Entrevista
Juan Torres López: "El capitalismo ha dejado de ser inclusivo y ha afectado incluso a las empresas"
El Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, Juan Torres López publica "Para que haya un futuro" (Deusto), un alegato muy pertinente en un momento en el que impera el derrotismo, un libro optimista –pero no iluso– que se rebela contra el estéril inmovilismo
Dice que su libro es una brújula para que la izquierda del siglo XXI recupere el norte. ¿Por qué cree que lo ha perdido?
Creo que sigue esclava de un modo de analizar la realidad basado en la linealidad, que no permite explicar cómo funcionan las sociedades complejas. Es un pensamiento antiguo que hace creer que las cosas ocurren una detrás de otra de manera inexorable, cuando las sociedades y las economías son sistemas complejos que evolucionan de manera imprevisible. Además, ha renunciado a defender valores universales como la libertad, la democracia, los derechos humanos, la justicia o la igualdad de oportunidades. En su lugar, se centra en reivindicaciones fragmentarias y de identidad que, aunque legítimas, responden a intereses limitados y polémicos, dificultando la formación de mayorías sociales amplias.
¿Diría que la derecha también ha perdido el norte?
La derecha no ha tenido problemas en pensar de otra manera, adoptar políticas diferentes y generar un nuevo relato para conseguir nuevos objetivos. Sin embargo, este éxito ha llevado a una concentración de la riqueza y del poder tan extraordinaria que el capitalismo se ha convertido en su peor enemigo. Las políticas de liberalización, privatización y eliminación de controles han resultado en una enorme concentración de la riqueza y del poder. El capitalismo ha dejado de ser inclusivo, afectando incluso a las propias empresas que no sean grandes fondos, multinacionales o bancos. Este fenómeno de concentración se ve reflejado en ejemplos como BlackRock, que posee el 80% de las acciones de las 500 grandes empresas de Estados Unidos. En el sistema financiero español, hemos pasado de docenas de bancos a solo dos o tres que controlan el mercado, empeorando la economía y la sociedad.
¿Cuándo cree que han degenerado las democracias?
En los últimos años, hemos visto un deterioro extraordinario. Una sociedad mal informada y guiada por sentimientos primarios. Las democracias requieren debate y la voluntad de renunciar a ciertas preferencias. No pueden ganar todos siempre. Además, cuestionar la victoria electoral de quien gana es un síntoma de que algo no funciona. Si en una sociedad predomina la idea de buenos y malos, es imposible que haya democracia.
En su opinión, ¿ha existido alguna época dorada en las democracias? ¿Por ejemplo?
Posiblemente no, pero ha habido momentos en los que las democracias han vivido mejor. Ni siquiera en la dictadura de Franco percibía el odio, la animadversión y el rechazo que veo hoy en las relaciones sociales. En los primeros años de democracia, aunque con deficiencias en el diseño, las relaciones eran más amigables. Hoy, con una democracia más desarrollada, las relaciones personales son menos democráticas. Esto no solo sucede en España, sino también en otros países. Lo que está pasando en Estados Unidos, donde se plantea que los estados demócratas se divorcien de los republicanos, es un ejemplo de los momentos feos de la democracia que vivimos.
¿Es irreversible?
A corto plazo no parece realista pensar que se va a revertir el proceso. Me preocupa que los seres humanos solo reaccionemos ante grandes desgracias, como pasó tras las Guerras Mundiales. Espero que no tengamos que pasar por algo similar para darnos cuenta del camino que llevamos. Los problemas actuales, como los de la naturaleza, son de una envergadura tan grande que el escenario futuro podría ser calamitoso.
¿Qué hoja de ruta debemos seguir para mejorar el mundo?
Puede sonar a poesía, pero creo que los problemas actuales son de la especie humana. La única hoja de ruta posible es entender que a los problemas de especie hay que darles soluciones de especie, respuestas de sentido común, valores universales y principios asumidos por mayorías sociales. Me preocupa el mensaje que algunos padres transmiten a sus hijos, enseñándoles a rechazar a quienes no son como ellos.
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