Editorial
Cierre de filas ante la ofensiva nacionalista
Aguarda al Partido Popular un tiempo difícil, de enorme responsabilidad en defensa del ordenamiento constitucional.
La aritmética parlamentaria surgida de las elecciones generales del pasado 23 de julio ofrece a los partidos nacionalistas una capacidad de influencia política muy superior a su representatividad electoral, como demuestra que sus formaciones hayan tenido que recurrir a componendas legales para poder constituirse en grupos parlamentarios propios.
De ahí que propuestas de reinterpretación constitucional del modelo territorial de España, como la que ha hecho el presidente del gobierno autónomo vasco, Iñigo Urkullu, que, simplemente, desbordan el marco de nuestro ordenamiento jurídico, vayan a dominar el debate público, al menos, hasta la conformación de un nuevo Ejecutivo. En cualquier caso, detrás de alambicados términos como «plurinacional» «confederación» o «federalización» se esconde el discurso recurrente de quienes procuran la desarticulación del Estado y la eliminación de conceptos constitucionales inequívocos como son la igualdad ante la Ley de todos los españoles y su representación como legatarios de la soberanía nacional.
Por ello, es reconfortante que, ayer, en la inauguración del curso político en Madrid, que reunió a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, hubiera coincidencia plena en el diagnóstico de la situación y se exhibiera un cierre de filas del principal partido político español, que ha ganado las elecciones, soslayando los rumores interesados de desafección que han hecho circular, principalmente, los equipos de propaganda de la izquierda, con la colaboración entusiasta de algunos ministros del Gobierno en funciones.
Por supuesto, quienes busquen en el PP la uniformidad del discurso y la homogeneidad de los planteamientos se habrán equivocado de partido o alientan sucedáneos estalinistas, porque la realidad muestra que existe entre todos los dirigentes populares la conciencia compartida de la difícil encrucijada política en la que se encuentra la Nación, más allá de la mayor o menor carga dialéctica de las opiniones.
Aguarda, además, al Partido Popular un tiempo difícil, de enorme responsabilidad, en el caso, que parece probable, de que Núñez Feijóo no consiga los votos necesarios para su investidura. Porque la alternativa de un Gobierno de Pedro Sánchez condicionado por las minorías separatistas va a exigir una labor de oposición, mejor dicho, de defensa del ordenamiento constitucional, que exigirá la mayor unidad en el centro derecha y, sobre todo, una estrategia coordinada de la acción parlamentaria con los gobiernos autonómicos y las alcaldías en manos de los populares. No cabe otra posición, porque, como advirtió Díaz Ayuso, «hay un frente que no opera en favor de España, sino en su contra» y es dudoso que se pueda contar con el Partido Socialista.
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