Opinión
La historia interminable de la reforma de las pensiones
La nueva no es más que un lavado de cara de un sistema que está estructuralmente podrido
La actual reforma de las pensiones, que no será la última, se ha vendido como si fuese el bálsamo de Fierabrás, el remedio con el que se solucionarán todos los problemas del sistema, se taparán todos los agujeros por los que gotea el déficit y los futuros jubilados de los próximos 30 años podrán disfrutar de una larga jubilación dorada sin menoscabo en sus derechos adquiridos. Nada más lejos de la realidad.
Y como lo que no son cuentas son cuentos, no hay más que echar unos pocos números para darse cuenta de que, la mal llamada reforma, no es más que un nuevo lavado de cara de un sistema que estructuralmente está podrido, pero se maquilla mediante nuevos ajustes paramétricos que sólo suponen una vuelta de tuerca más para mantener a flote un barco que se hunde indefectible, aunque lentamente. El déficit continuado desde el año 2010, el agotamiento de la hucha de las pensiones y la deuda acumulada hasta el momento certifican que el modelo, basado en un sistema de reparto, no es sostenible, por mucho que se quiera vestir con proyecciones ilusorias. Y aunque la mona se vista de seda, no resiste el más mínimo análisis de sostenibilidad a largo plazo, dadas las características estructurales de nuestra economía y de nuestro mercado de trabajo.
En vez de resolver el problema por la vía del gasto, que obliga a recortar las pensiones y eso tiene un fuerte coste electoral (que se lo digan a Macron) en un año clave, dada la urgencia de Bruselas por disponer de una reforma a largo plazo de nuestro modelo de pensiones, ha forzado al Gobierno a actuar sobre las palancas que abren las compuertas a nuevos ingresos y evitar el desgaste político y electoral que supondría reconocer que, con este sistema, los futuros jubilados tendrán una pensión de cuantía inferior a la que les correspondería en función de las contribuciones realizadas. Mientras que la primera fase consistió en imponer un aumento de las cotizaciones de los autónomos, la segunda abre la espita que libera el tope a las bases de cotización, de modo que, quienes más contribuyan no generarán derechos en la misma proporción, lo que significa, un recorte de su prestación futura.
Y cada vez somos más los que coincidimos en que este apaño tiene la vida muy corta porque esconde una realidad que Bruselas conoce, que los ajustes realizados no son suficientes para frenar el gasto y el déficit de nuestro sistema, por lo que todo se revisará dentro de 3 años y no debemos tener la más mínima duda de que el resultado de dicha comprobación será una nueva subida, ya sea vía mayores cotizaciones o prolongación de la carrera laboral y del periodo de cómputo para recibir la pensión. Una patada hacia delante y una maniobra de distracción hasta que pasen las elecciones de este año y que sean otros los que carguen con el castigo electoral futuro.
Desde Europa saben que quienes van a financiar este teatro son los trabajadores junto a sus empresas, que no podrán aumentar salarios para compensar el aumento en cotizaciones e incluso tendrán que renunciar a más contrataciones, lo que supondrá un aumento del paro en el país con mayor tasa estructural y con mayores impuestos al trabajo de las economías desarrolladas. Es evidente que nuestro sistema está dejando de ser contributivo y eso rompe el relato histórico por el que si más cotizas ahora, más recibirás cuando te jubiles, con lo que difícilmente se puede vender a los jóvenes que cotizar es la mejor fórmula de ahorro previsional y mucho menos incentivar la salida a flote de la economía sumergida.
Lo peor de todo es que, lejos de admitir, que el sistema está desnudo, se sigue apostando por un esquema Ponzi que se apoya sobre una pirámide poblacional que estará invertida en los próximos 30 años, lo que muestra cómo se van debilitando los pilares de nuestro sistema de reparto. Pero muchos políticos buscan resultados cortoplacistas para renovar votos, pues como decía Keynes, a largo plazo, todos estaremos calvos y añado, también jubilados.
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