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El BCE ganó 12.700 millones de euros durante la crisis

La Razón
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La institución está en el ojo del huracán por su faraónica nueva sede, un rascacielos de 1.300 millones de euros

Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga. Y a juzgar por las cuentas, eso parece ser lo que le ha sucedido al Banco Central Europeo (BCE) durante los años de crisis. Pese a que la institución ha sido un acérrimo luchador contra la recesión que ha azotado el Viejo Continente desde 2008, sus resultados parecen haber agradecido la mayor crisis europea desde la Segunda Guerra Mundial. No en vano, sólo entre 2008 y 2014, el BCE obtuvo un beneficio de 12.700 millones de euros. Es decir, 1.814 millones de ganancias medias anuales.

Más crisis, más beneficio

Lo más curioso de estos pingües beneficios es que han ido disminuyendo conforme la crisis iba suavizándose. Así, en 2008, considerado el primer año de la recesión mundial –en septiembre de ese año quiebra el banco estadounidense Lehman Brothers–, el BCE ganó 2.661 millones de euros. Al año siguiente, esta cifra se situó en 2.218 millones. Sin embargo, en 2010, la crisis disfruta de un breve y ligero periodo de recuperación, que se refleja también en las cuentas del Banco Central Europeo. Ese año, el beneficio de la institución se desplomó un 40% hasta los 1.334 millones de euros.

Por desgracia, en 2011 se produce un recrudecimiento generalizado de la crisis en toda Europa, especialmente en los países periféricos, los llamados «pigs» –cerdos, en inglés–: Portugal, Italia, Grecia y España. De inmediato, este efecto se traslada a los resultados del BCE. La institución, presidida por el italiano Mario Draghi desde ese mismo año –con anterioridad era dirigida por el francés Jean-Claude Trichet– dispara de nuevo sus ganancias un 42% hasta los 1.894 millones. Al año siguiente, más de lo mismo: crisis galopante en la eurozona y beneficios de 2.164 millones de euros para el BCE. En julio de ese, la prima de riesgo española –el diferencial entre la rentabilidad del bono a diez años de nuestro país y el «bund» alemán– alcanza su máximo histórico hasta la fecha: 639 puntos básicos.

Sólo un día después, Draghi pronunciaba su más célebre frase, aquella que para muchos supuso el balón de oxígeno que precisaba la moneda única. «El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente». Apenas quince palabras insinuando que estaba dispuesto a cualquier cosa, incluso comprar deuda soberana de los países en problemas, pero que lograron aliviar la tormenta financiera que se avalanzaba sobre el futuro de la eurozona. Desde ese momento, todo fue a mejor. Las primas de riesgo empezaron a caer –la española se mueve hoy en el entorno de los 100 puntos– y empezó a gestarse una recuperación que, si bien es todavía débil, es ya una realidad.

En consecuencia, en 2013 los beneficios del BCE volvieron a disminuir, quedando en 1.440 millones. Ya en 2014, con Europa saliendo de la recesión, las ganancias del Banco Central Europeo fueron de apenas 989 millones, la cifra más baja de todos los años de la crisis.

La institución presidida por Draghi se encuentra además estos días en el ojo del huracán por la inauguración de su nueva sede en Fráncfort (Alemania). Se trata de un faraónico rascacielos de 185 metros de altura que ha costado la friolera de 1.300 millones de euros. Tras doce años de obras, esta cifra supone un sobrecoste del 50% respecto al presupuesto inicial de la construcción. Para hacernos una idea de lo que esto supone, la Torre Foster, el edificio más alto de España con 250 metros de altura –primero propiedad de Repsol, luego de Bankia y ahora de Cepsa, y situado en los terrenos de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid–, costó 300 millones. En la misma línea, la Torre Agbar de Barcelona, uno de los rascacielos más emblemáticos de la Ciudad Condal con 145 metros de altura, costó 130 millones de euros.