F-1
Ricciardo, De Vries y la crueldad de la Fórmula 1
El piloto australiano regresa este fin de semana a la Fórmula 1 a costa de De Vries, «rookie» este año y relevado tras sólo diez carreras
Al igual que ocurre en los equipos de fútbol, trabajar la cantera es un objetivo que busca encontrar buenos jugadores, formarlos desde pequeños y, por supuesto, reducir la factura económica de los fichajes. En el caso del equipo Red Bull de F1 esta política ha existido desde hace más de una década y se ha caracterizado por su tremenda «caridad», pero también por su dureza en la búsqueda de resultados. La lista de grandes pilotos que han formado parte de su nómina es abultada, pero después de apadrinar a más de 60 solo han destacado cuatro o cinco.
El primer gran éxito de la escuela energética de pilotos fue Sebastian Vettel, que se proclamó cuatro veces campeón del mundo de F-1, pero no empezó a ganar dinero de verdad hasta que fichó por Ferrari. Entró en la Academia con apenas 15 años y salió mucho tiempo después. Al ingresar, Red Bull y cualquier otro equipo que cuente con «formación» obliga a los padres y pilotos a firmar un acuerdo muy ventajoso en el que ellos se ocupan de todos los gastos necesarios (en muchos casos a varios millones de euros) y por el contrario el piloto no recibe grandes emolumentos. Eso sí, cuando rubrican el contrato no son «nadie» y tampoco tienen una bola de cristal.
Helmut Marko es el más temido por todos los pilotos de Red Bull. Es el hombre que puso Dietrich Mateschitz, inventor de la bebida energética, para controlar el patrocinio en los deportes de motor que en muy poco tiempo se convirtió en un negocio más. En el camino se quedaron nombres como Neel Jani, Felix da Costa, Filipe Albuquerque y otros muchos que sí destacaron en otras especialidades, pero en la categoría reina. Sí lo hicieron otros como Max Verstappen o Carlos Sainz, que tuvo que salir de ese círculo para encontrar otras vías, porque la compañía austríaca estaba dispuesta a dejarle «tirado» en un momento dado. En esta Academia destaca la dureza con la que son tratados los pilotos y el nivel alto de exigencia. Tanto es así que los despidos en plena temporada pueden ser habituales. En 2019 ni siquiera llegó a mitad de la campaña Daniil Kywat, que fue bajado del Red Bull para ir al equipo B, por aquel entonces llamado Toro Rosso, el actual AlphaTauri. Subió Verstappen y en su primera carrera ganó. Fue en Barcelona.
La semana pasada, Helmut Marko despidió a Nick de Vries, un verdadero figura que lo ha ganado todo en cada coche que ha conducido y que, una vez llegado a la F1, sus resultados no han sido buenos. Algo parecido le ocurrió a Jaime Alguersuari, que pensando que estaba renovado, en pleno mes de diciembre le comunicaron que no seguía. Una decisión que apenas le dio margen de reacción. Ahí acabó su carrera en la categoría reina. El caso es que los resultados en pista miden el rendimiento del piloto, pero también lo hacen los datos que obtienen los ingenieros y que analizan cada movimiento del piloto dentro del coche: su velocidad, su consistencia, su capacidad para mejorar, poner el coche a punto… AlphaTauri tiene ya sustituto y no es otro que Daniel Ricciardo, un «sacrificado» por Marko que ahora, tras fracasar en McLaren, ha sido rescatado.
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