Cinco meses y diez días como ministro de Finanzas del país más irrelevante del club de los «PIIGS», como despectivamente calificaba la prensa anglosajona a las naciones «periféricas» del sur de Europa desde 2008, le bastaron a Yanis Varoufakis para convertirse en la figura más «sexy» de la izquierda mundial. Su pulso a la «Troika», la hidra de tres cabezas (Comisión Europea, BCE y FMI), su imagen motera y su brillantez le bastaron. Mientras sacaba de quicio a Merkel por oponerse a la austeridad frente a la salvaje crisis de deuda griega, en Alemania las mujeres suspiraban por él. Catedrático de economía, activista, escritor, parlamentario, líder del Frente de Desobediencia Realista, con nueve escaños en el Parlamento heleno, e impulsor de la internacional progresista, mantiene su aura y presenta «Otra realidad (Deusto)» una «econovela», por su trasfondo económico, que nos sitúa en 2025. A la vuelta de la esquina.
–¿Por qué una ficción para explicar su realidad económica?
–Cuando escribo sobre la realidad, puedo expresar en primera persona cómo veo el mundo rápidamente y no necesito una novela. Este libro trata de explicar cómo podría cambiar el mundo. Cada generación responde de forma distinta a cada crisis. En este caso estamos ante la misma crisis extendida desde 2008: la crisis del capitalismo. Como economista de izquierdas tengo el deber de presentar una alternativa. Pero cada vez que trataba de expresar cómo deberían de ser las cosas, inmediatamente estaba en desacuerdo conmigo mismo. Por eso los tres personajes de la novela con tres puntos de vista.
–Uno de ellos, Eva, pasa por Wall Street, vive el colapso de Lehman Brothers... ¿Significa eso que en el fondo hay un liberal en su cabeza?
–(Ríe). Hay una república aquí dentro.
–Por cierto, ¿cómo pasó el confinamiento?
–Como todos. Delante de la pantalla desde las ocho de la mañana hasta medianoche. Entre casa y el Parlamento.
–¿Se ha vacunado?
–Sí.
–¿Con Pfizer, la rusa...?
–Pfizer, pero son todas iguales.
–Volvamos al lío... Denuncia que no hay democracia real en Europa. ¿No nos representa el Parlamento Europeo?
–Ok. Soy muy radical en eso. Cuando digo que hay cero democracia no es por los fallos del sistema. La UE fue creada para no ser democrática. Los estados han evolucionado desde los conflictos en su interior, con instituciones para equilibrar esos conflictos. La UE no fue creada así, surge de la CECA, como un gran cártel del carbón y el acero. Así que la UE se creó para que las grandes industrias mantuvieran los precios altos. Luego se unieron las automovilísticas, las eléctricas, las empresas de bienes y servicios, el sector agrícola y los bancos, en los 70. Ellos crearon en Bruselas la Comisión. Pero los cárteles no están interesados en la democracia. Para ganar legitimidad, crearon el Parlamento Europeo. Por supuesto, la Eurocámara ha ganado poder en estos años, pero no puede legislar. Por eso los europeos no están interesados en la labor de su Parlamento. Le daré otro ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, es quien ostenta el poder. ¿Quién la ha elegido? Merkel y Macron. Ella es responsable del fiasco de la vacunación en Europa, pero no tiene que dar explicaciones. Así que hay un contraste enorme entre países democráticos a los que afectan decisiones que se toman en una zona «libre de democracia».
–¿Nos gobierna entonces el Banco Central Europeo?
–Es la única institución seria. Hace unos días, la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, pidió que Amazon pagara más impuestos y el Consejo dijo que no. Cuando era ministro de Finanzas, vi que a veces la Comisión quería ayudar a Grecia, pero el Eurogrupo lo vetaba. De hecho, en «petit comité» mis colegas me daban la razón. Así que todos los grandes acuerdos se dan entre Alemania y Francia. Entre Macron y Merkel, y el resto, incluido Sánchez, simplemente dicen «sí». Esta es una forma endemoniada de gobernar Europa.
–Defiende un mundo sin jerarquías, pero la política es todo lo contrario. ¿No está el poder concentrado en su partido?
–Es un partido abierto. Te sorprenderías. Somos un partido paneuropeo. En nuestro programa, en Grecia, todos los socios europeos pudieron votar sobre nuestras propuestas nacionales. No hay otro partido en el mundo que haga eso.
–Muy democrático, pero si deja el partido, este no sobrevive.
–Vivimos en el mundo del espectáculo. Tengo un perfil por mi pasado que atrae votos. No sé si sacaríamos los mismos votos si estoy al frente o no, pero lo que importa es cómo decidimos las cosas. Por ejemplo, utilizamos la lotería para elegir a buena parte de nuestro consejo porque sabemos que las elecciones en los partidos son muy cerradas. En dos semanas tenemos el congreso del partido, de los 900 delegados, 600 serán elegidos por esta lotería.
–¿Hasta dónde llegaría para lograr esa sociedad igualitaria?
–Es una gran cuestión. Soy un revolucionario que teme la revolución porque hemos visto en el pasado cómo se han vuelto regímenes autoritarios y criminales. El poder corrompe. Por eso hay límites y el fin no justifica los medios. No creo en el monopolio de la verdad, hay que combinar determinación con tolerancia.
–¿Si el mundo cambió radicalmente desde la crisis de 2008, por qué Wall St. o el Dax alemán están en máximos?
–Hasta 2008, el sistema estaba guiado por el beneficio que generaban los grandes monopolios. Unas pocas grandes empresas se repartían los sectores. Desde 2008, con el colapso bancario, los bancos centrales acudieron al rescate del capitalismo y desde entonces no han parado. Lagarde no deja de imprimir dinero, como hacía Draghi, para alimentar la maquinaria. Se lo da a los grandes bancos a tipos negativos y estos se lo entregan gratis a las grandes corporaciones que se dedican a recomprar sus acciones y a subirse los sueldos. El sistema ya no necesita el beneficio porque tiene a los bancos centrales. Esto, unido a las nuevas plataformas digitales como Amazon, un nuevo mundo en el que una sola persona decide lo que compras, lo que vendes, los precios y te deja ver lo que quiere, crea un nuevo tecno-feudalismo que ha matado el capitalismo.
–Con este escenario, ¿cómo es que ya hay quien llama a Podemos, Pudimos?
–No es la primera ni la única vez que la izquierda falla. Cuando los banqueros van a Davos, tienen un plan para el mundo. La ultraderecha tiene un plan, la inmigración es el problema. Por contra, la izquierda es un completo desastre. Podemos ha cometido muchos errores, pero sobre todo dos. El primero, apoyaron a Syriza en Grecia sin fisuras. Y cuando Tsipras firmó la rendición a la Troika en julio de 2015, recuerdo que Rajoy salió enarbolando el documento y diciendo ante las cámaras: «Esto es lo que lograréis votando a la Syriza española». Fue un error catastrófico de Pablo Iglesias. El segundo fue no tener un plan para Europa. Porque para asaltar el poder de verdad hay que saber qué se le va a decir a Merkel. Nosotros teníamos un plan para Europa, pero Iglesias no estaba interesado. Fue un suicidio político si lo que quieres es gobernar y el resultado es que Podemos ya es Pudimos.
–¿Hay similitudes entre Iglesias y usted?
–No le conozco. Somos de izquierdas y yo no tengo pelo...
–Bueno, él se acaba de cortar su famosa coleta.
–Solía llevar coleta hasta que me quedé calvo... (ríe).
–Usted fue muy criticado en su momento por un reportaje para una revista en el que lucía su fantástico apartamento de Atenas junto a su esposa con la Acrópolis de fondo. ¿Cavó su tumba Iglesias cuando se mudó a una casa de campo con piscina y jardín?
–No lo sé. En mi caso fue una estupidez aquel reportaje. Si viene a mi casa, verá que es un apartamento de 120 metros cuadrados que perteneció a mi suegra. ¿Tengo que pedir disculpas? Solo puedo comentar como vivo yo.
–¿Está muerto Podemos?
–Me gustaría que no, pero acabará volviéndose irrelevante.
–¿Tiene alguna relación con Tsipras o son enemigos?
–(Hace un cero con sus dedos) Ninguna, pero no creo en un mundo con enemigos, aunque no tenemos nada que decirnos.
–Para evitar recortes, Sánchez subirá los impuestos. ¿Es esa la fórmula de la izquierda para salir de la crisis?
–No habrá recuperación para la mayoría con estas políticas que van a entregar los fondos de recuperación a una oligarquía.