Protesta

Díaz planta a las acampadas frente a Trabajo: “No hay voluntad de cambio. Somos invisibles”

La ministra de Trabajo prometió reunirse con las trabajadoras de ayuda a domicilio con la condición de que se fueran aunque no les diese una solución. Cientos de auxiliares se manifestaron ayer en Madrid al grito de “la Ley de Dependencia no es un negocio”

Eva, Carmen, Teresa y Josefina, auxiliares de ayuda doméstica, acampan a las puertas del Ministerio de Trabajo para protestar por su situación laboral
Eva, Carmen, Teresa y Josefina, auxiliares de ayuda doméstica, acampan a las puertas del Ministerio de Trabajo para protestar por su situación laboralCristina BejaranoLa Razón

Las tres mujeres que llevan acampadas 20 días frente al Ministerio de Trabajo, en Madrid, se convirtieron ayer en cientos durante la manifestación convocada por la Plataforma Unitaria Auxiliares de Ayuda a Domicilio para protestar por su exclusión de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y por no tener reconocidas las enfermedades profesionales que les afectan.

Sobre sus espaldas recae día a día el peso de la dependencia en España. Levantan, bañan, dan de comer y limpian a aquellas personas que no pueden valerse por sí mismas. Llegan a cargar 1.200 kilos al día por un sueldo que ni llega a los 1.000 euros. Pero para estas mujeres el problema no es trabajar o los salarios, sino la desprotección a la que están expuestas dentro de los hogares y la falta de reconocimiento de las secuelas físicas que ocasiona su trabajo: lumbalgia, tendinitis, hernias, huesos rotos, contagios de Covid-19 que no se les reconocen como enfermedad profesional pese a ser consideradas trabajadoras esenciales, e incluso de tuberculosis o sida. Hartas de negociaciones vacías de contenido y de peticiones sin respuesta, decidieron coger sacos de dormir, mantas y pancartas y acampar frente al Ministerio de Trabajo de forma indefinida hasta conseguir una solución real a su situación.

“Habíamos estado un año manteniendo reuniones en las que nuestros argumentos les callaron la boca. Dijeron que teníamos razón. El 28 de diciembre de 2020 el secretario de Estado de Empleo y Economía Social de España nos dijo que había que desbloquear ese impedimento y que empezaría en enero a trabajar con nosotras. En todo el año no hubo nada. Mandábamos correos y no nos contestaban, así que decidimos dar un puñetazo en la mesa y nos plantamos”, explica a LA RAZÓN Carmen Diego (61 años), una de las mujeres acampadas y secretaria de la Plataforma Unitaria de Auxiliares de Ayuda a Domicilio.

La decisión de acampar de forma indefinida no fue sencilla, ya que dependían de los días de vacaciones de sus compañeras. Carmen Diego y Eva Miguel (61 años), vicepresidenta de la Plataforma, están a punto de agotar sus días libres, pero Teresa Villar, de 66 años y portavoz de la Plataforma, se jubiló el pasado mes de octubre. Con su presencia se aseguran de que al menos una persona mantiene la protesta viva, y mientras se van turnando distintas compañeras.

Plantón de Yolanda Díaz

El 1 de noviembre montaron su campamento. Desde entonces llevan durmiendo a 0 y -1 ºC, vestidas, con los bolsos dentro de los sacos para evitar robos, y con un silbato en la mano por si tuvieran que pedir ayuda. Josefina, de 56 años, 12 de ellos siendo auxiliar de fines de semana y festivos, es una de las compañeras que se acercó a Madrid desde Gijón durante sus días libres para sumarse a la protesta. Esta trabajadora acampada confiesa cómo, pese a las precauciones y a ser una zona bastante vigilada, han sufrido un par de incidentes por la noche. De madrugada, un sin techo las estuvo molestando y acabó sacando un cuchillo de cocina. El otro suceso desagradable se produjo en fin de semana, cuando unos jóvenes que volvían de fiesta decidieron romper sus pancartas e insultarlas.

El día 4 de noviembre recibieron una llamada del jefe de gabinete de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. “Nos dijo que esto iba para largo, que había problemas técnicos y jurídicos y que el riesgo que estábamos corriendo aquí era innecesario y excesivo y nos sugirió que nos fuéramos”, explica Carmen. Trabajo argumenta que los inspectores no pueden entrar en los domicilios a evaluar los riesgos. “Si los hogares son lugares de trabajo hay que aplicar la norma. El domicilio no debe ser un parapeto donde se atrincheren mutuas, empresas y administraciones públicas”, denuncia Teresa Villar.

“Los usuarios para tener esta ayuda a domicilio tienen que entregar a la administración informes médicos, su patrimonio económico, su información sobre las condiciones familiares y sociales, todas ellas inviolables. Para recibir un servicio se viola la intimidad de los solicitantes, pero se permite esa inviolabilidad para no proteger a unas trabajadoras. Nos tiene que decir por qué nos discriminan. Somos totalmente invisibles, por eso no tenemos reconocida ningún tipo de enfermedad profesional”, subraya Carmen. “Somos personas adultas y el riesgo de acampar los asumimos nosotras, pero los riesgos que asumimos todos los días en los domicilios no los solucionan. Por lo tanto no levantamos nada, no nos movemos”, añade la secretaria de la Plataforma Unitaria de Auxiliares de Ayuda a Domicilio.

La rabia de estas trabajadoras aumenta con el paso de los días y se ha visto agravada por el plantón de la ministra de Trabajo. El pasado lunes tenían previsto reunirse con Díaz, pero les pusieron como condición “levantar el campamento independientemente del resultado de la reunión”. “Era una reunión vacía de contenido, sin hoja de ruta y sin puntos en el calendario y a cambio nos pedían levantar la acampada”, señala Teresa Villar: “Le dijimos que no estábamos ahí para hacernos una foto”. “No hay voluntad de un cambio. Solo la persistencia y la voluntad de estar aquí es lo único que hará cambiar”, añade. Las trabajadoras acampadas también denuncian la dejadez de los sindicatos, que se mostraron esquivos durante su entrada al Ministerio de Trabajo para debatir sobre la reforma laboral. “Que unos sindicatos que se tengan que esconder de unas trabajadoras ya dice mucho de ellos”, apostilla la portavoz de la Plataforma.

Ante la negativa a solucionar la situación de desprotección que viven estas trabajadoras en su lugar de trabajo, la Plataforma también se ha levantado de la mesa de cuidados. “Si a nosotras nos mantienen en situación de ilegalidad, ¿qué están diseñando? ¿Un sistema de precariedad, de pobreza y de inseguridad? Ahí no participamos”, critica Villar.

Cargar 1.200 kilos al día por 860 euros

La realidad que viven día a día estas trabajadoras es muy similar, cuenta Eva Miguel: “Me levanto a la siete de la mañana. Para los servicios de aseo personal sueles hacer cuatro transferencias. De la cama a la silla, a la bañera, y de vuelta. Si el usuario pesa 75 kilos, y haces cuatro transferencias, solo en una hora ya has movilizado 300 kilos. Si tienes tres o cuatro servicios de estas características al día levantas entre 900 y 1.200 kilos. A esto hay que sumarle hacer las camas, que suelen ser muy bajas y tienes que estar doblada, más luego el mantenimiento del domicilio, que son movimientos repetitivos que producen las tendinitis, túnel carpiano y demás lesiones”. Al esfuerzo dentro de los hogares hay que sumarle el estrés de desplazarse de uno a otro. “Tienes que salir corriendo para el siguiente domicilio porque tienes solo 10 o 15 minutos, y en mi caso así siete veces al día, de lunes a viernes”, confiesa Eva.

Gana 862 euros, descontando retenciones y llevando 32 años en este trabajo. Pese a todo lo malo, se considera una privilegiada por tener jornada completa, mientras que el 80% de las auxiliares tienen jornada parcial. En el caso de Carmen, que tiene una jornada de 35 horas al día, por seis domicilios ingresa 765 euros al mes.

Las auxiliares apuntan que los bajos sueldos son otra gota más que ayuda a colmar el vaso. “Es un servicio público pero la gestión es privada y al licitar las empresas se ven obligadas a pujar a la baja para conseguir el contrato, lo que se traduce en una mala calidad del servicio y en malas condiciones de trabajo para nosotras”, explica Villar. Esto deriva en problemas psicosociales, expresa Eva Miguel: “Tu propia precariedad te produce ansiedad. Trabajas, tienes una nómina, pero en muchos casos tienen que tirar de servicios sociales para que les ayuden a pagar la casa, les den vale de alimentos”. “Este año ha habido muchas compañeras que se han ido. Han dicho, hasta aquí”, reconocía una auxiliar de Alcorcón (Madrid) que fue a visitar a sus compañeras frente al Ministerio de Trabajo.

Carmen Diego tiene tendinitis crónica en el hombro derecho, en 2019 se rompió la vértebra L3 (tercera lumbar) en el trabajo y sufre lumbalgias constantes y dolores en todo el cuerpo. Eva Miguel tiene dos hernias discales, cervicalgia y se rompió el músculo del trapecio. “Las hernias me producen lumbalgias y ciáticas muy frecuentes, además de tendinitis y tirones”, reconoce.

Peticiones

Entre sus reivindicaciones, estas trabajadoras reclaman que se hagan valoraciones de riesgos laborales en sus lugares de trabajo, es decir, en los domicilios donde trabajan; que se realice un estudio sobre los riesgos de enfermedades que tienen y, también, que se reduzca a los 60 años la edad de jubilación de estas profesionales.

Las auxiliares volvieron a reclamar estos derechos básicos durante la marcha, convocada por la Plataforma Unitaria Auxiliares de Ayuda a Domicilio, que comenzó a las 12:00 horas de ayer y discurrió desde la Plaza de la Villa, pasando por la Calle Mayor, hasta llegar a la Puerta del Sol. Trabajadoras de toda España pusieron rumbo a Madrid para apoyar la protesta al grito de “la Ley de Dependencia no es un negocio”.