Editorial
Pedro Sánchez, ante las urnas catalanas
La situación para el inquilino de La Moncloa no ha hecho más que empeorar, a menos que el socialismo español piense en tirar la toalla en la batalla electoral catalana y no vaya con todo a las urnas, como hizo en Galicia.
No acaba de arrancar del todo la legislatura, con el Gobierno rehén de la ley de amnistía y la supeditación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) al interés de Carles Puigdemont, cuando se anuncia la convocatoria adelantada de las elecciones autonómicas en Cataluña, con las dos formaciones nacionalistas que respaldan parlamentariamente a Pedro Sánchez enfrentadas a cara de perro.
Si ya era complejo atender a dos aliados ideológicamente divergentes en asuntos claves como la política fiscal o el «tempo» en el proceso separatista, la situación para el inquilino de La Moncloa no ha hecho más que empeorar, a menos que el socialismo español piense en tirar la toalla en la batalla electoral catalana y no vaya con todo a las urnas, como hizo en Galicia. Sería pecar de ingenuidad la pretensión de que la pugna política en Cataluña, en la que ERC ha marcado un primer tanto al estrechar dramáticamente el margen de maniobra de Junts para designar un candidato a la presidencia de la Generalitat, no tiene por qué influir en la política general, precisamente, cuando tanto ERC como Junts son determinantes en el sostenimiento del sanchismo.
Se argüirá que, en la práctica, el hecho de que Carles Puigdemont haya quedado descartado para encabezar la candidatura, puesto que el proceso legislativo que resta para la aprobación de la amnistía lo hace muy improbable, debería servir para calmar urgencias, pero, con ser cierto, obvia que Junts necesita presentarse con un triunfo en las manos, más allá de su apuesta por reducir la fiscalidad desbocada que sufre el Principado, acabando, entre otras medidas, con el impuesto de sucesiones, a imagen de las comunidades que gobierna el PP.
Por otra parte, en las últimas elecciones generales, el PSC obtuvo una victoria muy destacada sobre el resto de los partidos –el 34 por ciento de los votos y 19 escaños–, entre otras razones, porque fue capaz de recuperar buena parte del voto que se había ido a Ciudadanos. No parece, pues, que seguir aceptando las exigencias del nacionalismo catalán vaya a favorecer las posiciones socialistas en las urnas, por no hablar de los escándalos de corrupción que afectan al PSOE y que pueden tener serias derivadas en la gestión durante la pandemia de su candidato Salvador Illa.
En este sentido, el adelanto electoral no sólo favorece a ERC y a su candidato el presidente, ahora en funciones, de la Generalitat, Pere Aragonès, también es una oportunidad para los populares de seguir recuperando posiciones en Cataluña como referente del centro derecha no nacionalista y la formación que mejor encarna la defensa del estado autonómico en el panorama político español. En cualquier caso, un Pedro Sánchez en horas bajas tendrá que afrontar una nuevas elecciones antes de la convocatoria en junio de las Europeas y contra sus aliados.
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