Editorial
Inteligencia artificial y sentido común
Las medidas propuestas por la Unión Europea responden al principio de precaución.
El vértigo que produce el progreso tecnológico del hombre siempre ha estado presente en el cuerpo social y en muchas ocasiones ha provocado conatos de resistencia a los nuevos avances que, a la postre, siempre han resultado inútiles. La mecanización de la industria o las vacunas suelen ser ejemplos recurrentes de la desconfianza humana ante lo que no comprende o se percibe como una amenaza para su modo de enfrentar la vida diaria. Y, sin embargo, no todo lo que la ciencia es capaz de desarrollar debe llevar por sí mismo la presunción de la bondad, como si el hecho de inventar fuera sinónimo de avance social.
De ahí, que confrontados a una tecnología disruptiva, como es la Inteligencia Artificial, capaz de alterar las reglas del juego en las sociedades libres, los gobiernos de la Unión Europea y, muy probablemente, sus representantes electos hayan acordado establecer una serie de normas que, al menos, intenten paliar los efectos más perniciosos de unas técnicas de acumulación, reinterpretación y difusión de información para el derecho a la intimidad, la privacidad y, en suma, las libertades individuales de los ciudadanos.
Se argüirá que no es más que un baldío intento de poner puertas al campo y que las restricciones, si no se aplican de manera global, perjudicarán las posibilidades de desarrollo de las empresas europeas del ramo, que no podrán competir con un mercado desregulado como el norteamericano. Y sería cierto si no fuera porque las posibilidades de intervención sobre la población que confieren estas nuevas herramientas, como demuestra su empleo por parte de regímenes totalitarios como el chino, pueden hacer realidad ese mundo infernal que describía Orwel, con gobiernos trasuntos del Gran Hermano.
Tal vez, Europa no pueda competir con los gigantes estadounidenses, pero sí está en la obligación de garantizar a sus ciudadanos que el modelo de convivencia que libremente elijan no estará mediatizado o dirigido por nadie que se oculte en el anonimato o que disponga de esos nuevos medios para manipular la realidad. Por otra parte, las medidas propuestas, de las que hoy informa detenidamente LA RAZÓN y que han estado sujetas a un largo y profundo debate entre los socios, además de que deberán ser respaldadas por la Eurocámara, responden al principio de precaución.
Que el uso de cámaras de categorización biométrica, que usen datos sensibles como creencias religiosas y filosóficas, ideología, orientación sexual o raza sólo puedan autorizarse bajo control judicial, como se hace con las escuchas telefónicas o la intervención postal, parece una medida elemental de protección. Como también lo es que los generadores de contenidos especifiquen con claridad si han sido creados artificialmente. No es oponerse al avance científico, sino aplicar el sentido común.
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