Autonomía energética frente al gas ruso

La desterrada nuclear pasa a ser estratégica para la UE

Europa recibe casi el 85% del gas que Rusia exporta por gasoducto y el 42% del que envía por barco pese al contrato de 30 años sellado por Putin con China

Planta de energía nuclear al este de Yorkshire, Reino Unido
Planta de energía nuclear al este de Yorkshire, Reino Unidolarazon

Lo advertía el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenburg, a finales de enero y lo reiteraba a mediados de febrero, a pocos días de la entrada de las tropas rusas en territorio de Ucrania: Europa debe garantizarse el suministro energético y la diversidad de sus fuentes ante la amenaza rusa y su excesiva dependencia del gas. Stoltenburg sabe de lo que habla ya de que su país es, precisamente, el segundo mayor suministrador de gas natural de la UE y Reino Unido. Con el final de la Guerra Fría, el suministro energético ha sido una de las grandes preocupaciones de la la Alianza Atlántica en lo referente a Europa: sus necesidades crecientes de energía y su dependencia. De hecho, desde la Cumbre de Bucarest de abril de 2008, la propia OTAN ha buscado reforzar sus capacidades en materia de seguridad energética, desarrollando actividades en materia de fusión de inteligencia, apoyo a la gestión de crisis, apoyo a la protección de infraestructuras críticas, proyección de estabilidad y cooperación internacional.

Sin embargo, hasta ahora la Unión Europea había desoído las advertencias, impulsando el desmantelamiento de una de las principales fuentes de producción energética no contaminante como es la energía nuclear que, sumado a la casi residual utilización del carbón para afrontar los retos del cambio climático, había disparado el consumo de gas natural y, por tanto, la dependencia de las importaciones rusas, principal proveedor de la UE. Aún hoy.

Europa recibió en 2020 el 84,8% de todo el gas que Rusia exportó por gasoducto y el 42,6% del que envió en buques metaneros.

Países como Austria, que depende al 80% de las importaciones de gas ruso, o Alemania, que tras el accidente nuclear de la central japonesa de Fukushima vetó la nuclear y ahora depende al 55% del gas ruso (según los datos de cierre de 2020), mientras que otro 31% llegó de Noruega y un 13% de Países Bajos, redefinen su estrategia.

Después de la catástrofe de Fukushima en 2011, la UE –con la excepción francesa– puso en su diana la energía nuclear. Esta estrategia ha derivado en que el 25% de la energía consumida en Europa provenga del gas natural mientras que apenas un 13% de la electricidad generada provenga de la nuclear. Pero ahora parece que ha llegado la revancha . Y es que, en pleno apagón de tres de las seis centrales alemanas la pasada Nochevieja, el Ejecutivo comunitario lanzó su propuesta para etiquetar como «verde» a la nuclear.

La propuesta, que puede ser tumbada por la Eurocámara y que, hasta la invasión de Ucrania, contaba con la oposición de Luxemburgo, Suecia, Holanda o España, es que se consideren «verdes» las inversiones en gas, si viene de energías renovables, y las nucleares operativas y también a las que tengan permiso de construcción hasta 2045.

Alemania, que es uno de los más firmes defensores en la UE del cambio a las energías renovables y de la renuncia a la energía nuclear, se encuentra hoy acorralada entre su Gobierno roji-verde y Francia, que produce cerca del 70% de su electricidad en centrales nucleares. Sigue confiando en la energía nuclear y está muy interesada en exportar tecnología nuclear. Polonia es otro gran defensor de la energía nuclear. Polonia forma parte del llamado Grupo de Visegrado junto a la República Checa, Eslovenia, Eslovaquia Hungría y Rumanía en favor de la nuclear, necesaria para romper con su elevada dependencia energética del gas ruso.

La República Checa dispone de dos centrales nucleares con las que genera un tercio de su electricidad y, aunque las importaciones de gas ni siquiera llegan al 20% de su «mix» energético, casi el 80% de las mismas provienen de Rusia, Praga quiere menos gas y más nuclear.

El caso húngaro es aún más claro, ya que casi el 40% de su mix energético lo ocupa el gas, que importa casi en exclusiva de Rusia. Hungría quiere ampliar su central nuclear de Paks, que produce alrededor del 50% de la electricidad húngara, con dos nuevas unidades. Para financiar la operación, el Gobierno de nacionalista Orban pretendía buscar financiación y tecnología nuclear rusa, pero la propuesta de la Comisión Europea para catalogar como «verde» la nuclear ha abierto la puerta a la entrada de los fondos de reconstrucción comunitarios, que deben destinarse al 40% a la transición energética, y acerca la tecnología nuclear francesa a Hungría.

Aunque Alemania permanece al margen de estas jugadas, colosos como Siemens no quieren quedarse sin su parte de un nuevo resurgir de la nuclear.

Un resurgir que tiene a Asia como punta de lanza y en el que la mini-nuclear tiene mucho que decir. Los 443 reactores operativos en 35 países producen alrededor del 10% de la electricidad mundial. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Naciones Unidas, a principios de 2021 había 54 unidades en construcción en 20 países . Entre ellos, China, India, Rusia, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Finlandia, Eslovaquia o Francia.

China es el país del mundo que más reactores construye. Cuenta con 50 unidades operativas y trece reactores más en construcción. A China le sigue India, con siete reactores en construcción, así como Corea del Sur con cuatro y Emiratos Árabes Unidos y Rusia con tres reactores en construcción cada uno de ellos. Los Emiratos han activado uno de sus reactores, lo que les ha convertido en el primer país árabe con energía nuclear. De los Veintisiete, 13 socios tienen centrales nucleares con 107 reactores en operación, que producen cerca del 26% del total de la electricidad consumida en el conjunto de la UE cada año.

Francia, con 56 reactores operativos, es el país de la UE con más unidades nucleares y el que más cuota eléctrica nuclear produce (70%). A este porcentaje le siguen Eslovaquia y Ucrania, donde el 54% de su electricidad es de origen nuclear; Hungría, con el 49% y Bélgica y Suecia con el 47% y 34% respectivamente.

En España, una de cada cinco veces que se enciende la luz se consume energía nuclear, responsable del 22% del «mix» eléctrico desde hace diez años y del 30% de la energía producida sin emisiones de CO2 gracias a sus siete centrales operativas.

La seguridad operativa ha llevado a que haya 189 reactores nucleares a los que los distintos organismos les han concedido autorización para operar más allá de 40 años. En EE UU, seis unidades han recibido autorización para operar durante 80 años.