«Don Jon»: Una Juani de New Jersey

¿Es «Don Jon» la versión macarra de «Shame»? En cierto modo sí, porque sus protagonistas encuentran en la adicción al sexo una manera de eludir las preguntas que nos hace el amor. Su relación con el otro es conflictiva: ambos son insaciables porque no pueden divorciarse de su narcisismo. ¿Demasiado pedante? En el caso de la ópera prima de Gordon-Levitt, por supuesto. Jon puede estar tan torturado como el Brandon de «Shame», pero su orgullo no le permite reconocerlo. Quizá ése sea el aspecto más interesante de la película: el retrato de un ligón de discoteca abrumado por la culpa que le imponen sus orígenes.

A Levitt tampoco le interesa profundizar en las razones sociológicas que delimitan el comportamiento de su protagonista. Su acercamiento al personaje es tan empático como despreocupado. Nuestro héroe se define por contraste con su entorno y a partir de la relación con dos mujeres que le enseñan a encontrar su corazoncito de manera diametralmente opuesta. Por un lado, Scarlett Johansson está que se sale encarnando a una «juani» de New Jersey, un bombón relleno de celos y estrategias manipuladoras. Por otro, Julianne Moore aporta esa mirada sabia y curiosa, algo así como la versión autoconsciente de la Jennifer O'Neill de «Verano del 42». Es al caer en brazos de esa mujer madura cuando entiende lo que le ocurre: algo tan convencional como el miedo al sexo sin amor.