Editorial

Mensajes equívocos con la inmigración

El actual Ejecutivo carece de una política migratoria digna de ese nombre, que sólo será eficaz cuando se aborde desde una perspectiva supra partidista, es decir, como política de Estado.

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Pedro Sánchez y el vicepresidente de la República de Gambia, Muhammad B.S. Jallow, ayer
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez (i) y el presidente de Gambia, Adama Barrow (d), durante su visita a Gambia, a 28 de agosto de 2024, en Gambia (África).Fernando CalvoPool Moncloa

Es comprensible que en el marco de su gira de cortesía por varios países africanos el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, haya querido mostrar el perfil más amable de la política exterior española, con muchos lustros de experiencia en la cooperación con el África Occidental, pero ello no justifica que se lancen mensajes equívocos sobre la política migratoria de un socio de la Unión Europea, que pueden alentar falsas expectativas entre unas poblaciones jóvenes que ven en Europa la mejor salida para su futuro y el de sus familias.

En primer lugar, porque Pedro Sánchez debería ser consciente de que sus palabras, sin matices, van a ser utilizadas por la mafias que gestionan con enormes medios logísticos los flujos migratorios irregulares, lo que se conoce como «efecto llamada», pero, también, porque el Ejecutivo que preside –al menos los servicios que dependen del Ministerio del Interior y del de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones– se está demostrando incapaz de gestionar administrativamente en tiempo y forma las solicitudes de permisos de residencia y trabajo, por no hablar de las peticiones de nacionalidad, de los inmigrantes que ya se encuentran en España, como para atender convenientemente un flujo de 250.000 extranjeros «seleccionados», no se sabe cómo ni por quién, en sus países de origen.

Con todo, lo peor no es la vuelta al discurso buenista del inquilino de La Moncloa, sino el escenario y el momento elegidos para pronunciarlo. Por supuesto, que Pedro Sánchez nos hable de la estrategia migratoria española a treinta años vista cuando no es capaz de organizar el acogimiento y la residencia de un millar de menores no acompañados, forma parte del ritual de un Gobierno siempre a la búsqueda de un relato que vender a la opinión pública, pero que lo haga mientras se suceden las salidas de cayucos desde las costas africanas, con su rosario de muertes, o se colapsan los servicios de asistencia de la ciudad autónoma de Ceuta, ante la indiferencia del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, es algo más que un oportunista brindis al sol para con la parroquia progresista.

Ya hemos señalado en estas mismas páginas, y nos reafirmamos en ello, que el actual Ejecutivo carece de una política migratoria digna de ese nombre, que sólo será eficaz cuando se aborde desde una perspectiva supra partidista, es decir, como política de Estado que involucre a todas las partes concernidas. La oposición, por supuesto, ya que debe dar continuidad en el tiempo a la estrategia acordada, pero, también, a los agentes sociales, patronales y sindicatos, que deberían establecer las necesidades de mano de obra importada por sectores y garantizar salarios y derechos laborales.

Lo demás es ir poniendo parches ante un fenómeno que no tiene el menor viso de remitir ni en el corto ni en el medio ni en el largo plazo.