Gobierno

Tierra quemada

El Gobierno se dedica a gastar como si no hubiera un mañana o al menos como si ellos no fuesen a estar ahí para comerse el marrón

La política de tierra quemada es una táctica militar que consiste en destruir absolutamente todo lo que pueda ser de utilidad al enemigo cuando una fuerza avanza a través de un territorio o se retira de él. La expresión proviene de la práctica de quemar los campos de cereales durante las guerras y conflictos en la antigüedad y en los últimos tiempos la hemos escuchado en los medios de comunicación conforme los rusos de Putin reculaban en la Ucrania invadida. Pero perfectamente podría aplicarse también a la estrategia que Pedro Sánchez está llevando a cabo ahora que enfila el último año de la legislatura.

Las encuestas pintan mal para el inquilino de la Moncloa, no nos vamos a engañar. Desde que desalojó a Rajoy de la presidencia ha ido de charco en charco y de fuego en fuego, apagándolos como podía mientras otros nuevos surgían casi cada día, fruto de sus estrambóticas alianzas parlamentarias con lo mejor de cada casa. Pero el fuego que alimenta la crisis desatada por el neoimperialismo de Moscú es demasiado grande para que Sánchez pueda apagarlo, se junte con quien se junte, y amenaza con achicharrarlo sin contemplaciones en las próximas elecciones, como viene ya sucediendo en los «ensayos» autonómicos. Pero mientras llega ese momento, el Gobierno se dedica a gastar como si no hubiera un mañana. O al menos como si ellos no fuesen a estar ahí para comerse el marrón. Los que vengan, que se apañen. Ya sucedió con Felipe González en el 96 y con Zapatero en 2011, que dejaron a sus sucesores una patata que no es que fuera caliente, es que estaba ardiendo. Tanto es así que Rajoy tuvo que tragar sapos y culebras haciendo todo lo contrario de lo que había propugnado y subiendo impuestos para pagar la cuenta que le había dejado ZP, mientras la izquierda incendiaba la calle.

La situación actual recuerda peligrosamente a aquellos precedentes. No hay más que ver los Presupuestos para intuir que Sánchez sabe que de esta no le libran ni Podemos, Sumar –Restar–, ERC y Bildu todos juntos. O sí, que la vida da muchas vueltas. Pero de primeras parece el despilfarro de fin de fiesta más descarado desde los 13.000 millones del fracasado «Plan E», donde cada empleo creado salió a razón de 160.000 euros por barba. Dinero de todos que se fue por el retrete. Tierra quemada.