Análisis

La hipocresía anti-petróleo de Biden

El presidente de EE UU pide a otros aumentar la producción para bajar el precio de la gasolina mientras él recorta la suya por su cruzada climática

Joe Biden, en la cumbre de Glasgow
Joe Biden, en la cumbre de GlasgowEvan VucciAP

Los países occidentales han emprendido una cruzada contra los combustibles fósiles como el carbón, el gas o el petróleo. La principal fuente de energía que ha cimentado nuestra prosperidad durante los últimos dos siglos se halla bajo asedio por su contribución al calentamiento global. De ahí que la mayoría de países europeos ya hayan aprobado legislaciones dirigidas a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050 y que Estados Unidos, sin haber aprobado nada oficial al respecto, sí haya empezado a dar pasos en la dirección de descarbonizarse.

Por ejemplo, desde la llegada de Biden a la Casa Blanca, se han suspendido todas las nuevas concesiones para extraer petróleo y gas en suelo federal y en aguas territoriales. A su vez, se ha paralizado la extracción de petróleo en el noreste de Alaska y se han revocado los permisos para construir el oleoducto Keystone XY (el cual ambicionaba transportar casi un millón de barriles diarios de petróleo desde la provincia canadiense de Alberta hasta las refinerías de Estados Unidos). Las decisiones podrán parecernos cuestionables pero tienen un propósito claro: ir desconectando a EE UU de la producción y del consumo de combustibles fósiles. Ahora bien, si esa es la decisión que se ha adoptado, debería hacerse con todas las consecuencias. Y las consecuencias son que, hasta que dispongamos de nueva y mejor tecnología, prescindir de los combustibles fósiles es muy caro.

Baste observar qué está sucediendo con los precios de la gasolina en EE UU: el galón ya se ubica por encima de 3,2 dólares… la cifra más elevada desde 2014 y más un 50% superior a la vigente hace dos años. Aunque se trata de un precio que en España equivaldría a unos 75 céntimos por litro de gasolina y que, en consecuencia, haría las delicias de muchos conductores, en EE UU se trata de un precio inusualmente alto, máxime para la intensidad de consumo de combustible que se hace internamente. De ahí que la opinión pública se haya girado desairada contra su presidente y éste haya optado por echar balones fuera. Según ha manifestado Biden desde Glasgow, la culpa de que la gasolina se esté encareciendo es de Rusia y de la OPEP por negarse a incrementar la producción de petróleo.

Pero lo cierto es que, de los tres grandes productores globales de petróleo (EE UU, Rusia y Arabia Saudí), Arabia Saudí ya ha regresado a los niveles de producción pre-pandemia y Rusia está muy cerca de hacerlo. El gran rezagado en la carrera por aumentar la oferta de crudo es… EE UU. Y, al respecto, las políticas de Biden tienen buena parte de la culpa. Si paralizas la extracción de crudo y obstaculizas nuevas inversiones, entonces es lógico que tu oferta se estanque y que, en un contexto mundial de alza de la demanda, los precios del crudo suban.

¿Tiene sentido que Biden se presente como un adalid anti-combustibles fósiles desincentivando su producción local y, al mismo tiempo, se queje de que otros países no aumenten mucho más la oferta de crudo y, por tanto, encarezcan la gasolina a los estadounidenses? No lo tiene. Es un gesto de hipocresía de quien rechaza asumir el coste real de sus decisiones políticas. Si se quiere combatir el cambio climático, hágase asumiendo sus costes, no ocultándolos y falseándolos.

Subida de cotizaciones
El Gobierno nos aseguró que las pensiones públicas no padecían problema financiero alguno, que su sostenibilidad futura estaba garantizada aun reindexando los ingresos de los pensionistas al IPC. Sin embargo, esta semana nos hemos enterado de que el ministro Escrivá planteará una subida de las cotizaciones sociales (de momento, de medio punto porcentual) para cubrir parte del agujero financiero de este organismo. Y ello a pesar de que España ya es uno de los países europeos con las cotizaciones más elevadas. Ahí tienen un ejemplo de solidaridad intergeneracional en marcha: aumentar las pensiones al tiempo que se sablea a los más jóvenes. Lo peor es que nada de esto será suficiente: el incremento propuesto de las cotizaciones apenas permitirá pagar un mes de pensiones en el futuro. Vendrán más recortes.
Ayuso baja el IRPF
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha reiterado su compromiso de reducir todos los tramos del IRPF en medio punto porcentual. Se trata de su promesa electoral estrella y parece que, por fin, la va a cumplir. Redobla así su apuesta por una fiscalidad baja en la región (o, mejor dicho, más baja que en el resto de regiones) para atraer y retener talento, para atraer y retener inversiones. Desde otras autonomías, empero, se ha acusado a Madrid de practicar dumping fiscal precisamente por eso, por adoptar una política dirigida a no maltratar fiscalmente a familias y empresas. No es que Madrid haga dumping, es que los otros se quieren cartelizar para exprimir a familias y empresas sin que quede ninguna vía libre para escapar.
¿”Derogar” o “no derogar”?
El Gobierno de PSOE-Podemos está en una guerra por la propaganda. Después de haber anunciado a bombo y platillo que habían alcanzado un acuerdo para derogar la reforma laboral (eso sí, derogarla en los términos pactados con Europa, esto es, no derogarla), la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se desmarcó con unas declaraciones en las que manifestaba que derogar la reforma laboral no era técnicamente posible. ¿Qué sentido tiene pactar la derogación de aquello que, según tus propios planteamientos, no admite derogación? Ningún sentido salvo una batalla por los significantes y, por tanto, por la propaganda. Pero lo que necesita el mercado laboral no es propaganda, sino una liberalización que solvente algunos de los problemas más graves que lo atenazan (como la muy alta temporalidad).