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Xi prepara un nuevo «Made in China»

Xi prepara un nuevo «Made in China»
Xi prepara un nuevo «Made in China»larazon

La innovación, evitar la sobreproducción y la robotización, son las tareas del nuevo plan industrial.

Que una «app» móvil como WeChat Pay se haya convertido en el método de pago habitual para los chinos tiene un carácter simbólico. La población ha dejado de usar los billetes con la cara de Mao impresa, se olvidan de su líder revolucionario y de aquel país comunista que desarrolló, colectivizado, para admirar y emplear las herramientas que les entrega el capitalismo individualista del presidente Xi Jinping. Mao se sentiría traicionado por todos los chinos que, con la cabeza siempre agachada a su propio teléfono, reconocen el cambio de rumbo, que ya se deja notar en la reindustrialización o en las privatizaciones.

El Índice de Producción Industrial en el país ha descendido en más de la mitad desde 2011 a la actualidad, es decir, el sector genera cada vez menos valor añadido. En 2015, el gobierno de Xi lanzó el plan «Made in China 2025», que consiste en una reestructuración de la industria basándose en varios puntos entre los que destacan: la apuesta por la sostenibilidad y la inversión en desarrollo; acabar con la sobreproducción en determinadas áreas, y el uso de componentes producidos en China.

Si ha viajado al gigante asiático, sabrá que la contaminación es un problema de primer orden, provocado por las emisiones de la industria. Es normal, por este motivo, que los chinos caminen por la calle con mascarilla. «Actualmente es uno de los estados con mayor polución, consecuencia de años de uso y abuso de energías no renovables. Muchas regiones todavía utilizan carbón para generar energía y calefacción en edificios de más de 30 plantas, algo que no solo afecta al medio ambiente, sino a la salud de sus habitantes», apunta la profesora asociada del Departamento de Empresa de la Universidad Europea, Marina Mattera.

Innovación

Xi, sin embargo, ha emprendido una política que incentiva las energías renovables para matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, hablamos de una industria que otorga un gran valor añadido y, por otro, satisface a sus ciudadanos mejorando su calidad de vida. El Gobierno, añade Mattera, «está realizando una apuesta muy agresiva por los combustibles no fósiles, y gracias a su crecimiento económico y modelo de gestión cuenta con el capital para invertir en ellos sin depender de agentes externos».

De hecho, «hasta 2017 era el líder en energías renovables, y aunque no encabeza la lista de ‘‘Forbes’’ en la actualidad, continúa siendo uno de los países que más invierte, investiga y desarrolla alternativas que permitan mejorar la vida de los ciudadanos mediante uso de energías renovables y soluciones novedosas para la movilidad, el hogar y la industria», sostiene Mattera.

Aunque el carbón sigue representando el 70% de las fuentes energéticas, las limpias van a ser protagonistas en China en los años venideros, con una inversión en las mismas de 350.000 millones de euros hasta 2020. Los datos de 2015 destacaban que el sol y el viento sólo aportaban el 4% del total de la energía en el país, y según los objetivos marcados, en 2030 deberían representar el 20%.

El presidente ha decidido exprimir todo el potencial de la economía, y para ello intentará que los primeros implicados, las empresas y sus trabajadores, estén más cualificados. La aplicación de la tecnología y el desarrollo de I+D en las compañías está acabando con los puestos de trabajos mal remunerados, lo cual también se demuestra en el crecimiento de la renta media. En palabras del director de Economía y Empresa de Casa Asia, Amadeo Jensana, «se espera una transformación de la industria, de forma que dependa más de la innovación y no tanto de la mano de obra barata. El grado de avance tecnológico que han conseguido muchas empresas es notorio».

Los datos afianzan la confianza en el presidente. El informe «Science, Technology and Industry, Outlook», publicado en 2014 por la OCDE subraya que China será el país con más inversión en I+D en 2019. Además, según el Icex, la introducción de la automatización en la industria manufacturera pasará del 45,9% en 2011 al 84% en 2025.

Pero no todo el panorama es perfecto en China, aún hay problemas que persisten, como la sobreproducción en ciertos sectores. Éste se presenta como uno de los grandes retos para el presidente. Un año después de que llegase al poder, China generaba el 52,03% de acero crudo del mundo, cuando en 2001 sólo representaba el 3,84%. Y mes tras mes no para de aumentar la producción.

El exceso de este material que se utiliza en artículos tan demandados como los envases, los automóviles, las herramientas tecnológicas o los juguetes, conduce a una bajada de los precios. Xi tendrá que controlar que no se cree una burbuja en la industria del acero, que emplea a tanta gente, y para que no se venga abajo de golpe destruirá progresivamente 500.000 puestos de trabajo siderúrgico.

Reequilibrio

Y menos en este momento en el que China se encuentra en pleno reequilibrio industrial para depender menos de la producción extranjera –lo que ya ha causado la controversia en las empresas foráneas establecidas allí– y ser capaces de cumplir las metas impuestas: generar el 40% de componente básicos de su industria en 2020 y el 70% en 2025. Esto no quiere decir que vayamos a dejar de ver la etiqueta «Made in China», porque el país seguirá siendo el más exportador de bienes del mundo, sobre todo teniendo en cuenta las políticas proteccionistas de su único perseguidor cercano, Estados Unidos.

Lo que no parece que Xi vaya a mantener por mucho tiempo es el «nacionalismo empresarial». Según JP Morgan & Chase, China cuenta con alrededor de 150.000 empresas públicas, de las cuales 111 son grandes corporaciones que pertenecen al Gobierno y dominan el sector bancario, del ferrocarril o el de las telecomunicaciones. En este sector ya se ha llevado a cabo una amplia operación de privatización que se repetirá con otras compañías estatales, la privatización.

El director del Máster Universitario en Comercio y Relaciones Económicas Internacionales, César Lajud, comenta que un hecho importante que se ha dado en China últimamente es «la participación valorada en 9.500 millones de euros que ha puesto en venta el segundo mayor operador de telefonía móvil, lo que marca el inicio de un esfuerzo gubernamental para privatizar aún más sus abultadas empresas estatales».

Sector financiero

Las empresas que se van a someter a este proceso no son, precisamente, las grandes, sino las que pertecenen a gobiernos regionales y locales –que forman el 94% del total de compañías públicas chinas–. Para Lajún, esto es «un paso de significativa importancia en el desarrollo económico del país», porque con el capital privado estas empresas ganarían en eficiencia y productividad. En algunos sectores, como el financiero, la existencia de compañías estatales provoca que las empresas extranjeras se piensen mucho si invertir. Y tantas vueltas le dan que actualmente sólo el 2% de las sociedades del sector son foráneas. «No sabemos qué posición tomaran los inversores extranjeros sobre entrar o aumentar su presencia en un sector en crecimiento, que está en manos de los gigantes estatales», afirma Lajún.

Parece que la mejor postura que pueden adoptar las empresas extranjeras es ser pacientes y esperar porque este sector, fundamental para el progreso capitalista de China por ser el encargado de la emisión del crédito, está en plena expansión. El propio Ejecutivo ya ha manifestado que «el sector de los servicios financieros en China estará abierto a los actores extranjeros casi en su totalidad en los próximos cinco años».

Las liberalizaciones y las privatizaciones, además, forman parte del esfuerzo de Xi por contener el mayor problema esructural del país: la deuda no financiera, que suma la deuda pública, de los hogares y las empresas. El Fondo Monetario Internacional estima que si en 2016 fue del 242%, en 2022 llegase al 300%. Una consecuencia de la inversión y el gasto que ha puesto en marcha la maquinaría capitalista del «nuevo Mao», que en su discurso de reelección dejó claro que continuará la línea de realizar «cambios» dirigidos a hacer de China una economía plenamente de mercado.

La importancia de la formación

Es totalmente normal ver una buena cantidad de estudiantes chinos en las universidades españoles, y esto se repite por todo el mundo. Éste es un fenómeno reciente, impulsado durante los 90, no sólo para internacionalizar la formación de sus ciudadanos, sino también para que adquieran una serie de conocimientos que globalicen a las empresas donde trabajen estos alumnos. Según la profesora de la Universidad Europea, Marina Mattera, «la UNCTAD (2017) reconoce que China está liderando varios aspectos del desarrollo económico mundial y es gracias a que, desde la década de los 90, muchos ciudadanos chinos han ido a estudiar a las mejores universidades del mundo, asimilando así un ‘‘know-how’’ que luego traen a su país y mejora la competitividad de la nación en su conjunto». China ha puesto a disposición de sus jóvenes programas de becas que suponen una alta inversión, pero que ya está mostrando sus réditos en una sociedad que ha abandonado la idea de la mano de obra barata para ser una formada que sepa manejar las herramientas del presente y el futuro. en las que tanto investiga China. Un ejemplo de ello, dice Mattera, «se evidenció en el World Mobile Congress 2018, celebrado en Barcelona a finales de febrero, donde las empresas chinas fueron grandes focos de atención».