Encuesta

Los usuarios piden una regulación sensata sobre las bolsas de nicotina

El resultado de una encuesta revela el rechazo a la propuesta del Gobierno y muestra que sería ineficaz

Las bolsas de nicotina son una alternativa a los cigarrillos convencionales
Las bolsas de nicotina son una alternativa a los cigarrillos convencionalesistock

Las bolsas de nicotina, pequeños sobres libres de tabaco pero con contenido de nicotina, se han convertido para miles de personas en una herramienta para dejar de fumar o reducir los daños asociados al cigarrillo.

Frente a esto, el Ministerio de Sanidad propone una regulación que limitaría su contenido a 0,99 miligramos de nicotina por bolsita y prohibiría todos los sabores excepto el de tabaco. El resultado, según una encuesta realizada en marzo de 2025 por la Fundación Tholos, es un amplio rechazo por parte de quienes las usan.

El estudio, elaborado por la consultora Dynata sobre una muestra de 515 consumidores, revela que el 84% no apoya esta prohibición de facto, y más de la mitad se opone abiertamente. Nueve de cada diez usuarios consultados afirman que los sabores (sobre todo los de frutas, menta y mentol) son un factor decisivo para elegir este producto como sustitutivo del tabaco.

Posturas definidas

Lejos de enviar un mensaje hostil hacia la regulación, la encuesta revela una posición más matizada: el 65% apoya campañas educativas contra el uso de nicotina por menores, y el 58% está a favor de medidas más estrictas para evitar su acceso. Es decir, una mayoría significativa de usuarios no se opone a la intervención pública, sino a una normativa que consideran desproporcionada y contraproducente.

El planteamiento del Ministerio, aunque en el fondo busca proteger la salud pública, podría tener efectos inversos. Según la encuesta, únicamente el 6% dejaría por completo el consumo de nicotina si se aplicaran las restricciones actuales. En cambio, un tercio volvería a fumar, y otro 39% buscaría las bolsas de nicotina en canales alternativos: comprándolas online, en el extranjero o en tiendas locales donde se espera que sigan disponibles. Además, un 66% afirma que cambiaría a otros productos de nicotina, por lo que el objetivo del Gobierno quedaría sin resolver.

Dos tercios de los usuarios encuestados indican que comenzaron a usar bolsas de nicotina por motivos de salud: 62% para reducir el consumo de tabaco, 41% para dejar de fumar directamente. Un 75% relaciona su uso con beneficios percibidos como menor tos, mejor salud oral y ausencia de olor. Son datos relevantes, porque indican que la elección de estos productos no responde a una moda pasajera, sino a una estrategia consciente de reducción de daños.

Datos avalados por la ciencia

El Instituto Alemán de Evaluación de Riesgos ha sido la primera institución en Europa en evaluar formalmente este tipo de productos, y sus estudios han llegado a la conclusión de que lo recomendable es marcar el límite en hasta 16,6 miligramos por bolsita, considerando este como nivel aceptable y eficaz para ayudar a dejar de fumar. Comparado con la propuesta española, el margen es significativo. Esta disparidad plantea una pregunta: ¿tiene sentido imponer un umbral tan bajo que invalide la función sustitutiva del producto?

La respuesta más clara la dan los propios usuarios: el 89% considera que las bolsas de nicotina pueden contribuir a reducir las tasas de tabaquismo y que el gobierno debería apoyarlas como parte de una estrategia de salud pública, como ha ocurrido en países como Suecia. Lejos de ser una visión aislada, esta percepción refleja una lectura compartida entre quienes buscan alternativas al cigarrillo convencional.

Impacto y margen de diálogo

En términos políticos, también hay consecuencias. Dos tercios de los encuestados que expresan una opinión aseguran que no votarían a candidatos o partidos que promuevan mayores restricciones. Aunque no se trata de una amenaza coordinada, sí revela una sensibilidad creciente frente a políticas que no distinguen entre regulación y prohibición.

Desde la Fundación Tholos, su director de Asuntos del Consumidor, Tim Andrews, sintetiza el problema: «Prohibir los sabores y reducir drásticamente la nicotina no elimina la demanda; o bien lleva a los consumidores a mercados no regulados o a volver a los cigarrillos. Los legisladores deberían basarse en la ciencia, no en el estigma».

La crítica no se lanza contra el objetivo de reducir el tabaquismo, sino contra las herramientas propuestas. Lo que reclaman muchos usuarios es una regulación proporcional, que contemple el rol potencial de las bolsas de nicotina como paso intermedio o sustituto para fumadores adultos. La evidencia recogida en la encuesta sugiere que un marco bien diseñado podría acompañar los esfuerzos por una España sin humo, sin necesidad de cerrar la puerta a quienes buscan otras formas de abandonar el cigarrillo.

El Ministerio aún está a tiempo de revisar su planteamiento. El debate no tiene por qué ser binario. Entre la desregulación total y la prohibición disfrazada hay espacio para una política basada en datos, no en intuiciones. Una regulación firme, con controles efectivos y educación pública, puede convivir con el acceso razonable a productos que, según sus usuarios, los han alejado del tabaco.

Si el objetivo es proteger la salud de la población, no se trata solo de limitar, sino también de entender por qué ciertos productos funcionan y cómo pueden integrarse en una estrategia sanitaria más amplia. Regular no es sinónimo de prohibir. Es, en muchos casos, la mejor forma de proteger sin castigar.