Economía
La confusión que fomenta el Gobierno
El acuerdo entre el Gobierno y la Generalitat para avanzar en una financiación singular es un monumento a la confusión deliberada, cuyo objetivo aparente es simplemente ganar tiempo
Isaac Newton (1643-1727), considerado por algunos como el mayor científico de la historia, afirmaba que «la verdad siempre se halla en la simplicidad y no en la multiplicidad y confusión de las cosas».
Jean François Revel (1924-2006), por su parte, defendía que la mentira es la primera de las fuerzas que dirigen el mundo. Ahora, la mentira, pero sobre todo la confusión, constituyen la esencia de los acuerdos entre el Gobierno central de Pedro Sánchez y el de la Generalitat de Salvador Illa sobre la denominada «financiación singular de Cataluña».
Hace un año, más o menos, los «indepes» de ERC, Oriol Junqueras y Gabriel Rufián –por cierto, uno de los mejores parlamentarios, del Congreso de los Diputados– y los socialistas catalanes del PSC que permitió la investidura de Illa y que incluía una propuesta para que Cataluña accediera a un sistema de financiación muy similar al de los conciertos forales.
Hace apenas unos días, una más que pintoresca Comisión Bilateral Generalitat-Estado ha anunciado un acuerdo que desarrollaría el de hace doce meses. Todo en teoría claro, porque la lectura del nuevo texto no aclara, sino que oscurece la situación.
Queda la duda de si ha sido casual o si el Gobierno y la Generalitat, es decir, Pedro Sánchez y Salvador Illa, mientras la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, intenta despejar un balón que le quema en las manos, no han propiciado el enredo. Desde luego, los «indepes» de Junts y Puigdemont no están conformes y a los de ERC les parece poco, mientras que la mayoría de analistas independientes lo contemplan como imposible.
Ángel de la Fuente, quizá el mayor experto en financiación autonómica y director de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), unos de los pensaderos económicos más prestigiosos de España, cree que «el segundo acuerdo –el de hace unos días–no sólo no clarifica en absoluto los detalles de la propuesta original, o sus implicaciones para el conjunto del sistema de financiación autonómica y de gestión tributaria, sino que aumenta notablemente el grado de confusión existente en torno a la pretendida reforma».
La confusión, evidente, podría ser intencionada por parte del Gobierno, tal vez como parte de una estrategia de "patada hacia adelante" para ganar tiempo, ante la constatación de que, en estos momentos, resulta prácticamente imposible que un acuerdo de ese tipo pueda salir adelante en el Parlamento, donde sería necesario reformar un buen número de leyes, incluidas algunas de carácter orgánico.
Por otra parte, como apunta de la Fuente, en una nota publicada la semana pasada, existe «un peligro cierto de deriva hacia un peculiar sistema de gestión tributaria descentralizada a la carta que sería crecientemente complejo, caro e inefectivo, sin aportar nada a cambio al autogobierno regional».
Por otra parte, «la música confederal e insolidaria de la financiación singular –añade– sigue sin sonar bien a la mayoría de público general y de los especialistas, aunque se intuye un cierto esfuerzo para suavizar alguna de las partes más estridentes de la partitura original, posiblemente con la vista puesta en las próximas elecciones generales».
El Gobierno de Sánchez está atrapado en un callejón sin salida con la financiación catalana. En la práctica, es imposible aprobar y todavía menos aplicar lo acordado con los «indepes».
Por otra parte, para no perder votos en el resto de España y sobre todo en Andalucía donde el popular Juan Manuel Moreno barre en las encuestas, necesita convencer fuera de Cataluña que no concede al Principado nada que no puedan tener el resto de Comunidades Autónomas.
A eso ya le ha respondido Jordi Turull, uno de los líderes de Junts, que nada de «café para todos». Quizá por eso, el Gobierno, de forma consciente, se echa en manos de la confusión y de un texto farragoso, tan difícil de entender como imposible de sacar adelante, todo enturbiado, además, con el recurso a la ordinalidad, que cada uno interpreta como quiere.
Núñez Feijóo, que necesita casi tanto los votos catalanes como Sánchez los andaluces, rechaza el acuerdo Gobierno-Generalitat, pero hace el guiño de que Cataluña podría estar mejor financiada.
Es un juego tan lícito como peligroso que, además, intenta aprovechar el líder de Vox, Santiago Abascal, siempre con la cantinela de que España se rompe. Se equivoca. El pacto para la financiación singular catalana, en el caso improbable de que saliera adelante, no rompería España, sino que la quebraría, que no es lo mismo, una quiebra que, además pagaríamos todos, también los catalanes, pero eso el Gobierno prefiere obviarlo.
De momento está más cómodo refugiado en la confusión muy alejado de la verdad que está en la simplicidad, como explicaba Isaac Newton.