Ciencia y Tecnología

La gran esperanza de África

En Adis Abeba, se ha puesto en marcha un plan para convertir la ciudad en el paradigma del urbanismo africano

En la imagen, la Avenida Churchill de Adis Abeba
En la imagen, la Avenida Churchill de Adis Abebalarazon

Etiopía, nuevo centro económico africano, en el punto de mira de los inversores internacionales

A lo largo de toda su área metropolitana, de una extensión similar a la de Budapest, conviven en Adis Abeba toda una variedad de vehículos en trepidante circulación, el novedoso tranvía de tecnología china estrenado en 2015, los burros, que transitan en tropel por los márgenes de las mismas vías, las cabras, que se comen las plantas de las rotondas, la gente, ataviada de manera colorista y diversa...y miles, pero miles, de edificios en construcción. Es curioso, pues la extraña mezcla, los contrastes, colores, olores, sonidos y vitalidad de la «Nueva Flor» (traducción de Adis Abeba) son en sí todo un espectáculo, pero lo que realmente llama la atención y la hace realmente diferente son esos edificios... La mayoría, a medio terminar, grises, deshabitados, artesanales y desafiantes, pues retan la imagen de atraso y pobreza que hasta ahora teníamos de este país.

Desde el mismo avión, antes de aterrizar en el aeropuerto de Bole en la capital –también en obras de ampliación, pues se ha convertido en una conexión principal del tráfico aéreo en África–, se otean ya las febriles construcciones que crecen por toda la ciudad. Destacan por coloridas algunas de las conocidas como «Viviendas 40/60», una serie de pisos que en España llamaríamos de protección oficial y que en Adis, desde 2005, están siendo construidas bajo un esquema de financiación del 40% a pagar por el comprador y el 60% por el Estado, aunque, según el nivel de ingresos de los futuros propietarios, pueden llegar al 20-80% o incluso al 10-90%.

Con esta iniciativa, según medios oficiales, el Gobierno espera facilitar viviendas a un millón de personas en los próximos años, para así tratar de dar solución a un problema crónico de la capital, la falta de techo. El plan tiene sus detractores. Los condominios tardan en entregarse porque no están resueltos los servicios básicos de habitabilidad, y la mayoría de los nuevos barrios están alejados del centro y corren el riesgo de convertirse en barriadas. Pero son un paso importante y muestran el interés del Gobierno en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

El boom de la construcción no se reduce a esta iniciativa social. Los etíopes pueden adquirir parcelas bajo concesión con la condición de edificar en un tiempo límitado. De ahí, que toda la ciudad esté levantada a la vez, aunque las obras, dependientes de recursos propios, vayan lentas. La ciudad tiene previsto un impactante «Master Plan for Adis Abeba Development», que incluye grandes obras, edificios de oficinas, empresas, locales comerciales, parques, jardines, iluminación y todo lo necesario para convertirse en el paradigma del urbanismo africano.

Resulta complicado imaginárselo hoy, en plena estación de lluvias, con las calles acumulando escombros, lodo y socavones. El caos circulatorio es permanente, las calzadas, aunque sean nuevas, se deterioran con facilidad en esta temporada hasta ser casi intransitables y casi todo en la ciudad, incluso el flamante tranvía chino, aparece sucio y descuidado a los ojos del europeo. Pero el progreso está ahí. Hace 10 años, nada de esto existía y dentro de otros 10, si se consigue llegar a la meta, a Adis Abeba no la va a reconocer ni su propia «madre».

Y en medio de este floreciente entorno, todo va hacer falta, lo que está llevando a la aparición de una pujante generación de emprendedores, algunos de los cuales ya se cuentan entre los casi 3000 super-ricos que, según el «África 2016 Wealth Report», hay ya el país y que ha situado a Etiopía como el segundo estado africano que mas crece en número de millonarios.

Fidel Takie es uno de esos emprendedores. Creador de Denk, una empresa de sofás y muebles, que trae la madera de Suecia y las telas de Arabia Saudí para fabricar piezas personalizadas, nos lleva a su fábrica-taller en medio de una colonia de chalets. Él es miembro de la diáspora, uno de los retornados que emigró o creció en otro lugar del mundo ante la falta de oportunidades que ofrecía su país y que ahora vuelve con formación, ideas y muchas ganas de aprovechar el momento. En los próximos años va a tener trabajo. Hoteles, oficinas ,pisos, chalets... al ritmo de construcción actual, habrá mucho que amueblar en Adis Abeba y en otras ciudades del país que vendrán detrás, como Mek´ele, Bahar Dir, Dire Dawa o Abassa.

Instituciones internacionales como el Banco Mundial avalan los datos del Gobierno etíope: el país ha crecido oficialmente un 10,7 % anual desde hace 10 años, ha registrado una reducción de la pobreza del 50%, ha aumentado su esperanza de vida de los 42 a los 64 años... y ha cumplido seis de los ocho Objetivos del Milenio establecidos por la ONU, entre otros, la reducción de la mortalidad infantil o el acceso a la educación (además de avanzar en la educación primaria, en 10 años se ha pasado de una a 45 universidades y hay 26 millones de estudiantes), e incluso en los dos objetivos restantes, la mejora de la salud materna y el empoderamiento de la mujer, se han realizado avances. Lo ha conseguido haciendo suyos estos objetivos, tomándoselos muy en serio, e integrándolos en sus Programas para la Reducción de la Pobreza y su Plan de Crecimiento y Transformación (GTP).

Los inversores extranjeros ven abrirse en el cuerno de África un nuevo mercado para hacer negocios. Uno de los 10 más importantes a partir de ahora, según analiza la empresa internacional de investigación BMI Research. Estamos ante un país cristiano, una isla dentro de África, con un 70% de ortodoxos que conviven hasta ahora en paz con el 30% de población musulmana restante. La criminalidad es baja, el índice de percepción de la corrupción, según la Organización para la Transparencia Internacional, es de 33 puntos (frente a los 58 que ostenta España) y, aunque sigue siendo un país en vías de desarrollo, Moody´s le concedía en 2015 la triple B + (BBB+), el mismo «rating» que España en ese momento.

Son datos positivos que marcan una tendencia de superación. Hay planificados 5.000 km de ferrocarril por todo el país, se están levantando 11 presas, está en marcha la construcción de una decena de parques industriales similares al de Hawasa, una especie de ciudad textil a dos horas de la capital que prevé dar trabajo a 65.000 personas... En el área de la salud, hay un campo abonado, pues hacen falta medicamentos, especialistas, maquinaria, hospitales... la aspiración de Etiopía es convertirse en un «hub» africano para la atención médica.

Aportación española

Pablo Artiñano, presidente de EforE, grupo inversor español con una consultora industrial en Adis Abeba, lo ve claro: hay varios sectores en los que España puede aportar todo su peso. «Etiopía será en los próximos años uno de los principales países exportadores de alimentos, principalmente, semillas oleaginosas, café y vegetales, y en el sector agrícola podemos aportar mucho ‘‘know-how’’, maquinaria y especialización. El turismo es otro de los grandes filones etíopes, y en este sector pocos países pueden competir con España; y el desarrollo masivo de infrestructuras en Etiopía es otra gran oportunidad, ya que España cuenta con prestigio y experiencia a nivel internacional como adjudicataria de obras tan importantes como el AVE a la Meca o el Canal de Panamá», analiza Artiñano.

Grandes empresas de todos los sectores, como Unilever, Total, Impregilo, H&M o MAN ya están aterrizando, como sucediera en China en los 90. Desde hace cuatro años, funciona el Foro de Etiopía para Empresas de la UE, encargado de coordinar esfuerzos y trabajar por una más fácil implantación de nuestras compañías.

«Es un país en desarrollo. Hay muchas aristas en las que trabajar, pero hay un progreso palpable», reconoce Borja Montesino, el embajador de España, quien recalca además que Etiopía está considerada «el país con el peor vecindario del mundo», lo que hace más necesario ese progreso. Es cierto. Está rodeada por Sudán, Somalia, Kenia, Yibuti, Eritrea... no es muy alentador. Al mundo le interesa la estabilidad y el avance de este país. El Gobierno de Etiopía ha entendido que la única manera de mantener la paz en un país que en su historia reciente se ha visto sumido en numerosos conflictos es ofrecer un rápido desarrollo económico que repercuta en el bienestar general.

«Aunque estamos yendo rápido, necesitamo más velocidad para acometer todos los proyectos. La gente necesita ver pronto que su vida mejora», constantan fuentes gubernamentales. Para conseguirlo, proponen un desarrollo económico dirigido, un capitalismo desde arriba que permita la creación de una clase media potente y la mejora sustancial de las clases más desfavorecidas apoyándose en la industrialización. «Una economía basada en el ladrillo es peligrosa; una economía basada en el petróleo es peligrosa, una economía basada en la energía, es peligrosa... Sólo una economía basada en la producción y la industrialización garantiza la estabilidad», señalan desde el Gobierno

¿Qué opinan los etíopes de esta economía dirigida? «Es cierto que no tenemos el Gobierno perfecto, que hay corrupción, que se cometen errores», admite Almaz, una joven empresaria con amplia experiencia internacional. «Pero creo que lo mejor que le puede pasar a Etiopía es continuar con un Ejecutivo fuerte que mantenga firme el rumbo del crecimiento», apunta. La joven no es sospechosa de ser progubernamental. Ella, precisamente, pertenece a la etnia Amara, una de las dos nacionalidades que, junto con los Oromo, más quebraderos de cabeza están trayendo al Gobierno.

Para muchos etíopes con formación, el camino del Gobierno es el correcto. Compran la búsqueda prioritaria del desarrollo económico, como defiende Arkebe Oqubay, exalcalde de Adis Abeba, asesor especial del Gobierno e influyente intelectual. Este respetado experto ha sido pieza central en la política etíope desde hace 25 años. Para Oqubay, lo esencial es que Etiopía se convierta en un país avanzado a través de una política de industrialización potente.

Un país africano fuerte y desarrollado, que sirva de locomotora para otras naciones del continente, es deseable, ya que pone el contrapunto a una Asia desbordada y desbordante. Inversores de todo el mundo la tienen en su punto de mira, y abundan en la prensa internacional las referencias como centro receptor de inversiones. Si hay estabilidad política, será un éxito. Y casi todos contentos.