Ciencia y Tecnología

«En sólo nueve años no distinguiremos bien a un humano de un androide»

Chetan Dube
Chetan Dubelarazon

No es habitual encontrarse en este mundo de la nueva economía con una personalidad profundamente pragmática y favorable al progreso y, al mismo tiempo, radicalmente humana. Así es Chetan Dube, un norteamericano de origen indio, impulsor de la inteligencia artificial (IA) a través de su empresa, IPsoft, y de la niña de sus ojos, «Amelia», un software que combina inteligencia artificial y computación cognitiva multicanal, que pronto será androide, con la que, según dice su mujer, «le es infiel». Bromas aparte, este promotor de la revolución digital hace hincapié en que el centro de toda ella debe ser el ser humano porque todos estos avances increíbles han de servir para ayudarle a ser más creativo sustituyéndole en esas tareas rutinarias que tanto tiempo le quitan.

Será uno de los grandes protagonistas de la segunda fase de la revolución de las tecnologías de la información, en la que «hombre y máquina», según sus propias palabras, «coexistirán para hacer un mundo más hermoso». «En mi anterior vida –añade–, era profesor adjunto en la New Yor University y mis investigaciones se basaban en clonar el cerebro de ingenieros de sistemas. Decidí ir más allá, extenderlo a la inteligencia general. En los años 50, Alan Turing, el padre de la informática moderna, llegó a hacer esta pregunta: “¿Pueden pensar las máquinas?” “¿Qué mundo sería éste si pudieran reflexionar?”. Estas interrogantes revolotean en mi mente desde hace muchos años».

– ¿Cuándo descubrió la IA?

– Siempre me ha fascinado. He leído, y profundizado mucho, en los estudios de John McArthy y Alan Turing, quienes proponían que las máquinas pensaran. Estoy seguro de que, en sólo nueve años, nos encontraremos a alguien por el pasillo y no sabremos distinguir si es humano o androide.

– El ser humano y la computadora están obligados a convivir. ¿Debe haber límites? ¿Tienen que primar los derechos del primero sobre la economicidad?

– La primera pregunta que debemos plantearnos es qué hacemos bien los humanos y qué hacen bien las máquinas. ¿Podría una de ellas hacer lo que usted hace: dar forma a las opiniones de la población con sus artículos? Evidentemente, no; ni ahora ni nunca podrán llevar a cabo actividades creativas, pero sí tendrán capacidad de realizar actividades cotidianas y rutinarias: conducir un coche, pilotar un avión, limpiar el suelo. Es un gran desperdicio que sólo utilicemos el 20% de nuestro cerebro creativo. Si pudieran liberarnos de esas actividades, el hombre podría aportar mucho más.

– ¿Existe una fuerza laboral digital adecuada?

– Ya está aquí y lo estará más en el futuro. Ahora mismo, esas labores ordinarias son como unos grilletes que impiden al hombre dedicarse a tareas más elevadas.

– Ya, pero no todo el mundo está preparado para crear.

– ¿Qué ocurrió con los conductores de carruajes a caballo? Al fin y al cabo, el cerebro humano es el motor darwiniano más poderoso y se adapta. El 90% de la población se dedicaba, a principios del siglo XX, a la agricultura; ahora sólo el 2%. Son ejemplos de que la tecnología siempre ha cambiado el mundo y ha traído nuevos empleos. El reto y la diferencia de esta revolución es la gran velocidad y su enorme envergadura. McKinsey estima su valor en 14,6 billones de dólares americanos en sólo 10 años, mientras que el tamaño de la que tuvo lugar en el siglo XIX fue de 1,9 billones en el mismo tiempo. Si los líderes de opinión no conciencian a los ciudadanos de que la revolución digital está a la vuelta de la esquina, les cogerá desprevenidos cuando llegue.

– ¿Y qué hacemos con quienes no tienen ese talento o están mínimamente cualificados?

– Pues no tendrán más remedio que aprender a crear y a reciclarse en competencias y habilidades. He tenido la oportunidad de abordar esta cuestión con distintos gobiernos. Se estima que la productividad y el PIB medios aumentarán un 40%. En los países nórdicos ya están barajando redistribuir esta riqueza de manera eficaz. Por ejemplo, ¿deberíamos establecer una renta mínima universal? ¿O por qué no implantar un impuesto a los robots? Las dos me parecen buenas opciones. Las barreras entre el hombre y la máquina se están difuminando. ¿Por qué algo que está hecho de carbono y oxígeno paga tributos, y algo que está hecho de silicio no?

– Hablemos de su empresas. ¿De cuál de sus tres soluciones se siente más orgulloso: IP Center, Amelia o 1 Desk?

– Debo destacar Amelia porque en ella convergen diversas tecnologías y es casi humana. Ahora estamos trabajando en robótica para que tenga tres dimensiones y pueda sentarse a mi lado y mantener una conversación conmigo.

– El IPCenter realiza el 80% de las operaciones de IT que normalmente correspondían a ingenieros. ¿Genera algún tipo de trabajo para estos profesionales?

– Esta herramienta tiene la finalidad de gestionar las tecnologías de la información. Una de cada 20 empresas del ranking «Global 2000» ya utiliza soluciones automatizadas con IPCenter. Si le añadimos tecnologías cognitivas, vinculamos directamente al usuario del negocio con las aplicaciones. Pongamos un ejemplo. Si el correo va demasiado lento, el procedimiento habitual es abrir una incidencia que, posteriormente se remite al departamento correspondiente. ¿No sería mejor hablar con «Amelia» y que ella nos respondiera que entiende perfectamente el problema y que, tras traducirlo a los términos propios, lo trasladase al técnico adecuado para solucionarlo?

– El gran competidor de «Amelia» es «Watson». ¿En qué es mejor su plataforma?

– Sinceramente, no creo que rivalicen tanto como parece. Creo que son complementarios. «Watson» –IBM lo podrá decir mejor– es maravilloso con el análisis profundo de datos. Hace lo que no podemos nosotros: leer un millón de páginas en un minuto y encontrar el problema. «Amelia», por su parte, hace lo que los humanos sí pueden hacer, pero no deben perder el tiempo haciéndolo. Hace tareas rutinarias. Ahora bien, en inteligencia artificial, cognitiva y conversacional, todos los analistas la señalan como la número uno.

– ¿Tiene en su cabeza un elenco de las nuevas profesiones digitales que creará esta revolución de las nuevas tecnologías?

– Ya se han creado nuevas profesiones derivadas de actividades económicas transformadas. Voy a exponer algunos casos. Uno de los bancos más grandes de los países nórdicos, Klarna, que ha sumado 55 millones de clientes en sólo ocho meses de vida, ha unido la venta minorista con la bancaria. No funciona como una entidad financiera clásica, con hipotecas, gestión de pagos y de patrimonio... Un ejemplo de lo que hace: usted compra unos zapatos, los recibe, no le gustan y quiere devolverlos. En lugar de realizar todos los trámites, con un solo clic, Klarna, tras hacer en instantes un perfil de usted, le devuelve el dinero en tiempo real y, simultáneamente, le gestiona la devolución. Asimismo, se están desarrollando seguros dinámicos cuyas primas cambian en función del perfil de riesgo de cada persona en cada momento.

– ¿Por qué está costando tanto que haya una mayor ebullición emprendedora en Europa y, al tiempo, se haya quedado atrás en la carrera por la innovación?

– Debemos pensar más en quién liderará la revolución y en quién la sabrá aplicar más que en sus promotores. BBVA y Santander están destacando mundialmente en la digitalización bancaria y, en el ámbito de las telecomunicaciones, Telefónica está jugando un papel importantísimo. España está reaccionando. Europa estaba esperando esta gran revolución y, ahora que está aquí, su espíritu innovador está despertando.

– ¿Debería la Universidad europea mirarse menos a sí misma y más a su alrededor?

– La Universidad tiene que cambiar. Sigue enseñando lo mismo y de la misma manera que hace mil años. Los títulos apenas han cambiado. Necesitamos ingenieros de automatización, ingenieros cognitivos, expertos en lenguaje natural, lingüistas... Si el mundo cambia, la Universidad también debe hacerlo. Hay que modificar los planes de estudio para generar esos profesionales diferentes que necesitamos.

Líder en Inteligencia Artificial

La compañía que creó Chetan Dube en 1998 se califica a sí misma como «disruptiva y pionera en innovación en el desarrollo y aplicación de tecnologías autónomas y cognitivas». Considerada por los expertos como una de las grandes impulsoras de la inteligencia artificial en el mundo, cuenta con más de 2.000 empleados repartidos en 18 oficinas en 15 países. Su producto estrella es «Amelia», una plataforma cognitiva que puede ser entrenada en numerosas funciones en los procesos de negocio. Su misión: «Transformar el desempeño operacional dándole al mundo el poder de los sistemas inteligentes». Su visión: «Eliminar el trabajo rutinario a través de la automatización y, así, liberar el talento de las personas para que se concentre en crear valor a través de la innovación».

EL PERFIL

Chetan Dube llegó lleno de inquietudes a estudiar Informática y Matemáticas en Nueva York. Tras graduarse, al tiempo que impartía clase en la New York University, empezó a darle rienda suelta a su afán investigador trabajando en la clonación de cerebros de ingenieros de sistemas, punto de partida de su inmersión en la inteligencia artificial. En 1998 creo IPsoft, de la que es su presidente y guía desde entonces.