Minería
El resurgir del polémico uranio de Salamanca...y sus tierras raras
Mientras Berkeley sigue a la espera de los permisos para abrir su mina, algunos expertos dudan de la viabilidad económica del proyecto
Berkeley ha comenzado las prospecciones para buscar materias primas estratégicas mientras sigue pendiente de diversos permisos para la mina de uranio. La compañía asegura que producirá 2.000 toneladas de este material radioactivo pero algunos expertos dudan de la viabilidad del proyecto.
Hace unas semanas, un pequeño pueblo de 198 habitantes de Salamanca, Retortillo, saltó a la primera plana de la actualidad económica por sus resultados electorales. Probablemente, a nadie, más allá de a sus vecinos, le hubiese importado el ganador de los comicios del 28 de mayo si no fuera porque en las inmediaciones de la localidad una minera australiana, Berkeley, pretende abrir una mina de uranio. Y la compañía, tras la victoria local del PP, se disparó un 35% en bolsa el 27 de mayo ante la posibilidad de que un gobierno local conservador pueda agilizar el proceso para abrir la explotación.
En las semanas posteriores a los comicios, las acciones de Berkeley llegaron a revalorizarse un 29,4%, desde los 0,17 a los 0,22 euros, al calor de las elecciones y de varios anuncios de la firma. El primero, del 11 de junio, en el que informó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) de que había encontrado en la zona indicios de tierras raras y otras materias primas estratégicas para la industria tecnológica como estaño, tungsteno, litio o cobalto. También comunicó la obtención de tres nuevas licencias de explotación de cubren un área de 266 kilómetros, con lo que ya cuenta con derechos mineros para explorar una superficie de 1.200 kilómetros cuadrados en Salamanca, Cáceres y Badajoz. Su segundo anuncio data del 26 de junio, cuando informó de que va a poner en marcha un programa de sondeos para confirmar la existencia de estos metales.
Aunque ambos anuncios hacen referencia a otras materias primas, el proyecto central de Berkeley en la zona sigue siendo la mina de uranio. Eso, si llega a abrirse. Porque, de momento, no cuenta ni con todos los permisos necesarios ni con el apoyo de todo el mundo. Berkeley asegura haber recibido 128 autorizaciones e informes favorables. Sin embargo, le faltan dos. Uno, la licencia urbanística para construir la mina. El otro, el más importante, del Ministerio de Transición Ecológica, que está a la espera de un informe preceptivo, aunque no vinculante, del Consejo de Seguridad Nacional (CSN). A mediados de octubre, Reuters, citando fuentes del Gobierno, aseguró que el Ejecutivo de Pedro Sánchez no autorizará a Berkeley a abrir la mina. Pero, oficialmente, Moncloa no se ha pronunciado sobre un proyecto que crea rechazo entre los ecologistas y parte de los vecinos de la zona.
Pero las suspicacias no vienen sólo de los grupos que creen que puede ocasionar graves daños medioambientales o de los habitantes que prefieren un balneario como alternativa para dinamizar la economía de la zona. Algunas fuentes cuestionan su viabilidad. Enusa, la empresa nacional del uranio, explotó el yacimiento que había en la zona hasta el año 2000, cuando consideró que la baja concentración de uranio existente y los precios internacionales de esta materia, por debajo de los 20 dólares la libra, lo hacían inviable económicamente. Sin embargo, Berkeley obtuvo años después del cierre de la mina un permiso para tratar de agotar las últimas vetas del yacimiento. La australiana es lo que en el sector se conoce como una minera junior, una firma que trata de apurar yacimientos con reservas en fase de agotamiento aprovechando una buena coyuntura de precios. Pero, según cuestionan algunas fuentes, en estos momentos, los precios no rondan los 140 dólares la libra que alcanzaron en 2007 y 2008, cuando el proyecto suscitó interés. Además, añaden, si realmente hubiese uranio en las cantidades que calcula Berkeley, la propia Enusa lo extraería como hizo hasta el año 2000.
Pese a las reticencias, Berkeley está convencida de la viabilidad del proyecto. Según sus previsiones, la explotación producirá 4,4 millones de libras (casi 2.000 toneladas) al año, un 30% más de lo que consumen todas las centrales nucleares españolas. Su previsión es que la mina esté abierta durante catorce años, durante los que se crearán 450 puestos de trabajo directo, a los que habría que sumar otros tantos durante la fase de construcción. La promesa de empleo y una inversión de 330 millones de euros es el gran atractivo que genera adhesiones a un proyecto que, mientras espera las autorizaciones finales, el único beneficio real que genera es el que obtienen los que invierten en Berkeley. Y, en lo que va de año, no es menor, pues los títulos de la compañía se han revalorizado casi un 55%, de los 0,11 euros hasta los 0,17 euros.
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