Análisis

En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, la marca blanca triunfa

El 45% de los consumidores los perciben como una muy buena solución calidad-precio

Sección de productos sin gluten de un supermercado de Caprabo
Sección de productos sin gluten de un supermercado de CapraboCAPRABOCAPRABO

En toda batalla hay ganadores y perdedores. O simplemente, hay gente a la que le va mejor que a otros. En el último estudio sobre el consumo dela marca blanca en España, vemos que el avance es imparable. Y no sólo porque los datos indiquen una consolidación de su cuota de mercado superior al 45%, sino porque los consumidores las perciben como una muy buena solución calidad-precio. Por consiguiente, si juntamos crisis económica, descenso del poder adquisitivo y que las marcas blancas se perciben como un 30% más baratas que el producto de fabricante, pero con una buena relación calidad–precio, pues ya saben cómo acaba la historia.

Y entonces, ¿el futuro es consumir únicamente marcas blancas? La respuesta es negativa. El 67% de los consumidores empiezan a valorar la sostenibilidad, la responsabilidad social, el medioambiente, los productos healthy y el consumo responsable. Y todos estos rasgos los encuentran en los productos de fabricante y no de marca blanca.

Por consiguiente, se augura un futuro en el que las marcas blancas van a estar sí o sí en la cesta de la compra de los consumidores, no sólo como forma de ahorro, sino por méritos propios. Ahora son las empresas que fabrican productos de marca privada los que tienen que mirar a los consumidores y ofrecerles productos que les aporten valor real. Con nosotros, con la sociedad y con el futuro. Y estamos dispuestos a pagarlo. Porque para el resto ya tenemos a Mercadona, Carrefour y Lidl, que suministran aquello que necesitamos en nuestro día a día.

Desafío

Esta forma de ver el mundo polarizado entre lo básico y lo que aporta valor también se traduce en la distribución. El consumidor compra por cercanía y conveniencia (más que por precio). Y no vemos ningún valor a las tarjetas de fidelización. Es más, cuanto más nivel de estudios tiene el consumidor, menos gracia les hacen. Así pues, el consumidor no es solo exigente con las marcas, sino también con la distribución. Las tiendas no nos aportan valor más allá de estar cerca y tener ofertas. Es evidente, pues, que aquellos productos tipo commodity serán ampliamente comprados a la marca de distribución y sólo los que tengan un marcado carácter hedonista o emocional tendrán su hueco en los lineales de manera sostenible.

Queda claro que el consumidor está cambiando y con él, su manera de consumir. Este “consumidor consciente” ya no se mueve solamente por dinero, sino que es capaz de pagar más si la marca o el producto está alineado con sus valores.

No sabemos lo que sucederá con la economía o con la guerra en Ucrania. Pero sí sabemos que, cuanta más información ponemos en manos de los consumidores, estos más la ponderan. Así las cosas, las marcas que quieran tener un futuro deberán incrementar su gasto en estudios de mercado y establecer relaciones de valor con los consumidores. Eso sí que serán estrategias de fidelización y no las tarjetas que nos dan hasta en la peluquería. ¿Recuerdan lo de la anestesia? Pues lo mismo, pero con otro nombre…