Viajes
«Turismofobia» ¿puede el sector morir de éxito?
España podría recibir este año 80 millones de turistas extranjeros. Un nuevo récord. Esta afluencia masiva está generando rechazo en ciertas ciudades. Los expertos consideran que el aumento descontrolado del alquiler de viviendas para uso turístico es la principal causa del problema.
Playas atestadas de guiris en las que colocar la sombrilla puede resultar misión imposible. Centros urbanos desbordados de turistas que, con maleta en mano, caminan por las calles como si de hormigas se trataran. Bares y terrazas hasta la bandera... Vecinos de Barcelona, Palma de Mallorca y Madrid han comenzado a rebelarse contra la masificación turística debido a los problemas de convivencia y a la subida del precio de los alquileres, entre otras consecuencias, que origina la afluencia masiva, y quizá desmedida, de viajeros.
España se encuentra en el pódium de los países más visitados del mundo –este año podría situarse en segunda posición–. Durante el año pasado, recibió 75,6 millones de turistas, más de 18 millones de los que nos visitaron cuatro ejercicios antes. Y en 2017 podría llegar a los 80 millones. Sólo hasta mayo, el número de turistas rozó los 28 millones, un 11,6% más que en el mismo periodo de 2016. Desde la Primavera Árabe, a nuestro país han viajado más de 12 millones de visitantes que antes del estallido de las revueltas hubieran aterrizado o desembarcado en Turquía, Túnez o Egipto, entre otros destinos.
Del barómetro del Turismo Mundial de abril se desprende que España es el segundo país del mundo por ingresos del sector –en 2016, el gasto de los turistas alcanzó los 77.625 millones de euros, un 9,0% más que en un año antes–. Y, según fuentes consultadas, nuestro país posee la industria turística más competitiva del mundo. El turismo ha sido el motor del crecimiento económico durante los últimos años. El año pasado representó más del 11% del PIB y actualmente ocupa a 2,3 millones de personas. O lo que es lo mismo, acapara el 14% de los afiliados a la Seguridad Social. Los datos de llegadas no dejan de batir récords, sin encontrar techo. Pero, ¿puede el sector morir de éxito?
Principales problemas
Cataluña, Baleares y Comunidad Valenciana son las regiones más afectadas por la sobremasificación turística. «España, aunque dice estar adaptada a la llegada de visitantes, tiene carencias claras derivadas de la presión que está ejerciendo la llegada masiva de turistas. No tenemos más que ver el caso de Barcelona, donde ya se superan los cuatro turistas por habitante». Y Luis Llorca, director general de Global Blue España, asegura que esa saturación es la que genera un sentimiento de rechazo al viajero, lo que demuestra que «si nos saturamos, nos agotamos como destino». Por ello, el sector debe volverse más sostenible y rentable, y tener en cuenta si la actividad turística genera rédito suficiente a la población residente. «El gasto per cápita de los turistas en España lleva años a la baja. Sólo se compensa por el mayor número de llegadas. Algo no está bien», puntualiza.
Mientras que el sector regulado crece de manera equilibrada, ya que se está produciendo una demanda mayor que el crecimiento de la oferta hotelera; «El aumento descontrolado del alquiler de viviendas para uso turístico a través de plataformas P2P on-line está generando una afluencia masiva de turistas de dudosa contribución al desarrollo económico que empieza a originar una espiral muy desfavorable, con efectos negativos tanto para el sector como para la sociedad». Y entre ellos, Cayetano Soler, socio responsable de Turismo en PwC España, destaca los problemas de convivencia ciudadana por el descontrol y el tipo de turista, el crecimiento de los altercados públicos, la ausencia de equidad fiscal, la creación de un empleo de bajo valor y poco profesionalizado y el desequilibrio de los pilares básicos de crecimiento de la industria turística. Asimismo, agrega que el crecimiento descontrolado y de carácter masivo que se está produciendo del alquiler de viviendas para uso turístico es la punta de iceberg de un gran problema: el de la fobia hacia el turismo.
Ernest Cañada, coordinador de Alba Sud –centro de investigación especializado en turismo responsable–, piensa que el sector puede morir de éxito, por lo que debería salir de la lógica del crecimiento ilimitado. Al margen de resaltar el «turismo prestado», achaca la sobreafluencia actual a la extensión del turismo a través de la denominada «economía colaborativa». Y advierte de que la masificación podría extender los impactos negativos del turismo y hacer que la calidad del servicio ofertado sea cada vez peor, lo que conjuntamente «nos aboca a una estrategia suicida». Por otra parte, opina que continuar batiendo récords de turistas, de pernoctaciones o de rentabilidad por habitación no es ningún signo de una economía sana, sino del desequilibrio y dependencia con respecto a esta actividad.
Entre los variados problemas que origina este exceso de turistas a ciertas zonas geográficas, Cañada resalta el incremento de los precios de todo tipo de productos y servicios, que erosiona el poder adquisitivo de los residentes; el desplazamiento del tejido comercial local por negocios orientados hacia el turismo, como tiendas de souvenirs o locales de ocio; las dificultades de acceso a la vivienda por su encarecimiento, que obliga a desplazarse gradualmente hacia zonas periféricas; la dificultad de las clases trabajadoras de poder residir en ellas; las molestias por los ruidos y desperfectos ocasionados por los turistas que alquilan apartamentos, cuya conducta altera la vida cotidiana del vecindario; la sobremasificación del transporte urbano; los aprietos para circular o caminar por determinados lugares de la ciudad; el deterioro ambiental en territorios altamente frecuentados...
Posibles medidas
Cañada piensa, en este sentido, que habría que reequilibrar el peso del sector turístico en la economía de ciertas zonas geográficas, en especial en la costa mediterránea, buscando una mayor diversificación y complementariedad en las actividades económicas. «Que municipios como Torrevieja o Benidorm estén entre los 10 más pobres de España, con toda la especialización turística que han vivido, son un claro ejemplo de que más turismo no significa necesariamente más bienestar colectivo», apostilla.
De igual modo, el coordinador de Alba Sud remarca que la necesaria apuesta por la calidad «no tiene que ver -como habitualmente se quiere hacer creer- con ampliar el número de turistas de alto poder adquisitivo, sino con integrar esa actividad en su entorno». Y es que el turismo debe ser capaz de desarrollarse generando un retorno social mucho más elevado.
A Claudio Milano, profesor e investigador de Ostelea School of Tourism & Hospitality, le parece que hablar de «turismofobia» desvía el foco de atención y da argumentos a los grandes lobbies turísticos, ya que se concede el protagonismo a los movimientos sociales cuando «el verdadero problema es el modelo de ciudad. Los turistas también son víctimas de este modelo». De forma paralela, afirma que para encontrar una solución a este malestar se necesita fiscalización turística. Es decir, regularizar el mercado de la vivienda y de los pisos turísticos, y poner en marcha políticas públicas centradas en los derechos de los ciudadanos. «La política se ha dedicado a promocionar el turismo, en lugar de a gobernarlo. Es el momento de empezar a actuar», apunta.
Cañada tampoco hablaría de la «turismofobia», sino del legítimo hartazgo de mucha gente que se ve desposeída de su ciudad, de sus barrios y de sus casas. «Lo de la ‘‘turismofobia’’ es un espantajo construido desde los medios de comunicación para evitar el debate real sobre qué está suponiendo este tipo de turismo». En cualquier caso, insta a actuar desde varios frentes, aunque en su opinión los principales son el decrecimiento y la mejora de las condiciones laborales. El primero tiene que ver con la necesidad de reequilibrar las economías y de reducir su dependencia con respecto al turismo, lo que se consigue cesando la actividad de promoción de algunas zonas, como ya están haciendo ciudades como Ámsterdam; controlando y limitando los desplazamientos masivos, tanto por vía aérea como marítima; zonificando y restringiendo en ciertas áreas determinadas actividades turísticas; fortaleciendo un parque público de viviendas en alquiler; incrementando el control sobre las actividades irregulares de las empresas turísticas; reforzando el control sobre las nuevas plataformas de la economía colaborativa; aumentando la fiscalidad sobre estas actividades y su retorno social por el uso que hacen de bienes comunes... Por otra parte, cree que resulta imprescindible un plan integral contra la precariedad y la explotación laboral.
Soler, por su parte, opina que lo más relevante sería controlar el crecimiento de las viviendas para uso turístico, mediante el desarrollo de las plataformas P2P on-line en un entorno regulado mucho menos laxo que permitiera la equiparación en el cumplimiento regulatorio que se le exige al resto de la industria.
80 millones de extranjeros
Las expectativas del sector hotelero de cara al verano resultan «muy positivas». Sobre todo, en cuanto a la mejora de la rentabilidad, del precio medio y del número de pernoctaciones se refiere, con un aumento especialmente importante en la duración y frecuencia de los viajes de los españoles, que han incrementado entre un 6% y un 7% las reservas hasta agosto. España podría recibir 56,7 millones de visitantes extranjeros en los ocho primeros meses de 2017 –supondría un incremento próximo al 9%- y llegar a los 80 millones al finalizar el año, convirtiéndose en el segundo receptor del mundo, aseguró Juan Molas, presidente de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat), quien el miércoles anticipó un «verano récord» y reveló que «ha llegado el momento de que la noticia positiva no sea el aumento del número de viajeros en temporada alta, sino la extensión de la misma y el efecto sobre la estacionalidad, problema estructural del turismo español».
Nuevo modelo de negocio
El sector turístico debe reorientar su modelo de negocio. Y es que los visitantes que recibimos, europeos en nueve de cada diez casos, apenas se dejan una media de 130 euros al día, mientras que los turistas extracomunitarios gastan en un solo día lo que el comunitario en una semana. De hecho, de algunos estudios se desprende que España sólo capta el 1,2% de los turistas de los principales mercados internacionales con mayor capacidad de gasto, así como que el visitante internacional gasta en España casi un 50% menos que en los países de nuestro entorno.
Llorca sostiene que el procedente de Hong-Kong se deja más de 1.600 euros de media por acto de compra, el chino supera los 1.000 euros y el estadounidense roza los 800 euros. «Estas cifras ponen sobre la mesa la necesidad de reorientar nuestro modelo para captar estos mercados emisores».
El director general de Global Blue España insta a reconfigurar el posicionamiento de nuestro país como destino hacia un perfil de turista que aporte más valor y que considere la compra –en comercios, restaurantes, experiencias...– como una parte imprescindible del viaje.
Y para lograr una mejora de la calidad y de los márgenes de beneficio del sector, piensa que hay que brindar a los turistas dispuestos a gastar una buena oferta «premium», con servicios adaptados a cada nacionalidad. «Está demostrado que los turistas que vienen de distancias más lejanas tienen una propensión mucho mayor al gasto y que, en general, no provocan desajustes de convivencia con las ciudades que visitan».
Soler, por su parte, corrobora que, en estos momentos, lo relevante para el sector es recuperar el ingreso nominal medio de los turistas nacionales e internacionales, desarrollando una oferta complementaria de servicios mucho más potente y diversificada. El objetivo, pues, está en trabajar para conseguir un turismo de calidad que permita mejorar la rentabilidad del sector, que pueda originar un crecimiento del empleo de calidad y de valor. «Estos crecimientos descontrolados y masivos van justo en contra del crecimiento estable, orgánico y de impacto de la industria turística», señala.
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