
Castilla y León
«Yo soy el fútbol»

«No sé si es un loco, un santo o el diablo; una gran persona o un iluminado; pero me siento profundamente avergonzado por lo que he visto en la Junta de la Real Federación Española de Fútbol», comenta un miembro de la Directiva. La reunión del miércoles empezó a las doce de la mañana, «pero fue a partir de las dos cuando Villar se vino arriba, jaleado por sus corifeos: Maximino Martínez, de la Federación Asturiana; Marcelino Maté, de Castilla y León; Antonio Escribano, de Castilla-La Mancha, y Vicente Muñoz, de la Valenciana».
La Junta Directiva de la Federación Española la forman más de cuarenta miembros y la preside Ángel María Villar desde 1988, cuando fue elegido presidente de la RFEF. Están representados, entre otros, los clubes de Primera. El miércoles asistieron Josep Maria Bartomeu, presidente del Barça; Amadeo Salvo, del Valencia; Josu Urrutia, que se fue pronto, del Athletic, y Jokin Aperribay, de la Real Sociedad. Otros presidentes de clubes que también asistieron, e intervinieron, Carlos Suárez, del Valladolid, y Pablo Comas, del Recreativo. Además, los árbitros, los entrenadores, la Asociación de Futbolistas (AFE), la Liga (LFP), que no estuvo, y las Territoriales.
«Lo que podríamos calificar como una junta rutinaria empezó a caldearse a partir de los ruegos y preguntas, y después de que el tesorero, Juan Luis Larrea, informara de que se cerraba el ejercicio con un millón de superávit. Sorprendió esta noticia porque a raíz del fracaso en el Mundial, y de gastos que a Juan Padrón, vicepresidente primero, se le antojaron desmesurados e injustificables, se hablaba de un déficit de seis millones de euros», prosigue nuestro interlocutor. Asumido el nuevo milagro de los panes y los peces, Villar mostró un vídeo de 30 minutos para dar cuenta de sus actividades presidenciales –«a más de uno nos recordó el No-Do»–, y sobrevino la tormenta, con rayos, truenos e improperios. Miguel Cardenal, a quien acercó Villar a la secretaría de Estado para el Deporte, fue objeto de su ira y le lanzó venablos como los que utilizó al referirse a otro de sus enemigos encarnizados, «el gilipollas» de Javier Tebas. Cual «Rey Sol,» tomó la palabra y desafió a todos los presentes: «El fútbol soy yo», repetía y repetía, exaltado como no le había visto nunca. «Y me presento a la reelección, y si hay alguien en contra, que se vaya de aquí ahora mismo. El que no me apoye, que se vaya de la Junta. Si hay alguien aquí que quiera presentarse o que apoye a otro candidato, que salga ahora mismo y presente su dimisión». «Y muchos presidentes, de clubes y de Territoriales, agobiados porque firmaron compromisos económicos que no pueden cumplir, le siguen como al Mesías, esperando que recupere el uno por ciento de las quinielas, la tabla de salvación de muchos... Un esperpento que necesita un frenazo y marcha atrás». En plena guerra con el CSD, recuperar ese porcentaje es una fábula si Villar no cede.
Entre los organismos integrados en la RFEF, Villar tiene la sartén por el mango. Si mañana hubiera una votación, saldría reelegido con más de un centenar de votos. Entre árbitros, entrenadores, jugadores y territoriales no tendría problemas para seguir en el cargo después de 27 años.
Horas después, por la tarde, la Federación publicó una nota pidiendo a la UEFA que releve a Cardenal de todos los cargos internacionales que le unen al fútbol. Como Tebas, es enemigo encarnizado. «El CSD pretende profesionalizar el fútbol aficionado, exigiendo la regularización de técnicos y empleados con costes que casi nadie puede afrontar, y se está equivocando; pero eso se puede hablar». Es en este apartado cuando «Maximino propone parar el fútbol y Villar apoya la idea: ‘‘La Liga no manda nada y soy yo el que dice lo que hay que hacer, no el gilipollas de Tebas. Si hay que guardar un minuto de silencio, lo digo yo’’, sube el tono y Maximino le anima, ‘‘tenemos que hacer un minuto de silencio de todo el fútbol. Yo pongo en huelga al fútbol asturiano el 3 de febrero...’’. Bartomeu y Aperribay, avergonzados, abandonan la sala mientras el resto escuchábamos: “El fútbol soy yo; no es la Liga, soy yo. Yo decido cuando hay que guardar un minuto de silencio. Estoy harto, a la mierda todos...”. Fin del sainete. ¡Qué bochorno!».
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