Fútbol
El Sevilla, un monumento desmantelado como el Partenón
Bono, ya traspasado al Al Hilal, ni se subió al avión de vuelta tras la final de la Supercopa y el club hispalense se plantea denunciar al Aston Villa por negociar con Acuña
Bellísimo y digno en la derrota, el Sevilla de José Luis Mendilibar corre el riesgo de terminar como el Partenón, a cuyos pies perdió el miércoles la Supercopa frente al avasallador Manchester City de Pep Guardiola: un admirable cascarón vacío que testimonia el pillaje del nuevo dinero sobre las viejas civilizaciones. La Liga española, otrora imán para las mayores estrellas del orbe futbolístico, repele hoy a las figuras que varios campeonatos extranjeros, no sólo la Premier, sí pueden pagar. Yassine Bono ha sido el penúltimo en irse y Marcos Acuña puede ser el próximo.
De nada le sirven a los sevillistas sus recurrentes títulos continentales y su asentamiento en la Champions, con siete participaciones en las nueve últimas campañas. En El Pireo, Bono se despedía del club al que ha encumbrado en el último cuatrienio y ni siquiera se subió al avión de vuelta, pues aceptó una oferta del Al-Hilal saudí que cuadruplica su sueldo y alivia con casi 22 millones de euros la maltrecha tesorería sevillista.
Sí viajó Marcos Acuña, tentado por los cantos de sirena que le llegaron desde el Aston Villa en la antevíspera de la Supercopa, lo que ha dolido especialmente al sevillismo porque el director deportivo del club de Birmingham es Monchi, el antiguo ídolo: «Uno que no se fue contento de aquí está tocando las narices y mareando al jugador, al que le doblan el sueldo mientras le ofrecen una miseria al club con el que tiene dos años de contrato», soltó Mendilibar en la sala de prensa del Georgios Karaiskakis nada más terminar la Supercopa. Al plantel del vasco le faltan aún varios refuerzos para quedar medianamente competitivo pero él ya se conforma con que «no me quiten a los que tengo. Me están tocando las narices por todos lados», repitió. La situación en torno a Acuña es confusa y el culebrón podría lo mismo acabar en denuncia del Sevilla a los villanos –en el sentido doble de la palabra– por negociar a sus espaldas con un futbolista con contrato en vigor que podría ser traspasado si la oferta se acerca a los quince millones de euros. En tal caso, ya estaría preparado el recambio: el croata Borna Sosa, del Stuttgart.
Pero no es el mercado el único foco del fuego que amenaza con devorar al Sevilla. Mendilibar, cuya locuacidad puede degenerar a veces en incendiaria, no tuvo ningún reparo en señalar públicamente a Suso. «Me equivoqué con el cambio de Lamela», exitoso lanzador de un penalti en la tanda victoriosa de Budapest al que retiró en el último minuto de la Supercopa para dar entrada al gaditano. «Pensaba que el compañero que sustituyó estaba en mejores condiciones para tirar pero no fue así». La negativa de Suso empujó al ejemplar Gudelj a levantar el dedo cuando Mendilibar buscaba un quinto lanzador, con el resultado por todos conocido: el serbio estrelló su disparo en el travesaño, único error de la noche, y el trofeo se fue para Mánchester.
El fondo de la vistosa prestación del Sevilla en Atenas es, pues, una tormenta similar a la que pudrió la temporada pasada, en la que los sevillistas coquetearon con el descenso hasta que una primavera brillante terminó convirtiendo la tragedia en epopeya. Pero, derrotado en el Sánchez-Pizjuán por el Valencia en la jornada inicial (1-2) y en vísperas de visitar Vitoria, nadie cree que semejante milagro pueda repetirse. Por delante, hay dos semanas de mercado para que Víctor Orta haga lo que no hizo Monchi el verano pasado.
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