen la rueda en la última vuelta, que le llevasen al límite de sus posibilidades. A él y en mucha menor medida a Rossi, al que Petrucci dejó pasar en la lucha por el séptimo puesto. Sí, Lorenzo ha trabajado tanto como Valentino para ser campeón (siete victorias por cuatro del italiano), pero acabar diciendo que «ha influido el hecho de que Marc y Dani sean españoles como yo», afea la traca final del campeón.

- Rossi hizo su parte

La carrera estaba clara. Jorge salía el primero y debía mantener la posición para ser campeón siempre y cuando Valentino no llegase segundo. Todas las miradas, pues, se dirigían a las Honda de Pedrosa y Márquez, las que iban a decidir el Mundial. Rossi hizo su parte y alcanzó la cuarta posición con muchas vueltas por delante. Fue ahí, justo al final, cuando llegó el momento embarazoso, el que los aficionados «pata negra» no querían ver. Y en cabeza, donde más se ve. Márquez, pletórico, rozando la rueda trasera de Lorenzo sin intentar un solo adelantamiento. Pedrosa, con ritmo para cambiar la historia en las últimas trazadas, acabó, como siempre, felicitando al campeón.

- Pitos a Marc

Los pitos a Márquez al subir al podio deben hacer reflexionar a más de uno. No se trata de banderas, recordemos que estábamos en Cheste, España. Ni siquiera de ídolos, por mucho que Valentino sea probablemente el más grande de la historia. Hablamos de Mick Doohan y Álex Crivillé, de Schwantz y Rainey, de Rossi y Biaggi. De pugnas hasta el límite, de esas que tanto disfruté sentado en un sillón junto a la persona que más vibraba con las dos ruedas. De honrar el espíritu del deporte, al fin y al cabo.