Cuando Alfredo García recibió el encargo de escribir «Geoestrategia de la bombilla» (Península, 2022) hace aproximadamente un año aún no había estallado el conflicto de Ucrania, con todas las consecuencias que desde el punto de vista energético ha acarreado. No obstante, ya entonces había indicadores que anticipaban la actual situación, con unos precios del gas y de la electricidad que ya comenzaban a dispararse. Un conflicto que no ha hecho más que evidenciar una realidad: la excesiva dependencia de la UE del gas ruso. Los objetivos de descarbonización exigen un nuevo modelo energético, en el que las renovables, claro está, ganen protagonismo, pero sin renunciar a otras fuentes de energía limpias que garanticen el suministro, como la energía nuclear. A través de las páginas de su libro, García, más conocido en las redes como Operador Nuclear, desmonta algunos falsos mitos surgidos en torno a este tipo de energía, muy alimentados, en su opinión, por intereses políticos y económicos, que han demonizado una fuente de energía limpia y barata.
¿Por qué era necesario escribir un libro como este?
Fundamentalmente, para explicar lo que está pasando en la energía globalmente, y qué interrelaciones hay entre las diferentes tecnologías para entender así qué está ocurriendo, hacia dónde vamos y qué queremos conseguir
¿Por qué cree que hay tanto desconocimiento en torno a la energía cuando se trata de un servicio básico como se está comprobando ahora?
Sencillamente, porque como siempre la hemos tenido, nunca la hemos valorado. Cuando empezamos a ver que los precios se disparan y se comienza a hablar de riesgos de corte de suministro, nos empezamos a preocupar.
A la vista de lo que está sucediendo, ¿es posible todavía alcanzar los objetivos de descarbonización?
La situación que tenemos va a poner en riesgo los objetivos de transición energética al menos durante un tiempo. Alemania está consumiendo más carbón (nunca ha dejado de hacerlo), y eso tiene mucho que ver con el hecho de que haya cerrado 14 reactores nucleares, de los que ahora se debe estar acordando. No obstante, la UE ha seguido adelante con el pacto verde, incluyendo la nuclear en la taxonomía, una decisión sabia porque está basada en la ciencia. Y es que la nuclear es tan sostenible como las renovables e imprescindible para alcanzar los objetivos de descarbonización.
¿La guerra nos ha abierto los ojos?
La guerra ha evidenciado muchas cosas, como que hay países, por ejemplo Alemania, que han puesto en riesgo su seguridad energética cerrando centrales nucleares y sustituyéndolas por las de gas ruso.
¿Por qué se ha demonizado tanto la energía nuclear?
Principalmente, por desconocimiento. La gente tiene miedo a lo que no conoce, lo que lo convierte en una herramienta de manipulación muy útil. Por medio, hay muchos intereses económicos y políticos. En España, las posiciones contrarias a la nuclear han servido durante años para conseguir votos, especialmente entre la izquierda. No obstante, la gente empieza a tener más información y menos miedo y cada vez somos más los que difundimos las ventajas e inconvenientes de la energía nuclear, pero siempre con argumentos basados en la ciencia.
¿Puede afirmar que la energía nuclear es segura?
No existe la seguridad 100% en ninguna actividad humana. Lo que sí puedo afirmar es que es la forma más segura de producir energía eléctrica, y eso se puede medir en muertes por unidad de energía generada. Diversos estudios han demostrado que está a la par de las energías renovables y muy por debajo de los combustibles fósiles, cuya combustión es responsable de 7 millones de muertes anualmente, según la OMS.
¿Qué hacemos con los residuos?
Existe tecnología para almacenarlos con seguridad, como es el almacenamiento geológico profundo, pero los residuos también se pueden reciclar. Los reactores de IV generación (ya en funcionamiento en China y Rusia) aprovechan entre el 97% y 99% de la energía del combustible, de manera que se está convirtiendo un residuo en un recurso.
¿Hacia que modelo energético habría que ir?
En España, la energía nuclear produce alrededor del 22% de la energía eléctrica, y no creo que sea necesario que pase del 30%. El resto se puede repartir entre las fuentes renovables. Propongo una mayoría de renovables, pero ese crecimiento de la energía nuclear es preciso para sustituir al gas natural. El año pasado el gas produjo el 16% de nuestra electricidad. Si no hubiera sido por la moratoria nuclear impulsada por Felipe González, cancelando proyectos de 5 reactores, el año pasado prácticamente no hubiésemos tenido que quemar gas para producir electricidad en España. Seríamos uno de los países más descarbonizados del mundo y ya habríamos hecho la transición energética. No soy pronuclear, soy proaritmética.
Pese a todo, el Gobierno mantiene su calendario de cierre de nucleares...
Cerrar centrales nucleares se traduce en quemar más gas. En España, todavía el Gobierno no ha querido darse cuenta porque aún quedan 4 años para el primer cierre. Pero hay que replanteárselo. El próximo año se va a revisar el plan de cierre. Mi predicción es que no van a cerrar. Tiene que imponerse el sentido común porque los costes de producción de electricidad de las nucleares ya amortizadas son los más bajos.
¿El hidrógeno verde será una de las soluciones para impulsar las renovables?
Producir hidrógeno verde como excedente de las renovables no es rentable. Habrá que invertir mucho más en instalar renovables, aunque también se puede producir hidrógenos con centrales nucleares.