Opinión

Los agujeros de una hucha sin fondo

El Banco de España, aunque no sea popular, reclama prudencia con los aumentos de las pensiones vinculadas a la inflación

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero
La ministra de Hacienda, María Jesús MonteroEduardo ParraEuropa Press

Winston Churchill (1874-1965), que también era un gran cínico cuando le convenía, lo tenía muy claro: «Las multitudes permanecen hundidas en la ignorancia de los hechos económicos más simples y sus líderes, cuando les piden sus votos, no se atreven a desengañarlos». El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2023 –que la tramitación parlamentaria puede empeorarlos– paridos por el Gobierno de Pedro Sánchez, más o menos de acuerdo con los gobiernos de Yolanda Díaz y de Ione Belarra/Irene Montero, es quizá un ejemplo casi perfecto. Una parte considerable de los españoles sí son conscientes, por ejemplo, de que las pensiones no están tan garantizadas, ni mucho menos, como intenta convencer a todos la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que también presume de que por primera vez en muchos años habrá una aportación a la llamada hucha de las pensiones de 2.793 millones de euros. La responsable del fisco, a pesar de su desbordante y torrencial verborrea, elude explicar que esa cantidad no arregla nada, sino que forma parte de los aspectos electoralistas de estos –casi todos lo son– Presupuestos.

El gasto en pensiones en 2023, tras la subida prometida con el IPC medio –no confundir con el interanual que será mayor–, alcanzará la fantástica cifra de 190.000 millones de euros. El que haya 2.793 millones más en una hucha en la que solo hay unos 1.500, no molesta, pero tampoco soluciona nada. Llegó a albergar hasta 50.000 millones tras los años de superávits fiscales, pero luego hubo que utilizarla –para eso estaba y está– cuando la Seguridad Social empezó a ser deficitaria. Las críticas al recurso a ese dinero solo pueden responder a la ignorancia o a la mala fe. La hucha fue creada para servir de colchón en los malos tiempos que, quizá, llegaron antes de lo imaginado. Ahora, la nueva aportación de poco menos de 3.000 no deja de ser anecdótica porque no da para pagar ni medio mes de la nómina de las pensiones. La hucha no es que tenga uno o muchos agujeros, sino que están en el conjunto del sistema de la Seguridad Social y en la perversa pirámide de población española.

Rudyard Kipling decía que «la verdad no suele gustar a las multitudes». Es complicado, casi imposible, que la inmensa mayoría de pensionistas ponga objeciones a que se actualicen con la inflación. También es difícil que el Gobierno o la oposición que aspira a gobernar, en este caso Núñez Feijóo, rechacen esa medida una vez puesta encima de la mesa. Todos conocen los problemas del sistema y son conscientes del problema futuro, pero todos esperan que sean ellos quienes tengan que lidiar con el asunto. Hay más de diez millones de votos en juego y son demasiados. Sin embargo, no hay que ser premio Nobel de Economía para entender que un país que ya dedica casi un 35% del gasto público total –y cada año será más–a pensiones, más pronto que tarde tendrá un problema más que severo. El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, que en su época de presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal advertía de esos peligros, ahora afirma sin sonrojarse que no hay de qué preocuparse.

La casualidades, sobre todo en política y algo menos en economía, no son frecuentes, pero existen. El Banco de España, que gobierna Pablo Hernández de Cos, había anunciado que presentaría sus previsiones macroeconómicas el miércoles pasado, antes de que se supiera que el Consejo de Ministros tenía pensado dar luz verde a los Presupuestos el día anterior. De acuerdo con su programa, el director general de Economía y Estadística, Ángel Gavilán, desgranó el horizonte que contempla el Banco de España, que es independiente del Gobierno, y que fue una especie de ducha escocesa para los Presupuestos. Para empezar, mientras Nadia Calviño y María Jesús Montero prevén un crecimiento estimado del 2,1% para 2023, al equipo de Hernández de Cos y Gavilán le sale un 1,4% más raquítico, rebajado un día más tarde al 1% por BBVA Research, el gabinete de estudios y prospectiva que dirige Jorge Sicilia en el banco que preside Carlos Torres.

Lo más importante, sin embargo, y que destaca el Banco de España, son los peligros –también para los pensionistas en el futuro– de una revalorización de las pensiones de acuerdo con la inflación. Puede ser algo insostenible y obligar a rebajas, sí reducciones –ocurrió en Grecia y Portugal– de pensiones en un horizonte no lejano, porque ahora España necesita pedir prestado dinero para pagarlas y nadie garantiza que siempre se lo dejen, pero claro, eso es algo que los líderes políticos evitan explicarlo a los ciudadanos, con y sin campaña electoral, como decía Churchill, y los agujeros no están en la hucha.

El empresario de éxito que ha puesto nervioso a Garamendi

Gerardo Pérez Giménez es el presidente de Faconauto, la patronal de los concesionarios de automóviles, que representa a unas 5.000 pymes. Empresario de éxito, con una sólida formación –Económicas y MBA– y bien relacionado, deshoja la margarita de si presenta su candidatura a la presidencia de la CEOE, como le han pedido varias patronales, algo que ha puesto de los nervios al actual presidente, Antonio Garamendi, que aspiraba a la reelección por aclamación.

Advertencia de que la inflación se alimente en Europa a sí misma

El Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, teme que «la inflación en Europa se alimente a sí misma», según indican las actas de la última reunión del Consejo, hechas públicas el jueves. Los miembros del BCE advierten de que los paquetes fiscales –ayudas generalizadas a cargo del erario público– de los gobiernos y la debilidad del euro mantengan los precios elevados, incluso «en los años venideros», y que ni tan siquiera se contuvieran con un debilitamiento económico.