Editorial

Cataluña finiquita la vía independentista

Tras más de una década de inestabilidad política y de supeditar la gestión de los problemas cotidianos de la ciudadanía a la entelequia de un referéndum de autodeterminación, la sociedad catalana reclama el retorno a la normalidad institucional.

Socialist candidate Salvador Illa, left, watches early results on TV with other members of the PSC ( Socialist Party of Catalonia ) at the party headquarters in Barcelona, Sunday May 12, 2024.
Socialist candidate Salvador Illa, left, watches early results on TV with other members of the PSC ( Socialist Party of Catalonia ) at the party headquarters in Barcelona, Sunday May 12, 2024. Emilio MorenattiAgencia AP

Las elecciones autonómicas catalanas han confirmado la tendencia que ya vimos en las últimas generales, la caída en el respaldo popular de las opciones separatistas. La gran mayoría de los ciudadanos de Cataluña han dejado meridianamente claro, como ya señalaban las encuestas, que la vía a la independencia había dejado de ser la prioridad, sin duda, porque tras más de una década de inestabilidad política y de supeditar la gestión de los problemas cotidianos de la ciudadanía a la entelequia de un referéndum de autodeterminación, la sociedad catalana reclama el retorno a la normalidad institucional y que se aborden los graves problemas que la aquejan, desde la Sanidad a la Educación, pasando por la seguridad de sus pueblos y ciudades.

Bajo esta premisa, se explica que el PSC de Salvador Illa haya ganado claramente las elecciones, aunque con menos contundencia que el pasado mes de julio, y que los dos partidos del centro derecha constitucionalista, PP y Vox, vayan a conformar un bloque nada despreciable en el futuro Parlament, con casi 600.000 votos, 26 diputados y un 18 por ciento de los sufragios. En buena parte, se debe a los excelentes resultados de la formación que preside Alberto Núñez Feijóo –que ha sumado 12 escaños más, la mayor subida de todas las fuerzas políticas– y, también, a que Vox ha consolidado su suelo.

Se nos dirá que esos votantes no son intercambiables y que los programas y discursos políticos representan visiones diferentes, pero, con ser cierto, también lo es que se trata de dos partidos de ámbito nacional, que operan en el mismo espectro ideológico que la derecha nacionalista, que defienden sin ambages la idea de una Cataluña española. De hecho, la magnitud de la derrota global del soberanismo es tal que ni sumando a los cuatro partidos «indepes», incluida la xenófoba Aliança Catalana, que llega a la Cámara con dos escaños, se conseguiría una mayoría nacionalista de gobierno para la Generalitat. Tampoco les valdría si los Comúnes/Sumar se avinieran a gobernar con Junts.

Por supuesto, hay que apuntar a la cuenta de ERC la mayor parte de esos malos resultados. El actual president de la Generalitat, Pere Aragonés, que decidió el adelanto electoral bajo la presión de sus socios de Junts, se ha dejado en las urnas casi 200.000 votos y 13 diputados, que se han repartido entre los socialistas y los de Carles Puigdemont. Esa «doble alma» de los republicanos, que han sido un apoyo constante y leal del Gobierno de Madrid mientras mantenían una posición soberanista meramente declarativa, ha acabado por pasarles factura.

De hecho, la gobernabilidad de Cataluña pasa ahora por el PSC, bien con la reedición de un nuevo tripartito con ERC y los Comúnes –que no sólo no han mejorado posiciones con su alianza con Sumar, sino que han retrocedido 2 escaños en la línea de los últimos resultados de Yolanda Díaz–, bien con una alianza con el partido de Carles Puigdemont, ciertamente, muy problemática, tanto en Madrid como en Barcelona, pues no parece que el líder del «procés» esté muy dispuesto a ejercer de segundo de Salvador Illa. Para Puigdemont, además, los resultados no le han sido tan propicios como presumían sus panegiristas. Apenas ha subido el porcentaje de voto en un 1 por ciento, con tres escaños más, pese a la debacle de ERC y de las CUP –que se han dejado cinco diputados–, y muy lejos de la preeminencia de los viejos convergentes.

Se aproximan, pues, días de inciertas negociaciones, en las que también habrá que tener en cuenta la situación de la precaria alianza de la investidura de Pedro Sánchez. Pero, debemos insistir en ello, la realidad es que la oleada separatista en Cataluña está en franca retirada, sin duda, porque hay unas nuevas generaciones de votantes en el Principado con una visión más alta del futuro que quieren para su tierra.