Consumo

Garzón vuelve a la carga contra la carne y los lácteos: denuncia que la industria alimentaria española genera el 52% del impacto ambiental

Redobla su ataque contra la explotación industrial y el consumo de carne y lácteos. El ministro reclamó un cambio de dieta que “sustituya una parte de los productos de origen animal por productos de origen vegetal”

«La alimentación representa con diferencia el principal impulsor de los impactos ambientales generados, como media, por una persona en España». El ministro de Consumo, Alberto Garzón, volvió ayer a la carga contra la industria alimentaria española, a la que puso de nuevo en el disparadero ante la propia Unión Europea con la presentación ante el director general adjunto del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, Stephen Quest, de un nuevo estudio, amparado por su Ministerio, titulado «Sostenibilidad del consumo en España» que asegura recoger datos y recomendaciones de la Comisión Europea. Aunque los datos no están actualizados –se remiten a 2018–, los autores del estudio defienden que la alimentación supone el 52% del daño ecológico de la huella de consumo del país, un 26% más que en la UE.

Garzón volvió a hacer suyas algunas de las polémicas conclusiones de los especialistas que han analizado los datos de los indicadores de la huella de consumo –16 marcadores de impacto ambiental como el cambio climático, la acidificación, la ecotoxicidad del agua dulce, el uso del suelo o del agua, la capa de ozono o el uso de recursos, entre otros–, y cargó las tintas contra los productores cárnicos y lácteos, a los que acusó de ser el principal vector del impacto ambiental, que el informe de Consumo atribuye, «fundamentalmente, al carácter altamente intensivo e industrial que presenta el sistema agropecuario, fuertemente dependiente del uso de recursos fósiles, de fertilizantes químicos y de grandes cantidades de agua».

En términos globales, los datos manejados en el informe inciden en que la alimentación pesó en el agotamiento de la capa de ozono un 79,6 %, los usos del suelo un 76,7%, la acidificación un 73,7% y el uso de agua otro 72,3%. Con este paraguas científico, Garzón entró de lleno en terreno pantanoso. Ante los presentes aseguró que debemos vivir «dentro de los límites del planeta» y que el consumo de alimentos debe estar «basado en la sostenibilidad», por lo que abogó por «cambios de patrones en la alimentación». En este sentido asumió algunos párrafos del estudio –que aseguró se basan en recomendaciones de la la Comisión Europea– para reclamar un cambio de dieta que «sustituya una parte de los productos de origen animal por productos de origen vegetal», es decir, que se inicie de de inmediato «un camino hacia dietas menos intensivas con productos menos lesivos ambientalmente».

Según el Ministerio, si se redujera en un 25% el consumo de los productos con un mayor impacto ambiental, «como la carne y los lácteos», y se complementara con una subida en el consumo de otros de origen vegetal, como las legumbres, podría tener un impacto positivo «muy significativo» con una disminución de cerca del 20% en el impacto ambiental en indicadores como el agotamiento de la capa de ozono o la acidificación. Si se sustituyera el 50% del uso del consumo de carne y lácteos, la rebaja en esos impactos sería de entre el 30% y el 40 %, lejos de las que se conseguirían con mejoras en los escenarios del reciclaje, la reutilización y la reparación (entre un 1% y un 5%.

En esta línea de recomendaciones, Garzón invitó a los ciudadanos a «volver a la dieta mediterránea» que, según aseguró, «se ha perdido». Para el ministro, «la ironía es que parte de la solución está en la dieta mediterránea, que es consustancial a la trayectoria de nuestro país pero que, en aras de desarrollos recientes se ha ido perdiendo».

Tras la alimentación, el estudio apunta a otras dos áreas como las mayores generadoras de impactos: la movilidad, que supone el 17,1% de la huella de consumo –por el uso del coche privado–, y la vivienda, con el 16,2 % –por el uso de calefacción, aire acondicionado o energía en general–. Las tres áreas suman más de cuatro quintas partes de toda la huella de consumo en España, el 85,3%, siempre teniendo en cuenta que son datos del año 2018. También destaca el peso de los electrodomésticos y la electrónica, categoría en la que se incluyen los móviles, en el uso de recursos minerales y metales (47%).

No es la primera vez que el ministro de Consumo es noticia por sus ataques a la industria alimentaria. En una entrevista en el diario británico «The Guardian», publicada el 26 de diciembre, aseguró que desde España se exporta carne «de mala calidad» y que las macrogranjas del país contaminan «el suelo y el agua». Las críticas le llovieron tanto desde la oposición como desde su propio Gobierno, que tuvo que salir al paso para asegurar que sus declaraciones eran a «título personal».