Economía

Los docentes piden a los políticos que les escuchen más

Escuelas de barrio Los maestros reivindican el papel comunitario de los centros formativos y el valor de la educación emocional para que los estudiantes puedan afrontar los cambios sociales que vengan en el futuro

Lola González y David Montejano en la mesa redonda con el título de "Educación de barrio" de La Razón
Lola González y David Montejano en la mesa redonda con el título de "Educación de barrio" de La RazónLuis DíazLa Razón

La sociedad cambia muy rápido y la educación española, muy despacio. Los sistemas educativos de otras partes del mundo ya se preparan para sufrir grandes modificaciones de aquí a 2030, impulsadas por la tecnología. En los próximos 10 años, internet pondrá patas arriba las formas tradicionales de aprendizaje. Cambiará la manera de ser de docentes, padres y estudiantes. En la escuela del futuro, el conocimiento estará “ahí”, en la red, y el profesor ya no ejercerá sólo como su transmisor, sino que tendrá como principal misión guiar al alumno a través de su propio proceso de aprendizaje. Deberán ayudarle a gestionar sus emociones y se valorarán las habilidades personales más que los contenidos académicos.

Para afrontar el mañana, los estudiantes de hoy deberán comenzar a formarse con una mentalidad flexible y abierta al cambio. Tendrán también que afrontar la soledad en la que pueden devenir las sociedades súper tecnológicas y tratar de conectarse con su entorno. Crear comunidad, volver a las raíces (a lo humano) y estrechar lazos con sus familias, maestros y compañeros. A estas conclusiones llegaron las cinco voces expertas del ámbito educativo que participaron en la mesa redonda “Educación de barrio”, celebrada en la sede de LA RAZÓN. Participaron Lola González, directora de la Feria de la Semana de la Educación, que se celebrará a partir de mañana en la Feria de Madrid (Ifema); Mario Pinel, director de Aula de Juego; Alicia Torres, codirectora de Esencial, Escuela de Educación Emocional; Angélica Escobar, educadora infantil de la red pública de la Comunidad de Madrid (CAM) y David Montejano, psicopedagogo y presidente de la asociación Míranos y Únete.

Todos coincidieron en la necesidad de renovar la educación y de que los políticos escuchen a los docentes. El cambio social comienza por el cambio educativo de base; esto es, “en las escuelas de nuestros barrios”, explicó Pinel. Es preciso ir “de la pequeña a la gran escala”. La educación de barrio “implica que cualquier progreso de la sociedad empieza con avances más pequeños, que suceden en el interior de las personas. Si cambian los maestros y los padres, cambian los niños, y si estos cambian, cambia la sociedad del futuro”, defendió.

Pero no se puede avanzar de manera local sin un sistema educativo adaptado a lo que nos exigen los nuevos tiempos. “Los políticos tienen que escuchar ‘‘más abajo’’, estar más atentos a lo que hacemos”, instó. No hay que cambiar la planificación curricular, como sucede con algunas de las medidas recogidas en el anteproyecto de ley educativa del Gobierno. Los profesores instan a que la educación emocional sea una materia transversal y cambie el modelo de aprendizaje. “Nos centramos en la parte más memorística porque de esta se obtienen unos resultados medibles, pero las personas tenemos que ver con actitudes y habilidades, no con cifras. Para adaptarse a un mundo tan rápido, las personas tienen que saber tolerar el cambio y la tensión que produce”.

Todos nacemos y vivimos en un contexto determinado “en el que nos vamos a formar como personas”, añade Escobar. “Los docentes estamos estudiando Psicología y Educación Emocional porque, cuando un niño ‘‘sale al mundo’’, tiene que haber un adulto que le guíe; que le explique cómo es, dónde está y adónde puede llegar. Ahí, el profesor es clave. No tiene sentido imponer una ley sin tener en cuenta al profesorado. “Los que sabemos lo que necesita la educación somos los educadores”, recalcó.

“Lo que se legisla “por arriba”, nos hace ir hacia atrás a los que estamos trabajando “por debajo”, donde se está haciendo un gran trabajo”, continúa Montejano. “El debate se ha centrado en cuestiones como evaluar o no la religión (una medida planteada en el anteproyecto de ley del PSOE) y hemos dejado de lado otros aspectos más importantes”.

Montejano es docente en una escuela madrileña. Allí acuden, cada año, para hacer prácticas, estudiantes que cursan la carrera de Magisterio. “Cuando les preguntas que están aprendiendo en la Universidad, te das cuenta de que sigue anclada en lo que nos enseñaron a nosotros”, señala el docente. “No han aprendido cosas tan básicas como enseñar a los niños a leer. Esto significa que algo no está funcionando desde arriba”, mantuvo.

Los profesores tienen que convertirse en sus propios maestros porque no cuentan con herramientas formativas que provengan del Estado. “Nos vemos abocados a buscar vías alternativas, hacer cursos de educación emocional, probar cosas nuevas... porque sabemos que en el aula, funciona”, indicó. Los docentes quieren actualizarse, pero necesitan “una campaña institucional que nos apoye”.

No reniegan por ello de asumir parte del problema. Torres explicó que, para solucionarlo, “hay que ir de lo grande a lo pequeño, pero también viceversa. La legislación debe cumplir una renovación y, si ésta no se lleva a cabo, la base (profesores, padres y ciudadanos en general) tendrá que movilizarse”.

Soledad y depresión

La convivencia social se enfrentará en el futuro a un gran reto. “Dos tercios de la población mundial viviremos en ciudades en 2050”, expuso González. “O reflexionamos sobre cómo se va a impartir la educación para que estas personas sean mentalmente saludables, o el futuro va a ser muy preocupante”, advirtió. La soledad es un “problema endémico” de nuestra sociedad. “El 25% de la población vive sola y más del 40% no quiere estarlo”. ¿Qué hacemos ante estas cifras? ¿Cómo volvemos a “conectarnos”? “Hay que volver a la escala de barrio, a la comunidad, a la escuela lenta”, subrayó González. Considera, así, que “debemos volver a lo que los maestros llaman ‘‘la pedagogía del caracol’’, en la que todo se aprende con calma y donde hay espacio para la conectividad humana”.

Descuidar nuestras relaciones y emociones, puede desembocar en enfermedades como ansiedad o depresión. La Organización Mundial de la Salud ya ha alertado de que esta última será, en menos de diez años, una plaga. “Esto tiene que ver con la fórmula de aprendizaje que hemos escogido”, incidió Torres. “En ésta no se sabe trabajar la tolerancia a la frustración y no se educa en gestionar las emociones”.

Pero los psicopedagogos y el profesorado participantes no pidieron una asignatura sobre esta disciplina en el currículum: “Esto sería la muerte de la educación emocional, que tiene que ser una cuestión transversal a todas las materias”. Podría introducirse, por ejemplo, la meditación, el “mindfulness” y otras dinámicas “que la neurociencia ha demostrado que ayudan a captar la atención y prevenir trastornos asociados con la hiperactividad y la falta de concentración”, coincidieron.

Los ponentes proponen, en definitiva, que se trate de “fortalecer a la comunidad educativa”, palabras de Gónzalez. “Tenemos que crear ese espacio que posibilite que nos relacionamos los unos con los otros: no sólo con nuestro aula, sino con otros grupos, con la calle, con el barrio”. “Debemos ir”, insta, “hacia una educación más expansiva”.