Entrevista

José Luis Nueno: «Lo que ayuda al que cobra 1.500 euros es hacer vivienda pública en serio y gastar menos en placebos»

El autor de «Todo es terrible, pero yo estoy bien» analiza cómo han actuado los españoles ante la crisis de precios. Concluye que el gran reto es la falta de consumidores de repuesto, ya que los jóvenes sólo pueden permitirse ocio y ropa, pero no casas

José Luis Nueno Iniesta
José Luis Nueno IniestaIESE

En un contexto marcado por la inflación, la imposibilidad de ahorrar y la incertidumbre económica, comprar una vivienda, un coche o montar un negocio es una odisea, pero el salario llega para desconectar en una terraza, comprar algo de ropa nueva y hacer un viaje exprés de bajo coste. «Todo es terrible, pero yo estoy bien». En el título de su libro, José Luis Nueno (Barcelona, 1960), profesor ordinario de dirección comercial y profesor titular de la cátedra Intent HQ del IESE Business School, resume el impacto de la crisis de precios. Editada por Aecoc y elaborada con los datos de Fintonic, esta obra concluye que uno de los grandes retos de la economía española es la falta de relevo generacional entre consumidores.

¿Los españoles están económicamente mejor de lo que creen o creen estar mejor de lo que realmente están?

La mayoría no han vivido nunca una inflación así. Lo normal es que haya algo de inflación y que los tipos oscilen. Hemos tenido una situación idílica, a pesar de todo lo malo que ha pasado. Los españoles están rodeados de pésimas noticias que crean la sensación de que todo está mal. No obstante, después de la pandemia tenían ahorros, se ha creado empleo y la gente se va al bar a celebrarlo. Cuando están en la terraza ven que todo es terrible, pero ellos están bien. Esa es la sensación. Los humanos tendemos a creer que nuestra situación económica y nuestra felicidad es mayor que la de la sociedad en general.

La renta neta disponible es de 19.817 euros, pero los españoles gastan 22.598. ¿Vivimos por encima de nuestras posibilidades o no nos queda otra?

Algo sí, pero ese desorden en el gasto viene de que de repente las cosas no cuestan un 10% más. Luego hay un efecto de devolución. Hay muchos gastos que durante la pandemia no se hicieron o se recortaron y ha habido un efecto rebote. Socializar, comprar ropa, viajar. El problema de la inflación ha sido terrible porque ha afectado a las cosas que menos te interesa comprar, pero que son necesarias: energía, alquileres, comida... Nos queda un tercio de salario para gastar en aquello que queremos, que es encima de donde tenemos que recortar para pagar lo que nos ha subido lo que no podemos evitar gastar.

¿Se puede ahorrar?

Entramos en la pandemia con un 11% ahorrado, durante el covid fue el 21% y ahora estamos en una tasa de ahorro del 9%. Eso es un promedio. Hay personas que ya han secado esos ahorros y hay otras que no los han tenido nunca. Mientras, entre la clase media y alta hay una sensación de enriquecimiento. Lo que no hay es endeudamiento alto como en la crisis de 2008 ni morosidad.

¿Quién recorta más?

Tenemos gente que recorta un poco, que recorta algo y algo más del 20% recorta mucho. Los de mayor edad recortan más en cantidad total porque también gastan más. Hoy apenas tienes a jóvenes recortando en gasto esencial de tiques grandes porque no compran electrodomésticos, mobiliario, pisos, reparaciones o coches.

¿Cómo afecta al consumo?

Este país necesita consumidores de repuesto, porque lo natural a cierta edad es dejar de gastar en ciertas categorías. Una persona de 55 a 65 años no tiene por qué comprar muebles o electrodomésticos como una persona de 30 o 40. Si no hay esa sustitución por parte de consumidores más jóvenes vamos a tener muchos problemas, nos encontramos con una estenosis del gasto.

¿Y en qué recortan más?

El gasto está polarizado. Después de una fase en que los perjudicados eran los ciudadanos de rentas bajas, ahora es la clase media la que lo está empezando a pasar mal. Recorta en alimentación a base de tiendas de descuento y en tiques grandes. Y luego está una clase más afortunada que no pudo gastar durante 2020 y usa sus ahorros para comprar lujo. También crece el gasto en bares, restaurantes, ropa y viajes, por el «efecto devolución», porque es asequible y los consumidores más jóvenes pueden permitírselo. Además, las clases bajas y las que más recortan sus gastos se premian por haber sobrevivido o por llegar a fin de mes y no lo hacen necesariamente con productos caros, sino premiumizados. En lugar de tomarse un helado sencillo cogen el más barroco.

¿Las ayudas del Gobierno para aliviar el impacto de la inflación han sido efectivas?

En general, las ayudas son buenas, pero hay que pagarlas. Estamos acumulando un déficit y una deuda muy importante y estamos presionando también fiscalmente a los ciudadanos de clase media y clase alta. Se llama grandes fortunas a gente que gana un dinero corriente en otros mercados. El control de alquileres no es bueno. Si a un alquiler de 2.000 euros le ponen control para que no suba, ¿eso le sirve a un joven que gana 1.500 euros? No, le sirve a una pareja de 30 años con sueldos de 3.000 cada uno. Lo que también ocurre es que en los mercados con alquileres controlados el valor inmobiliario cae en picado y son menos atractivos. En este país, donde todo el ahorro está en ladrillo, lo que están haciendo es hundir el ahorro de ciudadanos corrientes. Lo que ayuda al que cobra 1.500 euros es hacer vivienda pública en serio y gastar menos en placebos para que el consumidor esté contento.

Recomendaciones para mantener el ciclo de consumo.

Necesitamos relevo de consumidores porque el sistema que tenemos está montado como un castillo de naipes por una base de consumidores jóvenes que hoy no están ahí. Luego hacen falta muchas innovaciones relevantes. ¿Por qué la gente adopta Google, Facebook o Uber? Porque cambian su manera de relacionarse con la vida. Las empresas también deben poner el foco en los consumidores que no recortan para atraerlos. Y también debemos aprender de los últimos años, cuando las cadenas de suministro asiáticas se han roto y aquí nos hemos quedado sin producto. Hay que intentar repatriar parte de esas producciones. Hay que fabricar más cosas nosotros, pensando más en nuestros consumidores y creando empleos buenos aquí para que nuestros jóvenes puedan ser consumidores.